martes, 21 de diciembre de 2010

LA INICIACIÓN


¿Cómo conocer las aguas del vertiginoso caudal ideológico que envuelve a la Iniciación? ¿Las observamos desde la orilla? ¿Tomamos un sorbo del remanso que llega a nuestro lado? ¿Nos mojamos los pies, las manos, la cara y salimos? Ninguna de estas actitudes cumple con las intenciones de esta ceremonia: con la Iniciación el profano debe lanzarse de lleno al medio del caudal. Sentir el frío impactante del eterno misterio y la fuerza arrolladora de su irresistible corriente. Convertirse en el río mismo, transmutarse en su propia esencia. Ingresar de hecho, al ámbito del ESOTERISMO.
"Esoteriko" es la definición griega para "interior". No el simple interior físico, espacial. Sino el esencial, el espiritual. El esoterismo es un remolino, una fuerza centrípeta que nos permitirá extraer la información intrínseca en los objetos y en las interacciones del mundo físico. Pero también nos ayudará a analizar pensamientos, sentimientos, deseos, principios y actos de fe. Y al presentar frente a nosotros esos elementos, en su unicidad y desnudez primaria, nos permitirá trabajar con cada uno de ellos en forma de abstracciones. Ahora esa materia, esas fuerzas, esos. pensamientos, son ideas. Y como tales, exigen una metodología totalmente distinta a la que emplea la química, la física o la psicología en sus análisis. La metodología que los masones aplican al tratamiento de estas ideas, es la de los símbolos.
El diccionario define a los símbolos como "objetos sensibles que se toman para representar un concepto". La enseñanza simbólica que aplica la masonería tiende a la fijación de los mismos mediante la repetición pero su comprensión exige un estudio profundo de cada uno de sus elementos. Para que primero sea la mente la que capte el significado del símbolo y luego sea el corazón el que responda intuitivamente a su llamado.
Con los símbolos se corporizan los entes abstractos. Ellos conforman un verdadero lenguaje criptográfico que los masones van transmitiendo de generación en generación, formando una montaña cada vez mas alta de verdades trascendentales. Esta es la doctrina masónica. Es a ella a la que se denomina la Gran Obra, porque en la Edad Media los constructores de las grandes catedrales no ejercían su oficio como un fin en sí mismo, sino como ofrenda al Gran Arquitecto del Universo. ("Mason" en inglés o Maçon en francés = constructor, albañil). Su objetivo no era levantar bóvedas a cielo sino acercar su espíritu a la perfección.
Al igual que las Tablas de la Ley con sus dos caras: aquella que se muestra a los profanos, con las reglas básicas de comportamiento. Y la otra donde se oculta la doctrina superior, a la que solamente es posible llegar a través de incontables etapas intelectuales y de profundas vivencias del espíritu.
Ellas hacen posible el renacimiento a una vida superior. Pero no sin antes enterrar los restos de la vida profana. Y así como el Ave Fénix, volver a una nueva vida a partir de sus cenizas. Esas cenizas son el material profano del cual nacerá el Masón. Pero así como en la naturaleza nada se pierde y nada se crea, en el profano que aspira ingresar a la Orden deben exigirse tres condiciones: que sea ilustrado para que tenga la posibilidad de elegir entre el camino de la verdad y el de la sinrazón; que sea de buenas costumbres para que, - sabiendo distinguir entre el bien y el mal, - pueda luchar contra éste y seguir un recto camino en su propio beneficio y en el de los demás; y que sea libre, con lo que podrá cumplir con los dos objetivos anteriores.
R:.H:. José Schlosser