"La rutina es un esqueleto fósil cuyas piezas resisten a la carcoma de los siglos. En su orbita giran los espíritus mediocres. Evitan salir de ellas y cruzar espacios nuevos; repiten que es preferible lo malo conocido, que lo bueno por conocer. Acostumbrados a copiar escrupulosamente los prejuicios del medio en que viven, aceptan las ideas de la sociedad, como esos enfermos del estomago inservible que se alimentan con substancias ya digeridas en los frascos de las farmacias. Su impotencia para asimilar nuevas ideas los constriñe a frecuentar las antiguas. La rutina es síntesis de todos los renunciamientos, es el hábito de renunciar a pensar. En los rutinarios todo es menor esfuerzo; la acidia derrumba su inteligencia. Los rutinarios razonan con la lógica de los demás. Disciplinados por el deseo ajeno, acojonándose en su casillero social. Son dóciles a la presión del conjunto y maleables bajo el peso de la opinión publica que los achata como un inflexible laminador. Reducidos a vanas sombras, viven del juicio ajeno, se ignoran a si mismos, limitándose a creerse como los creen los demás. Carecen de buen gusto y de aptitud para adquirirlo. Pasan indiferentes junto una madona del Angélico o a un retrato de Remdbrant. No estudian, prefieren confiar en la ignorancia para adivinarlo todo, no tienen afán de perfección, y no poseen existencia de ideales. Sancho Panza es la encarnación perfecta de esta animalidad humana, resume en su persona las más conspicuas proporciones de tontería, egoísmo y salud. El resol de la originalidad ciega al hombre rutinario, y huye de los pensadores alados. Todos los rutinarios son intolerantes, su exigua cultura los condena a serlo. No se corrigen ni se desconvencen nunca; sus prejuicios son como los clavos: cuando más se golpean, más se adentran.
La caja cerebral del hombre rutinario es un alhajero vacío, no pueden razonar por si mismo, como si les faltara seso. “Viven una vida que no es vivir”. Crecen y mueren como las plantas. No necesitan ser curiosos ni observadores. Si la humanidad hubiera contado solamente con los rutinarios, nuestros conocimientos no excederían de los que tuvo el ancestral homínido… "
Q:.H:. José Ingenieros
La caja cerebral del hombre rutinario es un alhajero vacío, no pueden razonar por si mismo, como si les faltara seso. “Viven una vida que no es vivir”. Crecen y mueren como las plantas. No necesitan ser curiosos ni observadores. Si la humanidad hubiera contado solamente con los rutinarios, nuestros conocimientos no excederían de los que tuvo el ancestral homínido… "
Q:.H:. José Ingenieros
*Extracto de su libro "El Hombre Mediocre" publicado en Buenos Aires, Argentina en 1911.La obra trata sobre la naturaleza del hombre, oponiendo dos tipos de personalidades: la del hombre mediocre y la del idealista, analizando las características morales de cada uno, y las formas y papeles que estos tipos de hombres han adoptado en la historia, la sociedad y la cultura.