miércoles, 15 de enero de 2014

LA CONCENTRACIÓN

La mente puede ser muy poderosa. Todo se experimenta en última instancia a través de la mente. En el escenario de la mente se vivencia la propia íntima y relativamente privada realidad psíquica. La mente tiene la capacidad de amplificar o minimizar, es el órgano de la percepción y del conocimiento, y en ella se encuentran las funciones de la imaginación, la memoria, la atención, el juicio, el discernimiento y la consciencia. En la mente ocurren todos los procesos de raciocinio como medir, comparar, analizar, diferenciar, inducir o deducir. La mente, pues, es un instrumento vital que acompaña al ser humano desde el nacimiento hasta la muerte. Pero no es lo mismo una mente dispersa y fragmentada que una mente estable y bien gobernada, una mente caótica y confusa que una mente clara y penetrativa, una mente difusa y agitada que otra encauzada y sosegada.
La mente dispersa crea muchas dificultades, entendimiento incorrecto, tensiones y alimenta sus propios errores. La mente unificada, establecida con firmeza, bien sujeta bajo el mando de la consciencia y la voluntad, es una herramienta valiosísima y fiable. Por todo ello es necesario tener en la medida de lo posible una buena mente, y esto significa tener una mente que nos obedece, que reflexiona con claridad y precisión, que sabe dejar de pensar y sosegarse. Muy pocas personas tienen una mente así. Los seres humanos, hasta que no vivimos espiritualmente, somos como una hoja a merced del vendaval de nuestros automatismos mentales y no podemos decir en justicia que pensamos, sino que la mayoría de las ocasiones somos pensados por nuestros pensamientos mecánicos.
De la misma manera que la dispersión mental debilita, neurotiza, confunde y desarmoniza, la concentración mental nos cohesiona psíquicamente, nos protege contra pensamientos inadecuados e insanos y de estados mentales perniciosos, nos permite un juicio más profundo y esclarecido, potencia la memoria y nos permite hacer todo con mayor precisión, cordura y habilidad.
Una mente concentrada es una bendición. La concentración es la fijación de la mente en un soporte, la capacidad de que la mente se estabilice en el objeto que la ocupa. Así como toda fuerza canalizada gana en potencia, también la mente canalizada obtiene mayor penetración y hace posible una comprensión más enriquecedora y profunda.
Hasta que comenzamos a conocer la mente y empezamos a ejercitarnos en su saludable dominio, esta es fluctuante como la llama de una vela expuesta al viento. La mente del ser humano suele ser caótica y tiende a crear muchas dificultades innecesarias. Sólo mediante el ejercicio de una vida espiritual se va aprendiendo a concentrar la mente, sólo cuando nacen la benevolencia, la compasión y la ecuanimidad, la mente vive la estabilidad. Una mente menos zarandeada por el apego y la aversión también es más segura y menos fluctuante.
En la vida espiritual la concentración juega un papel fundamental, porque de la virtud de la concentración surge la sabiduría que libera e ilumina. Una mente concentrada es una mente que se vigila y se custodia mejor a sí misma y que no se deja alterar por lo banal y por lo superfluo. Una mente concentrada puede contemplar, imperturbable, la dinámica de la existencia y no se deja confundir por las apariencias. Es necesario aprender a mantener la mente más atenta en la propia vida cotidiana, encontrarse presente en lo que se está haciendo y evitar el automático y atosigante parloteo mental.
Una mente concentrada es necesaria en la senda espiritual. Hay que ser paciente en el ejercicio de la concentración, que gana en intensidad y pureza con la práctica perseverante y gradual, pues al principio la mente se escapa una y otra vez al control de la persona, pero, con paciencia, se debe una y otra vez también, regresar al objeto de la concentración. Una mente dispersa es como una casa mal techada en la que entran el granizo, la lluvia y la nieve, pero una mente concentrada es como una casa bien techada donde no penetran esos elementos. La mente concentrada adquiere estabilidad, energía y fuerza, y se convierte en una aliada en cualquier momento y circunstancia. Ayuda a vencer las dificultades y libera de toda esa agitación mental que produce lo que se toma por desdicha e inquietud. Una mente concentrada está capacitada para penetrar en cualquier tema o aspecto y excluye todos los pensamientos inútiles y parásitos.