La Masonería proviene de una
iniciación de oficio derivada de las corporaciones de constructores medievales,
las que le han transmitido su estructura, grados iniciáticos y su simbólica
relacionada con el Arte de Construir. En toda Civilización tradicional
cualquier actividad humana es considerada como derivada de los principios
vigentes. Este vínculo provoca una "transformación" en la actividad
humana que pasa a integrarse en la tradición, constituyendo así, para aquel que
la realiza, un medio de participación efectiva en ella, lo que significa que
reviste un carácter estrictamente "sagrado" y "ritual".
La Masonería trabaja, simbólica y
ritualmente en la edificación del templo universal a la Gloria del Gran
Arquitecto, principio espiritual que dirige sus trabajos y cuya
"influencia" es transmitida en la iniciación al neófito.
Esta construcción es
simultáneamente interior y exterior; interior en cuanto el masón es él mismo un
templo en el que se manifiesta el espíritu, exterior en cuanto que es una
piedra del templo que levanta junto a sus hermanos de todos los tiempos
"extendidos sobre toda la superficie de la tierra".
Participar de esta Obra, ser obrero
activo en esta construcción requiere un aprendizaje del oficio, lo que incluye
el manejo de las herramientas y el conocimiento de las reglas correspondientes
que rigen la edificación; este aprendizaje constituye la base del trabajo
interior y supone una verdadera ascesis tendente a la obtención del
Conocimiento. Respecto al término "ascesis"
y su verdadero significado citaremos al hermano René Guénon: “La palabra ascesis designa
propiamente un esfuerzo metódico para alcanzar un cierto objetivo, y más
particularmente un objetivo de orden espiritual”.
El catecismo del Aprendiz define claramente
en qué consiste su trabajo que no es sino desbastar la Piedra Bruta, a fin de
despojarla de sus asperezas y acercarla a una forma en consonancia con su
destino.
Esa Piedra Bruta es el símbolo del
Aprendiz, la piedra que habiendo sido extraída de la cantera del mundo profano
es trasladada al Atrio del Templo, lugar donde trabajan los aprendices.
Desbastar la Piedra quiere decir
despojarse de los prejuicios, creencias, opiniones y valores que han sido
aprendidos y asumidos como propios a través de la educación, costumbres y
ambiente profanos, mundo al que en su proceso iniciático el Aprendiz debe morir
para renacer como Hombre Nuevo.
Para acometer semejante tarea, el
Oficio proporciona al iniciado tres herramientas esenciales; el Mazo, el Cincel
y la Regla de 24 pulgadas.
El Mazo simboliza la fuerza de la
voluntad, es el impulso de querer despojar a la Piedra de sus imperfecciones,
lo que implica que el Aprendiz debe reconocer y abandonar los múltiples egos
que dan forma a su individualidad, tan irreales e impermanentes los unos como
la otra.
Manejar el Mazo requiere destreza,
hay que aprender a graduar la fuerza y la intensidad del golpe. Golpear con
excesivo ardor puede hacer que la Piedra se rompa haciéndola inadecuada para su
colocación en el Templo, por el contrario golpear sin la suficiente fuerza
puede hacer imposible su desbastado. De la misma manera, golpear con mucha
rapidez puede llegar a fatigar al Aprendiz y hacerle errar la precisión
necesaria del golpe, realizarlo con lentitud puede hacerlo indolente y no digno
de pertenecer al oficio.
La segunda herramienta,
complementaria del Mazo, es el Cincel, símbolo de la inteligencia y el
discernimiento; dirige con precisión la fuerza del Mazo; relacionado con el
rayo es la Luz que golpe a golpe va penetrando en el corazón, disipando las
tinieblas de la ignorancia y ordenando el caos interior.
Para que el Cincel sea plenamente
efectivo es necesario que se mantenga perfectamente afilado mediante la
meditación y el estudio de los códigos simbólicos correspondientes.
El trabajo masónico requiere
paciencia y perseverancia, es un Arte que se practica las 24 horas del día, no
en vano se afirma que el masón lleva consigo su propia logia.
La Regla de 24 pulgadas, tercera de
las herramientas, es el símbolo de la Ley y la rectitud, es la norma que
permite al aprendiz realizar su trabajo "rectamente".
Guénon señala que la regla conlleva la noción de
ritmo, pues si se divide la Regla de 24 pulgadas entre dos, obtenemos dos de 12
pulgadas cada una, de las cuales, 12 se corresponderían con el ciclo ascendente
del día y doce con el ciclo descendente, por extensión día y noche, inspiración
y expiración… etc.
Dijimos al comienzo que todo Arte o
Ciencia tradicional reviste un carácter sagrado y ritual; si efectivamente el
trabajo del Aprendiz es fundamentalmente el realizado sobre la Piedra, este no
puede ser cumplido de cualquier manera, antes bien debe estar signado por ese
carácter sagrado y ritual, siendo la Plomada del Hermano Seg.·. Vig.·. quien le
indica cómo hacerlo.
Por un lado simboliza la dirección
y el sentido hacia donde debe dirigir su intención que no puede ser sino
vertical y hacia lo Alto, y por otro lado y simultáneamente, al estar
suspendida en lo alto y ser su sentido descendente simbolizando las influencias
celestes que fecundan las Tierras Vírgenes –el propio Aprendiz– le muestra la
actitud de perfecta receptividad que debe presidir su actividad, no dando nada
por sabido y estando abierto a toda posibilidad ofrecida por el propio proceso
iniciático.
En cuanto a los trabajos del
aprendiz lo primero es llevar la idea de rito a todos los ámbitos de la vida y
su cotidianidad personal, y lo segundo es saber que esto no debe realizarse
nunca de manera literal, de una forma lineal, sino que más bien se trata de
vivir al ritmo del compás cósmico, advirtiendo la sacralidad del entorno
físico-anímico derivado de un ser espiritual, tan invisible como inteligente.
La Logia Viva, Ed. Obelisco,
Barcelona, julio2006.