La Piedra Bruta tiene el origen de su simbolismo en las leyendas de los masones de la Edad Media, constructores de catedrales y otros edificios públicos y privados, agrupados gremialmente desde la época de los “Colegios Romanos” instaurados por Numa Pompilio mucho tiempo antes. Para construir un edificio gótico, se necesitaba de canteros capaces de transformar las piedras brutas en piedras pulidas, hermosas, perfectas y adecuadas a cada parte de la Obra. Esta labor requería de un largo período de aprendizaje, ritmado por una jerarquía piramidal bien definida constituida desde entonces por aprendices, compañeros y maestros, cada grado con sus tareas, derechos y deberes claramente establecidos, ritos precisos y secretos guardados en cuanto a las enseñanzas comunicadas. Los obreros, llamados también masones “operativos” para distinguirlos de los “especulativos”, se reunían en las Logias, talleres construidos al lado de la obra que les servían para deliberar sobre distintos aspectos del Arte, pagar salarios, protegerse de las inclemencias del tiempo o clima.
Cuando a principios del siglo XVIII la Masonería deja de ser “operativa” y se vuelve “especulativa”, los símbolos más representativos del Arte de la Construcción crean la base del simbolismo y la filosofía masónicos.
En este contexto, la Piedra Bruta ha sido el símbolo por excelencia del Aprendiz Masón y más aún, del comienzo del trabajo iniciático. Esta piedra está ubicada dentro del Temp:. al pie de la Col:. del N:., la columna de los AAp:., quienes tienen la misión de librarla de sus asperezas e imperfecciones para llegar a transformarla mediante el empleo de sus herramientas en una Piedra Cúbica, sólida, bella y perfecta.
El Aprendiz al ser iniciado, es -como la Piedra Bruta- arrancado de las entrañas de la tierra y colocado en la pura desnudez de su individualidad junto a sus iguales, a fin de lograr un objetivo común: la construcción del Templo. Sin embargo, lo que cabe resaltar aquí es que el Aprendiz es al mismo tiempo materia prima, obrero y obra de sí mismo, sujeto, objeto y medio de expresión de la noble labor masónica.
El símbolo de la Piedra Bruta, complementado con el del Martillo y del Cincel para desbastarla, es ante todo, representativa del objeto del trabajo del primer grado y aunadas la materia prima y herramientas, el mandil y los guantes constituyen el emblema del Trabajo, que materialmente es la base de toda sociedad, medio indispensable de expresión de la Libertad, la Fuerza de Voluntad y el Talento propios del Ser Humano. Sin trabajo, no se tiene pan para comer. Sin trabajo, el ocio empuja hacia el Vicio. Pero el trabajo va también en el sentido iniciático: La Piedra Bruta nos enseña que lo que nos espera desde el momento de ser iniciados es el trabajo sin fin sobre nosotros mismos, a fin de ser cada vez mejores, menos imperfectos, más útiles a la Gran Obra de la Construcción del Edificio del Género Humano.
Sacar la Piedra Bruta de la tierra, tal como sucede con el aspirante durante la ceremonia de Iniciación, implica dar el primer paso hacia la Virtud, al reconocer su estado de imperfección, pero al mismo tiempo teniendo la firme intención de vencerse a sí mismo, de transformarse positivamente en alguien mejor. Decidirse a cambiar, a ser un verdadero masón, a cumplir mis juramentos o promesas, sacar la Piedra Bruta de la tierra, colocarla en el taller y desbastarla con la ayuda solidaria de los demás, ese es el Real Trabajo del Aprendiz.
Cuando a principios del siglo XVIII la Masonería deja de ser “operativa” y se vuelve “especulativa”, los símbolos más representativos del Arte de la Construcción crean la base del simbolismo y la filosofía masónicos.
En este contexto, la Piedra Bruta ha sido el símbolo por excelencia del Aprendiz Masón y más aún, del comienzo del trabajo iniciático. Esta piedra está ubicada dentro del Temp:. al pie de la Col:. del N:., la columna de los AAp:., quienes tienen la misión de librarla de sus asperezas e imperfecciones para llegar a transformarla mediante el empleo de sus herramientas en una Piedra Cúbica, sólida, bella y perfecta.
El Aprendiz al ser iniciado, es -como la Piedra Bruta- arrancado de las entrañas de la tierra y colocado en la pura desnudez de su individualidad junto a sus iguales, a fin de lograr un objetivo común: la construcción del Templo. Sin embargo, lo que cabe resaltar aquí es que el Aprendiz es al mismo tiempo materia prima, obrero y obra de sí mismo, sujeto, objeto y medio de expresión de la noble labor masónica.
El símbolo de la Piedra Bruta, complementado con el del Martillo y del Cincel para desbastarla, es ante todo, representativa del objeto del trabajo del primer grado y aunadas la materia prima y herramientas, el mandil y los guantes constituyen el emblema del Trabajo, que materialmente es la base de toda sociedad, medio indispensable de expresión de la Libertad, la Fuerza de Voluntad y el Talento propios del Ser Humano. Sin trabajo, no se tiene pan para comer. Sin trabajo, el ocio empuja hacia el Vicio. Pero el trabajo va también en el sentido iniciático: La Piedra Bruta nos enseña que lo que nos espera desde el momento de ser iniciados es el trabajo sin fin sobre nosotros mismos, a fin de ser cada vez mejores, menos imperfectos, más útiles a la Gran Obra de la Construcción del Edificio del Género Humano.
Sacar la Piedra Bruta de la tierra, tal como sucede con el aspirante durante la ceremonia de Iniciación, implica dar el primer paso hacia la Virtud, al reconocer su estado de imperfección, pero al mismo tiempo teniendo la firme intención de vencerse a sí mismo, de transformarse positivamente en alguien mejor. Decidirse a cambiar, a ser un verdadero masón, a cumplir mis juramentos o promesas, sacar la Piedra Bruta de la tierra, colocarla en el taller y desbastarla con la ayuda solidaria de los demás, ese es el Real Trabajo del Aprendiz.