La Comedia de Dante Alighieri, que
posteriormente sería conocida como “Divina”, a lo largo de sus tres grandes
libros –Infierno, Purgatorio y Paraíso-, divididos a su vez cada uno de ellos
en sus 33 cantos, con excepción del Infierno que tiene un canto adicional, es
la mejor semblanza del camino que ha de recorrer el profano para poder
posteriormente comenzar con su ascenso hacia un estado superior de conocimiento
propio y, por esa vía, de conocimiento del universo que lo rodea.
Dante en su muy conocida obra
indica primero el camino podredumbre en el que nos encontramos cuando iniciamos
nuestra travesía, como nos asusta el siquiera pensar en lo que puede haber
delante de nosotros, de ahí que se deba invocar la ayuda de un guía, un ser que
ya ha pasado por tales ministerios y que a través de su figura no nos facilita
el paso, pero nos anima y fortalece nuestro carácter para que podamos comenzar
con tal tarea. Es en ese escenario que aparece Virgilio, poeta de gran renombre
que si bien no se encuentra en el Paraíso, como que aún él mismo anhela poder
descansar en él, es el que nos guía a través de nuestro ascenso, ascenso que,
primero, ha de comenzar con el descenso a lo más profundo del Infierno, lugar
en el que se debe enfrentar el futuro Aprendiz a reconocer primero lo que hay
de malo, no en el mundo, eso ya será un conocimiento que posteriormente se
alcanzará, sino en él mismo. Y es que este auto -conocimiento que inicia con el
descenso por los nueve círculos del infierno permite hacer un auto-análisis del
estado en el que nos encontramos como profanos, y permite realizar la primera
depuración de si estamos dispuestos a dejar tal mundo para buscar uno más
elevado.
Del libro del Infierno, además de
toda la simbología empleada por el autor en cada uno de sus círculos que sería
tema para tratar en una tesis autónoma y que escapa en la actualidad las
intensiones de la presente plancha y, más aún, de su autor, podemos extraer
ciertos apartes de relevancia de cara al paralelismo con la iniciación vivida
por el próximo Aprendiz Masón: además del empleo, al igual que Dante, de un Virgilio o guía que se encuentra al lado del futuro aprendiz como soporte en
cada una de las pruebas a pasar, la principal a vencer es derrotar el miedo
inicial, miedo muy humano por lo demás, en la medida en que nuestra naturaleza
es temerosa de lo desconocido, situación que requiere un mayor grado de
consciencia y auto-consciencia para dejar la comodidad infructuosa de la
costumbre, y adentrarnos en un camino que si bien puede llegar a ser tortuoso
es siempre más fructífero y que lleva al enaltecimiento de la máxima condición
humana, como lo es el intelecto.
El Infierno planteado por el autor
florentino describe el exceso de los placeres materiales humanos y sus
consecuencias en quien los profesa, algo similar a la muerte simbólica
realizada en el rito de la iniciación del Aprendiz masón, quien debe morir a
esos placeres profanos y mundanos, para poder, ahí sí, renacer y volver a ver
la luz, como cuando Dante a traviesa la totalidad del Infierno.
Pero conocer y afrontar nuestro
temores, para poder así renacer a la luz no es el pináculo de la iniciación,
hasta ahí solo se ha sentado una base de la cual se requiere del trabajo duro y
se confronta realmente la voluntad del ya aprendiz para poder continuar su
camino hacia los estados superiores del conocimiento humano. Es en este
escenario que continuamos por el Purgatorio, lugar intermedio, en el que
grandes personajes de la historia han quedados atrapados por diversos motivos y
que, inclusive, el mismo Virgilio es el máximo sitio al que pueden llegar. El
Purgatorio nos recuerda el trabajo constante y dedicado que se ha de tener para
poder buscar aspiraciones mayores, es el escenario en el que se encuentra el
Aprendiz, que mira hacia abajo, hacia el Infierno para recordarse hacia donde
puede caer si retoma la senda de los meros placeros, pero que a su vez puede
mirar hacia arriba y deleitarse con la idea de que con su trabajo se pueda
forjar un ingreso al Paraíso. Este este punto intermedio el que forja y diluye
al aparente masón del verdadero masón; es acá donde se divide al Aprendiz que
ingresa a la Hermandad por motivos profanos, del Aprendiz que ingresa con una
verdadera vocación por los más altos postulados del intelecto humano; transformándose
el que ingresó como Aprendiz a lo largo de este viaje en Compañero.
Y por último tenemos el Paraíso, la
tercera región ubicada en lo más alto de los escenarios, donde ya los que se
ubican son los maestros, representados los 33 grados de la masonería en sus 33
cantos, lugar este donde el intelecto humano haya su mayor apoteosis y mayor
desarrollo. Donde luego de ese viaje desde lo bulloso y ruidoso se logra llegar
a un estadio de plenitud y calma que permite discernir con la parsimonia y
agudeza que solo la experiencia y una mente clara otorgan.
Dante al realizar su obra no
pretendió explicar o describir un estado de ultratumba, busco a través del
esoterismo explicar y mostrar un estado actual del ser humano, así como su
proyección futura, tanto el Infierno, Purgatorio y Paraíso son estados mentales
del ser humano, y a través del camino propio de la iniciación masónica es que
podemos comenzar ese peregrinaje que con valentía y perseverancia nos hará
llegar al Paraíso intelectual soñado.
Es mi palabra V∴M∴
Recibid mi T∴A∴F∴
C.E.A.C.
Aprendiz Masón.