Acordaos hermanos de la angustia del pobre,
del que viste de harapos, del hambriento de
pan.
Al dar a su miseria, con orgullo que
absorbe,
vuestras piezas de plata, vuestras piezas
de cobre,
en río benéfico a sus manos irán.
Oh, vosotros hermanos que tenéis una casa,
una mesa, un lecho y un feliz corazón,
acordaos ahora del mendigo que pasa,
de los huérfanos tristes, de la viuda que
amasa
con el agua del llanto su mezquina ración.
Los ciegos, los tullidos, los gibosos y
ancianos,
la niña que el hambre empuja al lupanar,
todos los que padecen y son nuestros
hermanos
hacia vosotros tienden sus temblorosas
manos
llegando a vuestras puertas con ansioso
llamar.
Para ellos es el fruto de este tronco
bendito
La linfa de ese claro raudal de compasión.
Dejad allí la ofrenda como quien cumple un
rito.
Los masones oramos al Señor Infinito
Sembrando en la limosna la mejor oración.