viernes, 15 de octubre de 2010

EL TEMPLO INMATERIAL


Las bases del Templo Inmaterial son las virtudes, por eso los Masones construimos catedrales interiores con las piedras que nos lanzan las turbas en el camino de la vida. Es esa la única y gran fuerza que ha permitido a la Masonería soportar los embates de la barbarie de los tiempos.
¿Pero, como construir un Templo Inmaterial de esa magnitud?
Esa interrogante encuentra respuesta en el conocimiento sincero del iniciado en sus flaquezas, es decir de su lado oscuro, porque quién no reconozca el mal que existe en él, será como el triste avestruz que esconde su cabeza en un hueco ante el inminente peligro.
He escuchado y he visto masones reconocer sus errores, que van desde la ira hasta la maledicencia, no obstante, y a pesar de una efectiva resolución de enmienda, han vuelto a caer pero se han levantado nuevamente. Estos reconocen la verdad que existe en ellos, solo quién reconozca esa verdad podrá aspirar a ser libre.
El conocimiento de la verdad inciática obliga al Masón a reflexionar, a no fracturar las alas del espíritu, a hurgar en los recovecos de su ser para eliminar esas arenas movedizas del mal que impiden una base sólida para la edificación del Templo Inmaterial.
Los Masones somos imperfectos, no basta decirlo sino recocerlo, esa es la verdad y es que ningún Templo que sea erigido al G:.A:.D:.U:. puede asentarse sobre la mentira y la falsedad.
La lucha entre el bien y el mal es intensa, son enormes perturbaciones internas, es el pecado que nos ata, es la virtud que desata. Bien lo resalta nuestro hermano Goethe cuando Mefistófeles* tentaba a Fausto y éste último respondía:
“Dos almas hay de mí se dividen mi seno,
y cada una quiere separarse de la otra: la una
encendida de amor se apega al mundo por
medio de los órganos del cuerpo; un movimiento
sobrenatural arrastra a la otra lejos de las
tinieblas, hacia las altas moradas de los abuelos".
Es un caos que mora dentro del ser y el iniciado siente con mayor énfasis esa crítica situación, siempre y cuando tenga el valor de conocer su verdad interna.
Para construir el Templo Inmaterial se necesita voluntad, constancia, como la gota de agua: que si perfora la roca no es por la fuerza, sino por su persistencia.También se requiere tiempo y aquí vale introducir el viejo adagio: “tres años no bastan para transformar una semilla en un gran ciprés”. Que cada masón escuche el sonido de esa voz interior que ha de derribar esos muros inexpugnables de la pasión, del mismo modo que los Judíos, aferrados a la dura roca de la fe, derribaron con sus trompetas dramáticas los murallas de Jericó. Sobre esas ruinas ha de surgir la Luz, ese hermoso Templo Inmaterial.
R:.H:. Ciro Ortega
Gran Logia de Panamá
*Mefistófeles era el demonio, que en forma de hombre, incitaba a Fausto a ser víctima infeliz de las pasiones al seducir a una doncella de nombre Margarita.