jueves, 9 de diciembre de 2010

La Iniciación y el Iniciado



He aquí lo que ha dicho al respecto el H:. Oswald Wirth: “La iniciación masónica tiene como fin el iluminar a los hombres, a fin de enseñarles a trabajar útilmente, en plena conformidad con las finalidades mismas de su existencia. Ahora bien, para iluminar a los hombres, hay que despojarlos primero de todo lo que puede impedirles ver la Luz. Esto se consigue sometiéndolos a ciertas purificaciones destinadas a eliminar las escorias heterogéneas, de la opacidad de las envolturas que sirven de cortezas protectoras al núcleo espiritual humano. Una vez que estas devienen límpidas, su transparencia perfecta deja penetrar los rayos de la Luz exterior hasta el centro consciente del iniciado. Entonces todo su ser se satura de ella progresivamente, hasta que se convierta paulatinamente en un Iluminado en el sentido más elevado de la palabra, un Adepto, dicho de otra forma, transformado en adelante él mismo en una fuente irradiante de Luz.
La Masonería no está hecha a la medida de las ilusiones del neófito. Si éste ha esperado un renuevo completo de su personalidad en forma de una muestra gratuita ofrecida a todo el que entra, se ha equivocado. Le damos la Luz, le damos las herramientas para trabajar y le enseñamos la Piedra Bruta. Lo demás es asunto suyo. Tiene que trabajar constantemente y con esmero para recibir su salario y éste se le da según la cantidad y calidad de su trabajo.
Si la Masonería fuera lo que quisieran los que se quejan de no encontrar nada en ella, será el exacto equivalente de las múltiples sociedades de beneficencia cuyo principal objeto consiste en procurar que los retratos de sus miembros aparezcan periódicamente en la prensa con cualquier pretexto. Todas estas satisfacciones de ego y de amor propio, todos estos objetos de ilusiones y esperanzas irracionales la Masonería nos lo ofrece; de ahí que aquellos que no buscan más que esto, no encuentran nada.
Todos los antiguos manuscritos masónicos concuerdan al señalar el perfeccionamiento del hombre, el del simple individuo, como único y principal objetivo de la Francmasonería. Las pruebas iniciáticas, los viajes simbólicos, el trabajo del aprendiz y del compañero tienen un carácter manifiestamente individual y no colectivo.
Como lo expresa nuestro Q:.H:. Mozart en "La Flauta Mágica": "En estos sagrados recintos no se conoce la vergüenza, y si un hombre ha caído en falta, el amor le guía por la senda del deber, y es llevado por una mano amiga alegre y contento, hacia un mejor destino. En estos sagrados muros, donde los hombres fraternizan, ningún traidor acecha, porque el enemigo es personado, a quien estas enseñanzas no complazcan, no es digno de ser considerado Hermano".