jueves, 16 de octubre de 2014

La Locura de ser un Quijote…

En la literatura Universal existen personajes que por sus características, se han constituido en arquetipos humanos cuya vigencia histórica y literaria es permanente. Es tal la fuerza de su personalidad, que su “realidad” la percibimos como si de seres irreales se tratase.
Don Quijote es uno de aquellos personajes. Creado por la pluma de Don Miguel de Cervantes Saavedra, da vida a la novela cuyo título original es “El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”.
No pretendo pues en estas líneas comentar las innegables y aclamadas cualidades de belleza y armonía de la obra o la solidez de la estructura conceptual de la misma.
Mi pretensión es acercarme al Quijote humano, al Quijote profundo, a aquel ingenioso hidalgo que página a página, llena nuestra alma de romántico anhelo por dedicar la vida a un Ideal y luchar y combatir por todo lo noble y todo lo bueno. ¿Dónde reside esa mágica fuerza que nos llena de respeto y admiración por aquel que enloqueció leyendo novelas de caballería y se lanzó a deshacer todo tipo de agravios y entuertos?
Todos aquellos personajes se encuentran en nuestro inconciente, interactuando e impulsándonos desde nosotros mismos o desde el entorno, a actuar y vivir según la manera como ellos son movidos o conmovidos. Por ello, conforme avanzamos en la lectura de la novela, mientras reímos con las divertidas complicaciones que se presentan, se va levantando una secreta admiración por aquel hidalgo que vio transfigurada a una humilde campesina en su Dama Dulcinea del Toboso. Y así vamos, poco a poco, haciéndonos partidarios de Don Quijote, y sin darnos cuenta despertamos un dormido idealismo con más y más fuerza, hasta que acabada la lectura deseamos intensamente que el Caballero de los Espejos sea derrotado por nuestro héroe. Porque ya para entonces hemos casi descubierto la espléndida vida del ingenioso hidalgo y la triste existencia de los cuerdos, que pugnan por hacerle entrar en razón, para que abandone esas locuras de Damas y Caballeros, y retorne a su casa a llevar una vida apacible, lejos de las aventuras, de los riesgos, del entusiasmo y todo motivo profundo de vivir y morir.
Este es el idealismo del Quijote  aquel rasgo que le llevó a luchar por todo lo justo y bueno en el mundo, a pesar de que dudaran de él las personas “cuerdas y sanas” a su alrededor.
En psicología se conoce que el ser humano posee un subconsciente en el cual duerme un potencial; se explica que dicho potencial se expresa a través de arquetipos o valores que se pueden despertar en la medida que cada uno los vaya  descubriendo y los desarrolle.
Así, consideramos que el sentido profundo metafórico con que Cervantes representó al Quijote fue para despertar una de esas fuerzas dormidas en todos nosotros.
Si eres de aquellas personas que rechazan la ausencia de valores de nuestro mundo; si eres de los que sienten el dolor de los demás como propio y cuando has tratado de hacer algo por otros, alguien cerca de ti te ha tratado de disuadir diciendo: “debes preocuparte de cosas más importantes”, “te vas a morir de hambre si solo piensas en eso”… entonces El Quijote está dirigido a ti.
Como Idealistas, en cambio, nos rebelamos contra ello. Porque no es locura vivir por un Ideal, ni locura creer en la existencia de Damas y Caballeros andantes o rendir culto al honor  y luchar por la justicia defendiendo a los pobres, a los necesitados y a los débiles.
“No es locura creer en Dios.”
“No es locura amar todo lo noble y todo lo bueno.”
“No es locura enfrentarse con los gigantes para convertirlos en molinos de viento.”
“No es locura en esta locura del mundo de egoísmo y violencia ser idealista.”
“No es locura seguir la divina enajenación de Don Quijote.”
“No es locura luchar apasionadamente por la construcción de un mundo nuevo y mejor.”
Si eres idealista el Quijote profundo está en ti.
Así Cervantes quiso trasmitirnos que el mundo necesita idealistas que logren persistir en sus convicciones. Aunque estemos en una Edad de Hierro, como decía el Quijote, solo se podrá mejorar el mundo mediante la entrega de los idealistas que creen en que se puede volver a reconstruir una Edad de Oro, si así se determinan a trabajar por ello.
El Quijote nos enseña a mantener una fe inquebrantable en nuestros ideales. En nosotros está el valor para superar el escepticismo de los tibios que nos rodean. Los “cuerdos” que acarician la apacible comodidad de una vida “normal”, sin mayores riesgos ni peligros, siempre tratarán de persuadirte… pero si despiertas al Quijote que hay en ti, dedicarás tu vida a cultivar todo lo noble y justo y quizá así alcanzar una verdadera felicidad, una paz interior.