” Si quieres cambiar el mundo, comienza por tí mismo “
Esta es sin duda la “Gran
Obra” a la que se debería aspirar. Conocerse a sí mismo (quién soy y el sentido
de mi vida), reconocerse (discernir mis debilidades, amenazas, fortalezas y
oportunidades) y buscar perfeccionarse (pensamiento puro, sentimiento noble,
palabra veraz y acción altruista). Esta titánica labor, para que pueda dar el
fruto de un hombre nuevo, precisa que la conciencia y la voluntad domen el
temperamento, forjen el carácter y doten de virtudes a la personalidad para
adquirir, según Erich Fromm en su obra “Tener ó Ser ”, las siguientes
cualidades:
·
Disposición
a renunciar a todas las formas de tener, para poder ser plenamente.
·
Sentir
seguridad, tener un sentimiento de identidad y confianza basados en la fe en lo
que uno es, en la necesidad de relacionarse, interesarse, amar, solidarizarse
con el mundo que nos rodea, en vez de basarse en el deseo de tener, poseer,
dominar al mundo, y así volverse esclavo de sus posesiones.
·
Aceptar
el hecho de que nadie ni nada exterior al individuo le da significado a su
vida, sino que esta independencia radical y la no cosidad pueden llegar a ser
la condición de la actividad plena dedicada a compartir e interesarse por sus
semejantes.
·
Estar
plenamente presente donde uno se encuentra.
·
Sentir
la alegría que causa dar y compartir, y no acumular y explotar.
·
Amar
y respetar la vida en todas sus manifestaciones, sabiendo que no es sagrada la
cosa ni el poder, ni lo que está muerto, sino la vida y todo lo que contribuye
a su desarrollo.
·
Tratar
de reducir en la mayor medida posible la codicia, el odio y los engaños.
·
Vivir
sin adorar ídolos y sin engaños, porque se ha alcanzado una situación en que no
se requieren engaños.
·
Desarrollar
la capacidad de amar, y el pensamiento crítico, no sentimental.
·
Desprenderse
del narcisismo y aceptar las trágicas limitaciones inherentes a la existencia
humana.
·
Hacer
del pleno desarrollo de sí mismo y del prójimo la meta suprema de vivir.
·
Saber
que para alcanzar esta meta, es necesaria la disciplina y respetar la realidad.
·
Saber
que ningún desarrollo es sano si no ocurre en una estructura, pero conocer
también la diferencia entre la estructura como atributo de la vida, y el
“orden” como atributo de no vivir, de la muerte.
·
Desarrollar
la imaginación, no para escapar de las circunstancias intolerables, sino para
anticipar las posibilidades reales, como medio para suprimir las circunstancias
intolerables.
·
No
engañar, pero tampoco dejarnos engañar por los otros; se puede admitir ser
llamado inocente, pero no ingenuo.
·
Conocerse,
y no sólo el yo que uno conoce, sino también el yo que no conoce, aunque tenga
un conocimiento vago de lo que no conoce.
·
Percibir
la unión con la vida, y por consiguiente renunciar a la meta de conquistar a la
naturaleza, someterla, explotarla, violarla, destruirla, y en vez de esto
tratar de comprender y cooperar con la naturaleza.
·
Gozar
de una libertad no arbitraria, sino que ofrezca la posibilidad de ser uno
mismo, y no un atado de ambiciones, sino una estructura delicadamente
equilibrada que en todo momento se enfrenta a la alternativa de desarrollarse o
decaer, vivir o morir.
·
Saber
que el mal y la destrucción son consecuencias necesarias de no desarrollarse.
·
Saber
que sólo muy pocos han alcanzado la perfección en todas esas cualidades, y sin
la ambición de “alcanzar la meta”, reconociendo que esta ambición sólo es otra
forma de codiciar, de tener.
·
Ser
feliz en el proceso de vivir cada día más, sin importar el avance que el
destino nos permita realizar, porque vivir tan plenamente como se puede resulta
tan satisfactorio que es difícil preocuparse por lo que uno logra o no.