martes, 13 de julio de 2010

La Tarea del Aprendiz Masón


El crecimiento personal también puede verse como una estética de la existencia: recrearme a mí mismo como una obra, en la que soy arte y parte. Por eso, algunos filósofos establecían analogías con ciertas actividades artesanales y sus destrezas asociadas. La idea radica en ser capaz de moldearse asimismo, ya sea para ser libre o para que asome el verdadero ser que anida en nosotros.
Plotino, un filósofo romano del siglo III D.C., aconsejaba un método para hallar la belleza interior: “Regresa a ti mismo y mira: si aún no te ves bello, haz como el escultor de una estatua que debe llegar a ser hermosa: quita, raspa, pule y limpia, hasta que hagas aparecer un bello rostro en la estatua. También retira todo lo superfluo, endereza todo lo que sea tortuoso, limpia todo lo que esté obscuro, abrillántala y no ceses de esculpir tu propia estatua hasta que aparezca en ti el divino esplendor de la virtud, hasta que veas la sabiduría en pie sobre su sagrado pedestal. ¿Has llegado a esto? ¿Has visto esto?
Quizás no estemos acostumbrados a mirar las cosas de este modo. La idea que tenemos es que el aprendizaje implica agregar algún tipo de conocimiento, más que eliminar y/o depurar el que ya poseemos ¿Qué le sobra a la mente, que debemos echar a la papelera de reciclaje? Cuando eliminamos un miedo, prescindimos de un mal hábito, extirpamos una adicción, sin darnos cuenta, en términos de Plotino, estamos esculpiéndonos a nosotros mismos.
Epicuro afirmaba que el acto de filosofar poseía el don de ir a la par del disfrute. Decía que en todas las demás ocupaciones la satisfacción llegaba después del trabajo, pero que, en la filosofía, el placer iba surgiendo al mismo tiempo que el conocimiento, de tal manera que aprendizaje y placer van juntos.
Yo he llegado a mi verdad por muchos caminos y en muchas formas; no he logrado subir por un solo camino desde donde mis ojos pudieran contemplar la lejanía y jamás pregunte por el camino, siempre preferí interrogar y probar a los caminos mismos.
Probando e interrogando caminé, ese es mi gusto; no es ni bueno ni malo, pero es el mío y no tengo que ocultarlo o avergonzarme de él.
Ese es ahora mi camino ¿Dónde está el vuestro? Eso es lo que contestaba a los que me preguntaban por el camino. Porque el camino no existe, el camino se hace al andar.
Sin duda que las enseñanzas de la Masonería nos dicen cómo podemos labrarnos a nosotros mismos y logramos al mismo tiempo forjar nuestro propio camino, parece algo fácil pero a veces se nos va la vida tan solo descubriendo el método.
R:.H:. Eduardo Figueroa