jueves, 19 de abril de 2018

A LOS NUEVOS INICIADOS




QQ HH:
Al iniciaros en sus Misterios, la Francmasonería ha querido hacer de vosotros hombres escogidos, sabios o pensadores, elevándoos por sobre la masa de los seres que en nada piensan. No pensar, es consentir en ser dominado, conducido, dirigido y tratado comúnmente como una bestia de carga. Es por sus facultades intelectuales que el hombre se distingue del bruto. El pensamiento lo vuelve libre, y le da el imperio del mundo. Pensar es reinar. 
Pero el Pensador ha sido siempre una excepción. En otro tiempo cuando el hombre tuvo ocasión de abandonarse al recogimiento, se perdió en el sueño; en nuestros días, cae en un exceso contrario; la lucha por la vida lo absorve, hasta el punto que no le queda tiempo para meditar con calma y cultivar el  Arte supremo del Pensar. Pues, este Arte, llamado el Gran Arte, el Arte Real o el Arte por excelencia, le corresponde a la  Francmasonería el hacerlo revivir entre nosotros.
La intelectualidad humana no puede continuar debatiéndose entre dos enseñanzas que excluyen la una y la otra el pensamiento: entre la Iglesia, basada en la fe ciega; y las escuelas, que sentencian los dogmas de nuestras nuevas creencias científicas.
Ahora que todo conspira para evitar a nuestros contemporáneos la pena de pensar, es indispensable que una institución poderosa haga revivir el estandarte de las tradiciones que se olvidan.
Nos faltan pensadores, y no es nuestra enseñanza universitaria la que puede formarlos. El pensador no es el hombre que sabe mucho. No debe tener la memoria sobrecargada de recuerdos embarazosos. Es un espíritu libre, que no tiene necesidad ni de catequizar ni de adoctrinar. El pensador se forma por sí solo, es hijo de sus obras. La Francmasonería lo sabe, y evita inculcarle dogmas. Contrariamente a las Religiones, no pretende estar en posesión de la verdad. La Masonería no sólo se limita a ponerlo en guardia contra los errores (el error), sino que además se afana en que cada uno busque la Verdad, la Justicia y la Belleza. 
La Francmasonería repudia la fraseología y las fórmulas, con las cuales los espíritus vulgares se enseñorean para engalanarse de todos los oropeles de un falso saber. Quiere obligar a sus adeptos a pensar y da, en consecuencia, su enseñanza bajo el velo de las alegorías y de los símbolos. Invita, asimismo, a reflexionar a fin de que se apliquen a comprender y a descubrir.


Oswald Wirth – El Libro del Aprendiz