jueves, 4 de diciembre de 2014

La coherencia




Uno es coherente cuando hace lo que dice, y cuando lo que dice y hace es lo que piensa...


Es el valor que nos hace ser personas de una pieza, actuando siempre de acuerdo a nuestros principios.Coherencia es la correcta conducta que debemos mantener en todo momento, basada en los principios familiares, sociales y religiosos aprendidos a lo largo de nuestra vida.
Con este valor somos capaces de cumplir con mayor eficacia nuestras obligaciones, pues hace falta ser honesto y responsable; en nuestras relaciones personales es indispensable para ser sinceros, confiables y ejercer un liderazgo positivo; para nuestra persona, es un medio que fortalece el carácter y desarrolla la prudencia, con un comportamiento verdaderamente auténtico.
En primera instancia, el problema de vivir este valor es que somos muy susceptibles a la influencia de las personas y lugares a los que asistimos; por temor callamos, evitamos contradecir la opinión equivocada, o definitivamente hacemos lo posible por comportarnos según el ambiente para no quedar mal ante nadie. No es posible formar nuestro criterio y carácter, si somos incapaces de defender los principios que rigen nuestra vida. Lo mejor es mantenerse firme, aún a costa del cargo, opinión o amistad que aparentemente está en juego. 
Siempre debemos estar conscientes que la coherencia hasta cierto punto es flexible. Por una parte es aprender a callar y ceder en las cosas sin importancia; pero en circunstancias en las que el prestigio y la seguridad de las personas, la unidad familiar o la estabilidad social están en juego, se tiene la obligación de enfrentar la situación para evitar un daño a los derechos de los demás. Este es el motivo por el cual, el ejercicio de la prudencia es determinante, para saber actuar acertadamente en cualquier circunstancia.
 ¿Qué se necesita para ser coherentes, voluntad o conocimiento de los valores? En estricto sentido, ambos. Voluntad para superar nuestro temor a ser “diferentes” con el implícito deseo de ser mejores y ayudar a los demás a formar los valores en su vida. Con el conocimiento, hacemos más firmes nuestros principios, descubriendo su verdadero sentido y finalidad, lo que necesariamente nos lleva a ejercitarnos en los valores y vivirlos de manera natural.
Practicar la coherencia como valor humano nos obliga a mantenernos firmes, aunque tengamos que poner en peligro el cargo, aunque tengamos que enfrentarnos a  opiniones distintas, enfrentarnos a amigos o familiares. Constantemente encontramos a personas que quieren jugar al gato y al ratón, que quieren estar con Dios y con el diablo, pero eso no es posible cuando somos coherentes. Las personas coherentes reciben muchos enfrentamientos y se ven envueltos en  conflictos por defender sus principios e ideas, pero a la larga todos reconocen que ser coherentes es lo correcto.
La persona coherente no cae muy fácil en vicios y tentaciones del mundo bajo, de amigos o allegados, ni cede fácilmente al chantage y la presión. Pues mantiene una coraza de moral que lo defiende y obliga a seguir firme ante sus principios y valores hacia un perfil de vida inclaudicable. Poder estar reunidos con los delincuentes sin mancharse; juntarse con los corruptos sin corromperse; estar al lado de sacos de dinero y otros recursos sin  coger un peso, solo es obra de personas con mucha coherencia. 
Nadie confía  ni sigue a personas que hoy dicen una cosa y mañana la desdicen. Personas que hoy hacen una crítica a alguien  y mañana cuando están a su lado, están temblando y cambiando el discurso. La gente sigue a personas que practican la firmeza, que asumen la coherencia, que son capaces de jugársela en cualquier terreno en defensa de sus ideas. Se ve muy ridículo, muy vulgar y bajo, cuando la gente asume un ataque despiadado contra un funcionario o una persona cualquiera que anda equivocada, pero entonces cuando le toca a ellos estar en el puesto, lo hacen igual o peor. En la actualidad hace mucha falta desarrollar acciones ejemplares de coherencia. Sea libre, sea firme, sea coherente. 
Debemos mantener una postura firme, debemos ser coherentes, pero para mantener esa coherencia debemos argumentar muy bien nuestros planteamientos. Estar muy seguros de que nuestra postura es la más correcta para no hacer una defensa ridícula. Nos cae muy bien cuando vemos a personas firmes y coherentes, pero cabe preguntarnos, que tan firmes y coherentes somos nosotros con los demás.  Los coherentes duermen más tranquilos, porque son más libres. No tienen temor de hablar ni mucho menos de actuar. Hermano: Sea libre, sea firme, sea Ud. coherente.