Si usted no sabe que sabe, cree que no
sabe. Por otro lado, si cree que sabe y no sabe, actúa como si supiese. Esto
puede provocar graves consecuencias.
Todos somos ignorantes, pero en temas
diferentes. Al ser humano le es imposible saberlo todo. Reconocer la ignorancia
en alguna cosa es ya un conocimiento, porque abre la puerta del aprendizaje.
Nuestra mayor ignorancia es no saber que no
sabemos. La arrogancia es ceguera cognitiva. Es volverse ciego al conocimiento.
Todo lo que aprendemos en la vida pasa por
cuatro fases, y la ignorancia es la primera fase del aprendizaje.
En la fase de la ignorancia, no saber
cuanto no sabemos. Cuando llegamos a saber que no sabemos, es que ya estamos
aprendiendo y entramos en la segunda fase.
La segunda fase es tener una buena
información sobre alguna cosa, es decir, cuando sabemos cuando no sabemos.
La tercera fase es la del conocimiento. Es
cuando sabemos cuánto sabemos. ¿De qué modo comienza la fase de conocimiento?
Con la confusión. Al pasar de la fase (estar informados) a la tercera
(conocimiento), hay que cruzar el
territorio de la confusión. Cuando llegan a punto, muchos estudiantes abandonan
el libro, y no avanzan porque no
soportan atravesar la confusión, aunque forme parte del proceso de aprendizaje.
Si los profesores en los colegios, lo supieran y entendiesen la importancia que
tiene esta etapa del conocimiento, el aprendizaje de alumnos seria mucho mejor.
Pero esto no es lo que sucede, Las personas temen la confusión, porque no quieren abandonar la zona de
comodidad.
Si usted se siente un poco confundido al
leer esto, eso es una buena señal. Quiere decir que está dispuesto a incorporar
nuevos conocimientos.
Si ante nuestros ojos apareciera algo
completamente nuevo, que nunca hubiéramos visto antes, nuestra primer
percepción parecería confusa (que es eso?). Pero nuestro cerebro tiene la
capacidad de procesar informaciones, siempre y cuando estemos abiertos para que
eso ocurra, y tarde lo que era confuso se volverá familiar, y lo que
incomprensible se volverá obvio. Como ya he dichos arrogancia (el orgullo, la
soberbia) es ceguera cognitiva. Asumir una pose de sabelotodo significa cerrar
los canales al conocimiento. Para llegar
al conocimiento es necesario abrirse a
lo nuevo y tener voluntad para aprender, para sin miedo (¡al contrarío!), penetrar en lo
desconocido. Solamente de esta manera es posible superar dificultades y
atravesar la confusión.
En la plenitud del conocimiento (que no
significa saberlo todo, sino saber bien lo que se sabe), se llega a la cuarta
fase del aprendizaje: la sabiduría. Nuestro cerebro ha conseguido asimilar de
tal manera ese conocimiento que ya no necesitamos prestarle atención, está en
nosotros, forma parte de nuestra estructura mental. En esta fase, la persona no
sabe cuánto (o cómo) sabe.
El bebé nace sin saber caminar. Al
principio, ni siquiera sabe que no sabe. Más tarde, cuando ve a otras personas
andando, desea también caminar, y entonces se da cuenta de que no sabe. Al
tomar conciencia de su ignorancia, comnienza a aprender. Después realiza las
primeras tentativas y al principio no consigue ningún resultado, pero ya se da
cuenta de lo que debe hacer. Entonces comienza a probar con más ahínco, da de dos
o tres pasos y se cae. Lo intenta de nuevo y se cae. Se siente confundido y lo
intenta nuevamente. Y continúa cayéndose. pero no renuncia, hasta que aprende.
Pasado algún tiempo, aquello que le había exigido tanto esfuerzo para
aprenderlo se convierte en algo tan simple que ni siquiera se da cuenta de que
está caminando.
Somos inconscientemente incompetentes en la
primera fase, conscientemente incompetentes en la segunda, conscientemente
competentes en la tercera, e inconscientemente competentes en la cuarta. Así es
el proceso de aprendizaje.
Saber alguna cosa es muy diferente de saber
enseñarla. En las universidades es muy habitual encontrarse a grandes sabios
que son pésimos profesores.
Pero no es solo en la escuela donde
aprendemos y enseñamos.
Este proceso ocurre todo el tiempo y en
todos los ambientes el buen comunicador es en la practica un profesor motivador
sólo aquel que sobresale de la uniformidad y consigue despertar interés y atención, sólo aquel que sobresale de la uniformidad
consigue despertar interés y atención.
IGNORANCIA Inconscientemente incompetente
INFORMACIÓN Conscientemente
incompetente
CONOCIMIENTO Conscientemente
competente
SABIDURIA Inconscientemente
competentes
La segunda técnica es la repetición, que es
el origen del proceso de aprendizaje. De 1a misma manera que un bebé aprende a
caminar repitiendo y repitiendo sus intentos, cualquiera de nosotros aprende
con más facilidad cuando el método se basa en repeticiones bien dosificadas.
El conocimiento no significa acumulación de
información, sino competencia para poder racionalizar todo ello.
Cuando intentamos convencer a alguien de
hecho estamos transmitiendo (enseñando) una manera de pensar distinta de la que esa persona tenía
anteriormente.
Existen algunas técnicas que facilitan este
proceso enseñanza y aprendizaje. Usted podrá usarlas en su vida cotidiana y
ampliar de manera sorprendente su poder de influir en los demás y su capacidad
de aprender y de enseñar.
Crear un impacto es una de esas técnicas.
Si usted crea una situación de impacto,
de sorpresa, de impresión fuerte e inesperada, logrará atraer la atención de su
oyente. no necesita dejar de ser usted mismo para crear una sensación de impacto. Al contrario, cuanta más
espontaneidad transmita mejor.
¿Por qué la mayor parte de los estudiantes
aprenden una asignatura, dedicándose días y días a estudiarla, y después de
tanto esfuerzo, lo olvidan todo? (Qué derroche de energía!) Esto nos pasa o nos
ha pasado a todos. ¿Podría usted aprobar hoy un examen, como el de la
selectividad, por ejemplo, o hacer oposiciones para el cargo que ocupa
actualmente? El problema es que en la escuela, de hecho, no se aprende. Sólo acumulamos
una serie de conocimientos. Necesitamos
aprender a aprender.
El reconocimiento no significa acumulación
de información, sino competencia para actuar.
La utilización es la tercera técnica. Sólo
asimilamos aquellos conocimientos que utilizamos en nuestra vida. En la
actualidad con la inmensa cantidad de informaciones que circulan todo el
tiempo, no tiene ningún sentido memorizar una serie de conocimientos que nunca
nos serán útiles. Si empleáramos la misma cantidad de tiempo en aprender a
aprender, la mente sabría cómo procesar informaciones con mucha más facilidad y
así estaríamos siempre aprendiendo, a cada instante.
El conocimiento verdadero es el que pasa a
formar parte de nosotros, y deja de ser una referencia externa. La capacidad de
interiorización es otro aspecto del proceso de aprendizaje.
Aprender es un proceso que no tiene fin.
Siempre tenemos algo que aprender. Voy a demostrarlo con el método más poderoso
que existe para enseñar y comunicarse: la metáfora. En las historias, en las
parábolas, en las fábulas, el poder de la metáfora se encuentra concentrado
Cuando se dice: «Erase una vez» o «Hace mucho tiempo», en realidad se habla del
presente, de aquí y ahora. Las historias metafóricas son eternas.
Uno de los deportes tradicionales de Alaska
es la tala de árboles. Hay leñadores famosos con un gran dominio, habilidad y
energía en el uso del hacha. Un joven que quería convertirse también en un gran
leñador, oyó hablar del mejor de los leñadores del país y decidió ir a su
encuentro.
—Quiero ser su discípulo. Quiero aprender a
cortar árboles como lo hace usted.
El joven se aplicó en aprender las
lecciones del maestro después de algún tiempo creyó haberlo superado. Se sintió
más fuerte, más ágil, más joven, estaba seguro de vencer fácilmente al viejo
leñador. Así desafió a su maestro en competición de ocho horas, para saber cuál
de los dos podía cortar mas árboles. El maestro aceptó el desafío, el joven
leñador comenzó a cortar árboles con entusiasmo y vigor. Entre árbol y árbol
miraba a su maestro, pero la mayor parte de las veces lo encontraba sentado El
joven volvía entonces a sus árboles. Seguro de vencer. y sintiendo pena por su
viejo maestro. Al caer el día, para gran sorpresa del joven, el viejo maestro
había cortado muchos más árboles que él, —Cómo puede ser? —se sorprendió— Casi todas las veces que lo miré, usted estaba
descansando.!
—No, hijo-mío, yo no descansaba. Estaba
afilando mi hacha. Esa es la razón por la que has perdido. El veterano
utilizando eficazmente el tiempo en
afilar el hacha es al final así valiosamente recompensado.
Por lo tanto, el refuerzo en el proceso continuo
de aprendizaje, que dura toda la vida, es como afilar el hacha. ¡Continúe
afilando la suya y no se desanime en el intento!
Dr. LAIR RIBEIRO