miércoles, 13 de mayo de 2009

CONÓCETE A TI MISMO

Hace ya más de veinticinco siglos, Tales de Mileto afirmaba que la cosa más difícil del mundo es conocerse a uno mismo.
En el pórtico del templo de Delfos podía leerse aquella famosa inscripción socrática “Nosce te ipsum" (gnosei seauton) conócete a ti mismo. Con esta frase se enfrentaba aquel que visitaba el Oráculo de Delfos para consultar el futuro.
Conocerse bien a uno mismo representa un primer e importante paso para lograr ser artífice de la propia vida, y quizá por eso se ha planteado como un gran reto para el hombre a lo largo de los siglos. Así se describe claramente la preocupación que todo ser humano debe tener y cumplir diariamente. No considero que exista frase más válida que esta para describir el primer ejercicio que cualquiera persona debe realizar para saber qué quiere hacer con su vida en el plano personal muy interior.
Conocerse a uno mismo significa analizar muchos aspectos. Implica reflexionar con profundidad y determinar qué cualidades y defectos tiene o de cuáles carecen, qué objetivos o metas quiere lograr, cuanta trascendencia quiere tener… Implica, en esencia, ser analítico y autocrítico. Implica ser crudo y realista, pero a la vez soñador e idealista.
La observación de uno mismo permite separarse un poco de nuestra subjetividad, para así vernos con un poco de distancia, como hace el pintor de vez en cuando para observar cómo va quedando su obra.
Observarse a sí mismo es como asomar la cabeza un poco por encima de lo que nos está ocurriendo, y así tener una mejor conciencia de cómo somos y qué nos pasa.
Hay tantas cosas que descubrir dentro de uno. Las fortalezas, las debilidades, la inteligencia (abstracta, emocional, intersocial, etc.), las pasiones (miedo, esperanza, dolor, placer)...
Pero lo más interesante de esta aventura del autoconocimiento es que no es 100% estático. Una parte de él es constantemente cambiante y nos exige que nos mantengamos alerta a los cambios que sufre nuestro exterior pero en forma mas importante en nuestro interior.
Descubrir qué partes pueden cambiar mucho y qué partes van evolucionando (a mejor, a peor, a más moderado, a más radical, etc.) es una de las experiencias más bonitas de la vida y ayuda a que aceptemos más y no soñemos más de lo normal.
Vemos el mundo desde un punto de vista que cambia con el tiempo. Si estamos abiertos a que este punto de vista cambie, podremos estar más cerca de vivir en paz con nosotros mismos y por ende con nuestro entorno. Si nos resistimos ante los cambios que sufrimos, podemos llegar a quebrarnos por dentro y vivir decepcionados.
El discernimiento de sí mismo implica una tarea ardua, más no imposible. Se trata de una confrontación hacia dentro, con el yo oculto que hace a cada ser humano único. Un análisis de lo propio que nos coteja, pone en juego a nuestra racionalidad con el “ser divino”, ese espacio que nos confiere la cualidad que nos separa de cualquier especie animal: “alma”. No sólo porque conocernos implica enfrentarnos a nuestras pasiones y miedos, sino a una comprensión de lo grandioso y a la vez ínfimo que puede resultar nuestro paso por el mundo. El ser humano en posesión de su auto conocimiento está en capacidad de alternar con otros, comprenderles y a su vez, descifrar la realidad que le circunda.
El viaje de la vida no es otro que el del “Nosce te ipsum” (Conócete a ti mismo).
Conocerte, saber quién eres y especialmente quién no eres, es fundamental para que logres alcanzar tu mayor potencial como ser humano. Pero de nada te servirá saber quién eres si no obras en consecuencia, pues estás aquí para desarrollar al máximo tu potencial interior.