Si, a vos os llamo, vos que lleváis ese paso cansino, con la espalda
encorvada, que os sentís seguramente abrumado por los avatares de la vida, a
vos que lleváis en el rostro surcos de caminos andados y cuya mirada se muestra
recelosa con la angustia de la incertidumbre, sobre lo que será mañana o lo que
pasará después de que emprendáis vuestra última jornada y se os ofrezca la
última morada.
Os invito, para que os relajéis un poco, a efectuar un ejercicio de
imaginación:
Imaginad que el mundo está conformado por hombres de todas las razas y
credos, tan diversos y tan distintos entre si en sus creencias como pueden
serlo el blanco y el negro, y sin embargo, a pesar de sus diferencias hay
armonía en su diario convivir, tolerándose los unos a los otros, respetándose y
concediéndose mutuamente la libertad de ser diferente y único. Un mundo donde
no existen los excesos, la ignorancia ni la esclavitud, donde no hallareis
persona alguna que os imponga idea o dogma alguno, donde vuestras creencias
serán analizadas, elegidas y aceptadas únicamente por vos, un mundo donde
encontrareis seres humanos ayudándose mutuamente, confiándose mutuamente,
trabajando cada quien su parcela de saber, desarrollándose y creciendo cada vez
más con los dones que les han sido otorgados por las leyes de la naturaleza, el
don que los hace diferentes y los marca como individuos, donde cada uno es
sabedor de los límites de su capacidad en la soledad y de la fuerza que se
obtiene con la compañía de sus semejantes.
Imaginad un lugar donde la firma no existe como aval del compromiso, solo
la palabra cuenta, un lugar donde no existen los excesos, solo la medianía de
la virtud.
Imaginad vivir en un mundo tal, que cuando hayamos de sufrir los embates
del infortunio, habrá siempre alguien que os acompañe, ayude y aliente.
Un mundo donde todos saben identificar muy bien sus sueños y son conscientes
de que finalmente sueños son y el sueño no se vuelve su rey, aplicándose al
trabajo con voluntad para convertir el sueño en realidad.
A un mundo así aspira la Masonería, Institución de hombres libres y de
buenas costumbres, que arranca desde el principio de los tiempos.
Veo, sin embargo, en vuestra mirada, el recelo y la desconfianza propios
de quienes miran el pasado con las desdichas de las experiencias sufridas en el
convivir con el prójimo, veo cerrada la puerta de la esperanza por el temor de
perder o sufrir de nuevo. Os agradezco vuestra atención a este ejercicio de imaginación que os
propongo, espero haber sido al menos por un momento bálsamo a vuestros pesares,
ahora, continuad pues en vuestro mundo si así lo deseáis, yo me voy al mío, al
de la Masonería, donde me esperan mis hermanos, si vos queréis podéis
acompañarme.