“Nada está inmóvil; todo se mueve;
todo vibra.”
Esta ley nos indica que todo en el
Universo está en vibración y que nada permanece inmóvil. La materia, la
energía, el espíritu, son solamente el resultado de estados vibratorios
diferentes. El espíritu representa el extremo
polar de las vibraciones más rápidas, cuya frecuencia es tan elevada que parece
estar en reposo absoluto. El otro polo lo forma la materia extremadamente
densa. Dice el hermetismo que entre ambos polos hay millones y millones de
diferentes intensidades y modos de vibración. Sabemos que las moléculas que
componen la materia están en constante vibración, y que a su vez, los átomos
que las forman, también están en constante movimiento y vibración. A su vez,
los electrones y protones también están vibrando rapidísimamente.
Sin temor a equivocamos podemos
afirmar que no hay nada en el Universo que no sea “materia mental vibrando en
diferentes frecuencias”. La luz, el calor, el magnetismo, la electricidad, son
solamente diferentes modalidades vibratorias. Aquel plano misterioso conocido con el nombre de “cuarta dimensión”, es solamente un estado vibratorio de alta
frecuencia. Si una persona pudiera hacer vibrar su cuerpo físico a una muy
elevada frecuencia por segundo, llamémosla frecuencia X, penetraría físicamente
en el mundo de la cuarta dimensión.
Sin embargo, no es aquella remota
posibilidad teórica lo que debe interesarnos, sino lo que se refiere al control de las
propias vibraciones. En efecto, nuestros pensamientos, emociones, deseos, o
impulsos, son solamente estados vibratorios. Nuestro cuerpo físico es un
conjunto de sistemas que vibran a una misma frecuencia, y la salud es solamente
la armonía vibratoria del cuerpo. Enfermedad es desarmonía, y la muerte es la
rotura de la cohesión vibratoria de los sistemas biológicos.
En el terreno de nuestra vida
personal todo gira en torno a la vibración; si estamos alegres es por una
vibración positiva, la tristeza es una vibración negativa. Nuestro pensamiento
nos hará ser más o menos inteligentes de acuerdo a nuestra vibración mental.
Cada persona tiene un largo de onda mental que le es propio, de acuerdo a la
frecuencia vibratoria de su inteligencia; mientras más corta es la onda mental,
más inteligente será el sujeto, y viceversa.
La dificultad para comunicarse que
tienen las personas, proviene de sus diferentes largos de onda mental, las
cuales, al no coincidir en sus frecuencias vibratorias, impiden la mutua
comprensión. Si queremos comunicarnos con un individuo, y que nos entienda
realmente, debemos esforzarnos por adaptar nuestra onda mental a su estado
vibratorio, a fin de establecer una perfecta afinidad.
Esto explica las diferencias
sorpresivas que se producen entre dos personas que normalmente se entienden
bien; una de ellas ha variado notablemente su largo de onda mental, ya sea
alargándola o acortándola, dejando al otro “fuera de frecuencia”, tal como si
pretendiéramos sintonizar una emisora determinada en una frecuencia que no le
corresponde.
Existen diversos motivos por los
cuales se producen caídas vibratorias en la gente. Problemas de salud, estados
depresivos, inercia, conflictos internos y abulia intelectual, son algunas de
las principales causas. En cuanto a los sujetos que tienen permanentemente una
onda muy larga (de baja frecuencia), esto se debe a la falta de preparación
intelectual del individuo.
También influye de manera muy
poderosa en las vibraciones de la gente, el medio ambiente, ya que vivimos en
un océano de vibraciones, las cuales nos impactan constantemente, despertando
en nosotros fuerzas de calidad similar. El espacio cósmico y terrestre que nos
rodea, está saturado de vibraciones, y ellas influyen de manera determinante en
las personas.
En los habitantes de una ciudad,
por ejemplo, se puede apreciar, al observarlos, un ambiente vibratorio positivo
o negativo, y lo mismo ocurre al visitar el hogar de alguna familia, donde
sentiremos de inmediato una irradiación cálida y positiva, o bien, una fuerza
que nos repele. Lo que ocurre en nuestras habitaciones, es que la irradiación
vibratoria de las personas que allí viven, penetra en la construcción material,
impregnándola con energías positivas o negativas, las cuales son captadas
fácilmente por los visitantes.
Las vibraciones se van acumulando
en el individuo, es decir, éste va haciendo acopio de buena o mala vibración, y
hay momentos en los que el sujeto es una verdadera bomba de tiempo por la
fuerza en estado latente que tiene en sí mismo, destructiva o creadora, la
cual, con el influjo de un detonante adecuado, se descargará violentamente,
produciendo acontecimientos favorables o negativos.
Esta fuerza tiene la particularidad
de afectar intensamente a las personas que entran en contacto con el sujeto que
vibra de manera intensificada, pudiendo resultar éstas, contagiadas con lo que
el “emisor” siente. Tal caso ocurre cuando alguien nos cuenta sus penas, por
ejemplo, y el afectado, después de esto, queda en excelente estado de ánimo, y
nosotros, en profunda condición depresiva. Tal vez, uno de los profesionales
más afectados por este fenómeno, sea el psiquiatra, quien se contagia con las
lacras mentales de sus pacientes, y ellas empiezan a perjudicarlo a él.
Todo hombre que quiera tener éxito en sus empresas
personales o que desee aumentar su capacidad de realizar cosas, ya sea en el
terreno espiritual o material debe, por medio de la autodisciplina, elevar sus
vibraciones para no ser afectado por aquello que se denomina “mala suerte” o
desgracia.
Es preciso, practicar una rígida
higiene mental, a fin de no ser afectado por lo negativo del ambiente en el
cual nos desenvolvemos. Existen fuerzas tan poderosamente negativas que pueden
matar a una persona, ya que su tono o nota básica, es destructiva o desintegradora.
Sabemos que existen sonidos (vibraciones) que pueden destruir la cohesión de la
materia (infrasonidos), o bien, que pueden producir un efecto curativo
medicinal (ultrasonidos). Conocido es el poder del rayo laser (vibración), cuya
luz puede perforar el material más duro.
El sapiens busca de manera
inconsciente un remedio para sus desarmonías vibratorias, y recurre para esto a
la buena música, la cual restablece el equilibrio interno. Sin embargo, existen
ritmos musicales de tal disonancia que crean estados negativos dentro de las
personas. El sonido de ciertos instrumentos posee cadencias de tal índole, que
provoca bajo ciertas condiciones, estados de profunda tristeza, como es el caso
de la quena, especie de flauta indígena.
La vibración de la palabra humana
tiene también poderosos efectos bienhechores o perniciosos en quienes la
escuchan. Hay personas de gran simpatía personal, pero cuya voz, sin tener un
tono desagradable, resulta repelente. Esto depende del resultado del choque de
las oscilaciones sonoras. Si aquellas que recibimos son armónicas a las
nuestras, sentiremos simpatía y agrado, y viceversa. La gente no se da cuenta
en qué medida se le acoge bien o mal de acuerdo a las vibraciones que se
emiten.
A través del principio de vibración
es posible comprender que las maldiciones existen efectivamente, pero no tienen
nada de sobrenatural; son solamente la condensación y proyección de vibraciones
fuertemente destructivas. Con las bendiciones ocurre el mismo fenómeno, pero
como se comprenderá, esto es a la inversa.
Reflexionando un poco en esto, es
posible concebir la existencia de palabras mágicas, que son solamente la
combinación de letras que producirán fenómenos oscilatorios. El tradicional
grito del karate, por ejemplo, estaba originariamente concebido con el fin de
paralizar efectivamente al adversario, para lo cual tenía que ser emitido en
tono y frecuencia determinada, ya que de lo contrario no producía ningún
efecto.
El estudiante atento que medite
sobre el principio de vibración, podrá llegar a comprender cosas de la más
grande importancia; el que no tiene ojos para ver ni oídos para escuchar,
permanecerá en la antesala del misterio.