lunes, 29 de septiembre de 2014

Etica de Sócrates


El centro del quehacer de la filosofía griega se desplazó de la periferia colonial a la metrópoli durante la segunda mitad del siglo V a.C. hasta el inicio de las guerras del Peloponeso. Atenas experimentó un periodo de paz y prosperidad que sirvió de marco para el desarrollo de nuevas corrientes de pensamiento. El interés por la explicación cosmológica de los fenómenos naturales empobreció y fue sustituido por un enfoque humanista; el hombre, entonces, pasó a ser el centro. Este especulación filosófica que hizo el cambio de perspectiva tuvo su origen en la aparición de los sofistas, quienes introdujeron la cuestión filosófica en la vida pública y la dotaron de un sentido práctico. Sin embargo, fue Sócrates la figura más eminente en este periodo decisivo para la consolidación definitiva de la filosofía como saber racional.
Sócrates adoptó el enfoque iniciado por los sofistas, es decir, el interés exclusivo por los asuntos humanos frente a las especulaciones cosmológicas tradicionales. Con toda seguridad, Sócrates dedicó parte de su tiempo a dilucidar cuestiones físicas; sin embargo, fueron la ética y el lugar del hombre en el mundo los exclusivos objetos de sus enseñanzas, hasta el punto de estar considerado como el inventor de la ciencia moral. En palabras de Cicerón, Sócrates “hizo bajar la filosofía desde el cielo, la estableció en las ciudades, la introdujo en los hogares y la convirtió en instrumento necesario para la investigación sobre la vida, la moral, el bien y el mal”.
La novedad del pensamiento socrático fue la afirmación del alma como centro definido de la personalidad intelectual y moral del ser humano. Siendo el objeto de Sócrates guiar a los hombres hacia el conocimiento interior, como medio de obtener la verdad moral, única e inconfundible, y latente en todos ellos.  En esa alma, afirma el pensamiento socrático, reside la virtud que permite al hombre obrar correctamente y alcanzar la felicidad. Sin embargo, los hombres, por lo general, la desconocen.
En consecuencia, la virtud consiste en conocer el bien; es lo opuesto a la ignorancia. Las malas obras no son cometidas a conciencia, sino por desconocimiento de la rectitud. Y Sócrates se autoproclama capaz de ayudar a los hombres en esa búsqueda de la verdad moral. La visión socrática identifica virtud y ciencia. En la ciencia (el conocimiento) lo que induce a obrar bien, y la ignorancia la causa del delito moral, siendo acusado de un grave intelectualismo.
Su idea de la virtud está recogida de modo más transparente en término  griego enkrateia, que significa dominio del alma sobre el cuerpo, autoridad de la razón sobre los instintos. Es este autodominio lo que otorga al hombre es libertad interior para desarrollar su comportamiento virtuoso. Por tanto, la ciencia como fuente de virtud moral no debe ser entendida como acumulación de conocimientos, sino en su acepción de capacidad racional para imponerse sobre los impulsos corporales. De este modo, el hombre que asimila la virtud se convierte en autosuficiente para alcanzar la felicidad que, según la concepción de Sócrates, consiste en no sentir ninguna necesidad de bienes materiales.