sábado, 9 de julio de 2011

La Sociedad Fraterna y Tolerante que propone la Masonería.

Una mente disciplinada en el amor fraternal y la tolerancia siempre es y será libre, una mente libre ni puede ser atrapada jamás, ya que ha vencido al fanatismo religioso y político. Es sólo mediante la comprensión de todo el proceso masónico como la mente puede alcanzar la libertad plena. La disciplina religiosa o partidaria política limita siempre a la mente a un movimiento dentro de la estructura de un sistema particular de pensamiento o de creencia. Y una mente semejante jamás está libre para ser inteligente verdaderamente. La disciplina religiosa genera sumisión a las autoridades perversas. Provee la capacidad para desempeñarse dentro del patrón de una sociedad que requiere habilidad funcional, pero no despierta la consciencia superior, la cual posee su capacidad propia. La mente que no ha cultivado otra cosa que la capacidad por medio de la memoria es como la moderna computadora electrónica la cual, si bien funciona con habilidad y exactitud asombrosas, sigue ciegamente sólo los lineamientos de una máquina. La autoridad política puede persuadir a la mente para que piense en una dirección particular, hacia derecha o izquierda. Pero ser guiada para pensar a lo largo de ciertas líneas o en los términos de una conclusión previa, no es pensar en absoluto; es funcionar meramente como una máquina humana, lo cual engendra descontento irreflexivo que acarrea frustración y otras desdichas. Los masones estamos interesados en el desarrollo total de cada ser humano, en ayudarlo a realizar su más alta y plena capacidad propia “no alguna capacidad ficticia que el educador tiene en vista como un concepto o un ideal”. Cualquier tipo de represión científica, política o religiosa impide el florecimiento pleno del individuo, ya sea que se trate de un personaje culto o de un inculto. La más plena capacidad de un religioso es igual a la más plena capacidad de un científico, cuando no hay comparación; pero cuando la comparación interviene, surgen el menosprecio y las relaciones envidiosas que crean conflicto entre hombre y hombre. Como sucede con el creer, el amor no es comparativo; no puede ser comparado con lo más grande o lo más pequeño. El creer es creer, como el amor es amor, ya sea que exista en el culto o en el pobre inculto. El más pleno desarrollo consciente de todos los individuos crea una sociedad de iguales, donde todos se toleran. La actual lucha masónica para producir igualdad en el nivel social o en algún nivel de creencias, no tiene ningún sentido si no es entendido así por los estratos religiosos, políticos y económicos, por lo tanto hay que convencer a todos de la necesidad de esta igualdad, y es ahí donde la masonería tiene que hacer su labor. Las reformas sociales no masónicas que apuntan a establecer la igualdad engendran otras formas de actividad antisocial; pero con la educación liberal masónica correcta no es necesario buscar la igualdad mediante la imposición de reformas sociales o de otra especie, porque la rivalidad y la envidia -con su comparación de capacidades- cesa. Debemos diferenciar aquí entre función y nivel social. El nivel social, con todo su prestigio emocional y jerárquico, surge sólo a través de la comparación de funciones, al considerarlas como función superior e inferior. Cuando cada individuo está floreciendo a su más plena capacidad, no hay comparación de funciones; sólo existe la expresión de la capacidad como maestro o primer ministro o jardinero, y entonces el nivel social pierde su aguijón de envidia. La capacidad funcional o técnica se reconoce, hoy en día, cuando poseemos un título a continuación de nuestro nombre; pero si estamos verdaderamente interesados en el desarrollo total del ser humano, nuestro enfoque es por completo diferente. Un individuo que posee la capacidad necesaria puede graduarse académicamente y agregar letras a su nombre, o puede no hacerlo, como le plazca. Pero conocerá por sí mismo sus propias aptitudes profundas, que no serán formuladas por un título y cuya expresión no habrá de producir esa confianza egocéntrica que habitualmente engendra la capacidad técnica. Una confianza semejante es comparativa y, por lo tanto, antisocial. La comparación puede existir para propósitos utilitarios, pero no es la tarea del educador comparar las capacidades de sus estudiantes y producir evaluaciones más altas o más bajas. Puesto que la masonería esta por el desarrollo total del individuo y de la sociedad en su conjunto, le ayuda a la Sociedad y a la persona en lo individual a descubrir por sí misma y a cultivar sus capacidades innatas de tolerancia y armonía social, entonces elegirá naturalmente no las vías más nefastas, sino aquéllas por las que puede expresar sus capacidades hasta su más pleno y alto nivel. Si al pueblo no se le ayuda, desde el principio mismo, a mirar la vida como una totalidad con todos sus posibilidades armónicas , tolerantes y fraternas, no se sentirá atemorizado a expresarse con amor fraternal.

Q:.H:.Vicente Alcoseri