No puedo ser feliz si siempre renuncio al camino
ante la primera dificultad.
Los caminos recorridos antes sirven justamente, y
quizás únicamente, para poder cambiar la perspectiva que nuestra educación
puede haber distorsionado.
El deseo adquiere sentido cuando soy capaz de
transformarlo en una acción.
El deseo me sirve únicamente en la medida en que se
encamine hacia la acción que lo satisfaga.
El camino no es satisfacer a quienes hubieran
querido que seamos tal o cual cosa.
El camino marca una dirección. Y una dirección es
mucho más que un resultado.
Dicen que Jung sostenía: “Aquellos que no aprenden
nada de los hechos desgraciados de sus vidas, fuerzan a la conciencia cósmica a
que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña
el drama de lo sucedido”. Yo no creo en la sentencia, pero sostengo que hay algo
para aprender en cada episodio de nuestra vida. Y de ese aprendizaje, se crece.
Y con ese crecimiento, se enseña.
El tema está en saber el rumbo. El tema no está en
saber a dónde voy, no está en cuan cerca estoy ni en descubrir que tengo que
hacer para llegar.
La cuestión es que aunque el afuera no me deje ver
la costa, si yo se hacia dónde voy, nunca me interesa el lugar al que llegar,
sino la dirección en la que avanzo.
Si la felicidad dependiera de las metas, dependería
del momento de la llegada. En cambio, si depende de encontrar el rumbo, lo
único que importa es estar en camino y que ese camino sea el correcto.
Cuál es el camino correcto? El camino correcto es
aquel que está alineado con el rumbo que señala la brújula. Cuando mi camino está
orientado en coincidencia con el sentido que le doy a mi vida, estoy en el
camino correcto.
En la vida, el rumbo lo marca el sentido que cada
uno decida darle a su existencia.
Para que vivo? No por que sino para qué. No como
sino para qué. No con quien sino para qué. No de que sino para qué. La pregunta
es personal. Se trata de tu vida.
No puedo construir un camino donde quede garantizado
que yo consiga todas las metas que me proponga, pero si puedo elegir el que
vaya en la misma dirección que el propósito que decidí para mi vida.
Cuando yo, mi camino y mi rumbo coinciden, siento la
satisfacción de estar en camino, sereno, encontrado y satisfecho.
Cuando el camino es correcto se tiene la certeza de
no estar perdido, se siente la satisfacción de saber que uno ha encontrado el
rumbo.
El propósito de nuestra vida ha de ser claro para
poder tomar la decisión correcta. Porque estaremos actuando para dotarnos de
algo permanente, con una actitud que supone “moverse hacia” en lugar de
alejarse, esto es, abrazar la vida en lugar de rechazarla.
Cada vez que estoy haciendo algo que conduce hacia
situaciones que disfruto o disfrutaré, me siento feliz, aunque no este
disfrutando en ese momento, porque me basta con saber que estoy en camino.
Ser feliz no quiere decir necesariamente estar
disfrutando, sino vivir la serenidad que me da saber que estoy en el camino
correcto hacia algo placentero, disfrutable, hacia algo que tiene sentido para
mi.
Darle un sentido a mi vida significa decidir para
que vivo. Y una vez decidido el propósito, por favor, se capaz de dar tu vida
por él. Se capaz de encolumnar tu camino tras ese propósito y no dejes que nada
te distraiga.
Se fiel a ti mismo, no solo porque eso es parte del
camino hacia la felicidad, sino porque es la única manera de vivir una vida
que, como digo siempre, valga la pena.
Hay que ser capaz de dar la vida por algo, aunque
mas no sea por lo más importante de ella, cualquier cosa que sea. No
muriéndose, que es fácil, sino viviendo para eso. Darle sentido a tu vida,
darle a la vida una vuelta de tuerca.
Tal vez ni sepas por dónde empezar a buscar el
camino, pero lo que importa es no detenerse. Que no te quedes parado esperando
que el camino se ilumine… Que no te quedes parado esperando que alguien venga a
buscarte… Que no te quedes parado esperando que el sentido de tu vida llegue a
tu vida.
En el camino que transitamos hacia una vida
autentica, habrá momentos penosos y encontraremos miles de obstáculos. Pero si
no me animo a sobrellevar esas penas y a superar estos obstáculos, quizás me
quede a mitad de camino.
Esto que escribo suena verdadero porque lo escribo
así, comprometidamente. Pero tu compromiso es preguntarte: “Eso que escribió esta
otra persona te parece cierto… será cierto?”
Tu compromiso es no dejarte engañar, tu compromiso es desconfiar de “los
que saben”, tu compromiso es cuestionar cada cosa y ratificarla o no.
El desafió ahora es aceptar que tu camino está lleno
de condicionamientos que muchas veces te impiden ser quien eres; comprometerte
a limpiar el camino permanentemente; conectarte con la humildad de quien acepta
que para esa tarea puedes necesitar ayuda.
Jorge Bucay