El espíritu
científico, que nutre al Hombre de humildad, paciencia, método,
hábitos de
pensamiento, confianza en la fuerza de su razonamiento, cierta
razonable
prescindencia de los resultados que encuentra es el único camino
para
iluminar a un hombre responsable de su destino individual y social.
Sin embargo,
no es suficiente. La Verdad fundada en la ciencia es precondición
de virtud,
pero no es la virtud misma.
Sabemos cómo
en muchos hombres opera la denominada
disociación
intelecto-afectiva.
Es decir, piensan de una manera pero actúan de otra
completamente
opuesta. Lamentablemente, saber de algo no es sinónimo de
actuar
coherentemente con ese conocimiento.
“Saber” de
Masonería no es lo mismo que “ser masón”. Pero la ciencia con su
tesonera
búsqueda de datos, su infatigable construcción de hipótesis, su
persistente
formulación de teorías, nos enseña cómo son las verdaderas
“reglas de
juego” de la Naturaleza y de la sociedad. Lamentablemente, una
Verdad puede
esgrimirse para justificar una mentira.
Y pensamos
como Goethe: “la condición primera y última de todo genio, es el
amor a la
Verdad. Y es precisamente este amor a la
Verdad que la ciencia
permite desarrollar
en sus más ambiciosos términos”.
R.·. H.·.
Alfredo Grande
Gran Logia
de la Argentina
*Sobre
Ciencia y Masonería.
Conferencia que fue publicada en un folleto, por la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados
Masones en el año 1981.