Un iniciado, no te lleva la
contraria. Te hace entrar en razón a partir de preguntas sutiles que te hagan
pensar en los aspectos que no conoces sobre el tema.
Un iniciado habla poco, no pide
nada y da mucho.
Un iniciado no piensa en sí mismo,
sino en otros.
Un iniciado pelea con mansedumbre y
defiende con ferocidad a los débiles.
Un iniciado no hace mención de los
misterios sagrados, los practica en su andar.
Un iniciado no juzga el
comportamiento de nadie, mira con compasión a los demás.
Un iniciado convierte su vida en un
sacrificio de amor voluntario.
Un iniciado no pregunta, ¿por qué a
mí?, sino guarda silencio, asimila la situación, identifica el karma y así lo
paga con servicio y lo transforma en bendición.
Un iniciado sirve a otros, sin
esperar que ser servido.
Un iniciado saluda con alegría y
una sonrisa producto de su eterno gozo interno, y da la mano apretándola con
afecto.
Un iniciado se olvida de sus
necesidades y piensa en dejar a otros bien atendidos.
Un iniciado no siente asco de
servir a los enfermos, porque sabe que todos los seres humanos son iguales
cuando necesitan ayuda, cuando están enfermos o heridos.
Un iniciado no ve la vejez como una
molestia sino como la antesala a la graduación de la vida.
Un iniciado es un ser que busca la
luz dentro de sí mismo y la encuentra también en otros.
Que hoy puedas reconocer al
iniciado que traes en ti, de otras vidas y despiertes a tu luz...