lunes, 21 de octubre de 2019

Secreto y Discreción



Secreto Masónico
Un masón debe abstenerse de divulgar todo aquello que pueda perjudicar a la Francmasonería o a sus miembros. Todos los miembros de la Orden están solidarizados por un formal contrato de reciprocidad. Tienen obligaciones los unos para con los otros y para cumplirlas es indispensable que se puedan distinguir de los profanos. Los medios de reconocerse deben, pues, ser objeto del secreto más absoluto. En cuanto al detalle de los ritos que se practican en el seno de los templos masónicos es prohibido hablar de ellos afuera. Los espíritus superficiales no podrían sino tomarlos como pretexto para ridiculizar a la Francmasonería. En este sentido no hay que arrojar perlas a los puercos.
El formulismo del ritual masónico no ha permanecido, por lo demás, en absoluto secreto. Ha sido divulgado en numerosas obras aparecidas desde los comienzos del último siglo. Pero a este respecto no se puede hacer conocer sino el lado material de nuestras prácticas. El “esoterismo” no es susceptible de ser divulgado. La disciplina del silencio llevaba a los antiguos masones a no contestar las calumnias de que eran objeto. Ellos esperaban estoicamente que luciera la verdad, ella triunfa siempre y necesariamente, como lo da a entender la vieja máxima: Obrar bien y dejar murmurar. El pensamiento es además en si mismo una fuerza que actúa en el exterior de una manera misteriosa. El, puede influenciar la voluntad de otro sin expresarse por escrito ni de palabra. Esto es lo que revela el estudio de las leyes ocultas del pensamiento. El Iniciado, conocedor de estas leyes, se dedica a callarse, se concentra a fin de imprimir a sus ideas una tensión más alta. Es un conspirador que dispone del más potente de todos los medios de acción: el pensamiento dirigido con pleno conocimiento de causa. Pero en estas materias conviene unir el ejemplo al precepto y no infringir, porque no está permitido, la ley del silencio.

Discreción Masónica 
Privarse de hablar, para limitarse a escuchar, es una excelente disciplina intelectual cuando se desea aprender a pensar. Las ideas se maduran por la meditación silenciosa, que es una conversación consigo mismo. Las opiniones razonadas son el resultado de debates íntimos que se empeñan en el secreto del pensamiento. El sabio piensa mucho y habla poco. Un masón joven debe, pues, en general, mostrarse muy reservado. Le está privado todo proselitismo intempestivo. No hay peor error que la verdad mal comprendida. Hablar para hacerse entender mal es a la vez peligroso y nocivo. Es preciso, pues, que siempre nos pongamos al alcance de los que nos escuchan. Tratar de asombrar exponiendo ideas atrevidas es esencialmente antimasónico. ¿Para qué escandalizar a los espíritus tímidos? Las inteligencias deben estar preparadas para que reciban la luz: una brusca claridad, ciega en vez de iluminar. Cuando cae de sus ojos la venda simbólica el Iniciado ha podido constatar que el deslumbramiento produce una sensación dolorosa. Estemos, pues, atentos a no herir ninguna convicción sincera. Escuchemos a todos con benevolencia sin hacer cuestión de nuestra manera de ver. Tenemos que formar nuestra opinión ya este fin nos es ventajoso oír a los abogados de las causas más contradictorias. Aprendamos a juzgar sin el menor prejuicio, así llegaremos a ser pensadores independientes o libres pensadores en el verdadero sentido de la palabra.

OSWALD WIRTH