martes, 24 de junio de 2014

Esfuerzo y recompensa


Para la mayoría de nosotros, toda nuestra vida se basa en el esfuerzo, en algún acto de la voluntad. No podemos concebir una acción sin esfuerzo, nuestra vida se basa en eso, cada momento y cada oportunidad hasta llegar al Éxito que buscamos.
Nuestra vida social, económica y la vida llamada “espiritual” es una serie de esfuerzos que siempre culminan en un cierto resultado y creemos que el esfuerzo es esencial, es necesario… Pero…por qué esforzarnos.
¿Por qué hacemos esfuerzos?
Tenemos una idea acerca de la meta hacia la cual constantemente nos esforzamos y ese forcejeo ha llegado a ser parte de nuestra vida y quizás sin saberlo llegamos al Éxito si nuestro esfuerzo es verdadero y con mucha templanza.
Si queremos transformarnos, producir un cambio radical en nosotros mismos hacemos un tremendo esfuerzo para eliminar nuestros viejos hábitos, para resistir las influencias habituales del ambiente, y los demás. Estamos acostumbrados a esta serie de esfuerzos para encontrar o lograr algo, hasta para vivir y tener Éxito siempre que nos esforzamos.
Y aunque al principio nos cuesta entender que el propio esfuerzo lleva implícita la palabra recompensa, y sólo pensamos en el significado de esta última en base a unos resultados medibles, en cuanto unas serie de Éxitos reconocibles exteriormente, una vez que vamos madurando y desarrollando lo que llevamos dentro, entendemos una serie de cosas que antes no éramos capaces de visualizar aunque nos las explicasen, y esta frase explica muy bien uno de esos conceptos tan importantes para la vida. 
Cada uno de nosotros sabe mejor que nadie que aquellas cuestiones y aspectos relevantes y valiosos de la vida no se consiguen sin que medie una buena dosis de entrega, sacrificio y esfuerzo personal por parte de los protagonistas. Generalmente lo que es fácil de alcanzar, lo que no supone en ningún caso una renuncia o una privación, ni conlleva empeño alguno, suele ser algo efímero y poco valioso en lo que se refiere al enriquecimiento que nos corresponde como ser humano.
Es cierto, que también nos encontramos con personas a las que la vida les ha venido muy facilitada,  todo han sido facilidades, nunca han pasado penurias ni privaciones, no conocen lo que supone ganarse un puesto de trabajo, porque se lo han regalado, ni han pasado por aprietos o apuros. Tampoco se han visto obligados a abandonar su ciudad o localidad natal para tener que buscar mejor suerte en un lugar o lugares diferentes; su denominador común ha sido la opulencia y la abundancia. Puedo asegurar sin temor a equivocarme, que nada hay tan reparador y reconfortante como tener la oportunidad de presenciar el resultado obtenido tras la dedicación, la constancia y la abnegación. La satisfacción que produce poder contemplar todo aquello que has conseguido por tí mismo, sin la ayuda de nadie, eleva tu autoestima, te ennoblece y dignifica.
El sacrificio y el esfuerzo se consagran así como los mejores aliados e imprescindibles acompañantes en esta senda, a veces tortuosa, a veces agradable, llamada vida. Sólo cuando hacemos uso de estos dos elementos en impecable armonía, disponemos de la autoridad moral necesaria para sopesar en su justa medida las dificultades y controversias que nos encontramos a lo largo de nuestra existencia; como consecuencia de su superación, o por haber puesto todos los medios necesarios para sobrepasarlos. Si, por el contrario, decidimos no portarlos en nuestra mochila, el mundo podrá resultarnos en algunos momentos más fácil, menos comprometido y tremendamente bonito, pero, a largo plazo, estrepitosamente vacío.
El Esfuerzo debe impulsarte cada vez más hacia tu Éxito, tu deberás descubrir como desarrolla tu interior.