En los procesos de docencia y aprendizaje, la
sinonimia entre las
acepciones instrucción, enseñanza y educación,
tiende a ser recurrente,
tendencia que se ve reflejada incluso en los
diccionarios de la lengua española.
Sin embargo, en su raíz etimológica hay diferencias
que son válidas para
entender los procesos iniciáticos que caracterizan a
la Masonería.
La instrucción, del latín instructĭo, es un concepto
análogo a
construcción, según lo indicaba San Isidoro de
Sevilla, en sus “Etimologías”
correspondiendo a la primera fase de todo proceso
iniciático - el de la
construcción del individuo -, donde se establecen
las referencias ordinales,
conductivas, del recipiendario, constituyendo la
formación en el sentido
exacto, pues mediante ella se formaliza la
conciencia, es decir, se produce una
proceso de internalización de las referencias básicas
a partir de las cuales se
desarrollará la individualidad.
La enseñanza, en tanto, proveniente del latín insignāre,
es decir,
señalar textualmente "dar o poner un
signo", "dar un ejemplo". La base del
término es la raíz indoeuropea sekw, con el
significado de "seguir". Signum,
elemento principal de insignāre, remite al sentido
de "signo", "señal", "marca"
que se sigue para alcanzar algo. El
"signo" es "lo que se sigue". De modo que,
lo que se da en el enseñar es un signo, una señal a
ser descifrada
A la conciencia formada, ya construida, se le dan señales, referencias de inspiración y
estímulo, pero, también, elementos de identificación y externalización, es decir,
señaléticas que permiten una identificación.
Por último, la educación, proviene del latín educatĭo,
relacionada con
la acepción “educare”, que significaba “extraer
aquello que está adentro”.
Recordaba Ortega y Gasset que los latinos llamaban eductio o educatio a
la
acción de sacar una cosa de otra, o la acción de
convertir una cosa menos
buena en otra mejor. En consecuencia, colegía por
educación el conjunto de
actos humanos que tienden a transformar la realidad
dada en el sentido de un
ideal. El educando tiene entonces la capacidad de
vincular el aprendizaje
recibido con su potencialidad creadora.
Las tres etapas implican acceder a grados específicos
de
conocimientos: los necesarios para formalizar la
conciencia, los requeridos
para desarrollar una relación social, y los exigidos
para potenciar la capacidad
creadora individual. Cada una de esas acepciones
representa una fase distinta
en la vida iniciática, en su contexto simbólico,
pues, instrucción, enseñanza y
educación, son la equivalencias a los grados
Primero, Segundo y Tercero,
respectivamente, donde se adquieren conocimientos
que apuntan a objetivos
específicos en estados diferentes de conciencia.
Trazados "Entre Columnas " Sebastian Jans