Uno es coherente cuando hace lo que dice, y cuando
lo que dice y hace es lo que piensa...
Es el valor que nos hace ser
personas de una pieza, actuando siempre de acuerdo a nuestros principios.Coherencia es la correcta conducta
que debemos mantener en todo momento, basada en los principios familiares,
sociales y religiosos aprendidos a lo largo de nuestra vida.
Con este valor somos capaces de
cumplir con mayor eficacia nuestras obligaciones, pues hace falta ser honesto y
responsable; en nuestras relaciones personales es indispensable para ser
sinceros, confiables y ejercer un liderazgo positivo; para nuestra persona, es
un medio que fortalece el carácter y desarrolla la prudencia, con un
comportamiento verdaderamente auténtico.
En primera instancia, el problema
de vivir este valor es que somos muy susceptibles a la influencia de las
personas y lugares a los que asistimos; por temor callamos, evitamos
contradecir la opinión equivocada, o definitivamente hacemos lo posible por
comportarnos según el ambiente para no quedar mal ante nadie. No es posible
formar nuestro criterio y carácter, si somos incapaces de defender los
principios que rigen nuestra vida. Lo mejor es mantenerse firme, aún a costa
del cargo, opinión o amistad que aparentemente está en juego.
Siempre debemos estar conscientes
que la coherencia hasta cierto punto es flexible. Por una parte es aprender a
callar y ceder en las cosas sin importancia; pero en circunstancias en las que
el prestigio y la seguridad de las personas, la unidad familiar o la
estabilidad social están en juego, se tiene la obligación de enfrentar la
situación para evitar un daño a los derechos de los demás. Este es el motivo
por el cual, el ejercicio de la prudencia es determinante, para saber actuar
acertadamente en cualquier circunstancia.
¿Qué se necesita para ser
coherentes, voluntad o conocimiento de los valores? En estricto sentido, ambos.
Voluntad para superar nuestro temor a ser “diferentes” con el implícito deseo
de ser mejores y ayudar a los demás a formar los valores en su vida. Con el
conocimiento, hacemos más firmes nuestros principios, descubriendo su verdadero
sentido y finalidad, lo que necesariamente nos lleva a ejercitarnos en los
valores y vivirlos de manera natural.
Practicar la coherencia como valor
humano nos obliga a mantenernos firmes, aunque tengamos que poner en peligro el
cargo, aunque tengamos que enfrentarnos a
opiniones distintas, enfrentarnos a amigos o familiares. Constantemente
encontramos a personas que quieren jugar al gato y al ratón, que quieren estar
con Dios y con el diablo, pero eso no es posible cuando somos coherentes. Las
personas coherentes reciben muchos enfrentamientos y se ven envueltos en conflictos por defender sus principios e
ideas, pero a la larga todos reconocen que ser coherentes es lo correcto.
La persona coherente no cae muy fácil en
vicios y tentaciones del mundo bajo, de amigos o allegados, ni cede fácilmente
al chantage y la presión. Pues mantiene una coraza de moral que lo defiende y
obliga a seguir firme ante sus principios y valores hacia un perfil de vida
inclaudicable. Poder estar reunidos con los delincuentes sin mancharse; juntarse
con los corruptos sin corromperse; estar al lado de sacos de dinero y otros
recursos sin coger un peso, solo es obra
de personas con mucha coherencia.
Nadie confía ni sigue a personas que hoy dicen una cosa y
mañana la desdicen. Personas que hoy hacen una crítica a alguien y mañana cuando están a su lado, están
temblando y cambiando el discurso. La gente sigue a personas que practican la
firmeza, que asumen la coherencia, que son capaces de jugársela en cualquier
terreno en defensa de sus ideas. Se ve muy ridículo, muy vulgar y bajo, cuando
la gente asume un ataque despiadado contra un funcionario o una persona
cualquiera que anda equivocada, pero entonces cuando le toca a ellos estar en
el puesto, lo hacen igual o peor. En la actualidad hace mucha falta desarrollar
acciones ejemplares de coherencia. Sea libre, sea firme, sea coherente.
Debemos mantener una postura firme,
debemos ser coherentes, pero para mantener esa coherencia debemos argumentar
muy bien nuestros planteamientos. Estar muy seguros de que nuestra postura
es la más correcta para no hacer una defensa ridícula. Nos cae muy bien cuando
vemos a personas firmes y coherentes, pero cabe preguntarnos, que tan firmes y
coherentes somos nosotros con los demás.
Los coherentes duermen más tranquilos, porque son más libres. No tienen
temor de hablar ni mucho menos de actuar. Hermano: Sea libre, sea firme, sea Ud. coherente.