La “Enciclopedia de la Francmasonería”, de Albert
Gallatin Mackey, destaca que La Plomada “Es el símbolo de la rectitud de
conducta, e inculca esa integridad debida, y senda sin desvío de la rectitud
moral que sólo distinguen al hombre bueno y justo”.
Aplicando la plomada en nuestras decisiones debemos
ser como ella, recta y justa. La plomada no admite desviaciones pues se rige
por una Ley Natural inmutable, la ley de la gravedad. Ley que nadie puede
ignorar ni dejar de cumplir. Así, al igual que la plomada no puede más que,
atraída por la gravedad, marcar una línea recta perpendicular al suelo; así
nosotros debemos tener un comportamiento recto, justo, bondadoso, moderado,
sabio y estrictamente apegado a la verdad.
He conocido a mucha gente culta, con grandes
conocimientos sobre los más diferentes temas que, a la hora de aplicarlo lo
hace solo en su propio beneficio, ignorando – cuando es necesario – la
igualdad, la equidad y la justicia de las acciones realizadas sobre la vida del
resto de la humanidad. Es un comportamiento egoísta que refleja una vez más que
conocimiento y sabiduría no siempre van de la mano. Debemos tener presente que
el conocimiento no es de ninguna utilidad sino se refleja en la conducta y se
lleva a la práctica. El conocimiento que se aplica a la práctica es Sabiduría.
Sin embargo, sin la plomada que todo lo alinea con
la Ley Natural, de poco nos pueden servir el resto de herramientas. Nos enseña
claramente que existen leyes que no podemos eludir y que sin cumplirlas nada más
es posible. Por muchas piedras que tengamos, por muy cúbicas que estas sean, si
no hacemos uso de la plomada, la pared o torre construida fuera de la
verticalidad acabará por caer. Aprendamos pues de la humilde plomada que
aceptar leyes no siempre es sucumbir a los deseos de otros seres humanos, no
siempre es rebajarse ante el poder Divino o de la Naturaleza, sino que es
reconocer que existe una sabiduría intrínseca en cada ley Natural que permite
una evolución y la existencia de un camino que permite nuestra elevación hacia
la Luz. La Leyes Naturales, y las humanas justas, existen porque es preciso un
orden porque del caos nada surge.
Nos enseña la plomada también que nada es lo que
parece ser. Las rectas paralelas no existen pues, aunque así lo digamos, las
perpendiculares lo son con respeto a la Tierra. Solo si esta fuese plana podríamos
hablar de auténticas paralelas, pero ¡La tierra es redonda! Por lo que no
existen tales paralelas. A la escala humana no hay diferencia, pero a medida
que elevamos la línea hacia el Universo, estas se alejan más y más entre ellas.
Todo tiene, pues, dos puntos de vista, el aparente y el real. Vivimos en un
mundo de apariencias y conocemos pocas realidades; es nuestro trabajo ir
descubriendo estas con paciencia, estudio y razonamientos y, por supuesto,
aceptando que en todo lo que creemos y vemos podemos estar totalmente
equivocados.
Llevando un poco más lejos las paralelas generadas
por la plomada, vemos que la gravedad atrae el peso de la plomada hacia la
superficie terrestre, y ello sucede por igual en cualquier parte del globo terráqueo.
Es lógico pensar que el punto de atracción es el centro de nuestro planeta.
Dicho de otro modo, todas las perpendiculares convergen en el centro de la
Tierra tal y como se aprecia en la figura lateral. Cada recta es perpendicular
en el punto, pero la curvatura de la Tierra hace que no sean paralelas como se
esperaba. Es más, vemos que se alejan más y más en la distancia.
Nos enseña esto que es necesario tomar distancia
para obtener una visión de conjunto y real de las cosas. Nuestra pequeñez
comparada con el planeta que habitamos nos lleva a creer que la tierra es plana
cuando es curva en toda su extensión. Nuestras construcciones, si tuviésemos la
facultad de medirlas con total exactitud serían mucho más grandes en la altura
que en la base pues, como ya vimos, las “paralelas” se alejan en la distancia.
Y finalmente, nos enseña que todo parte de un único
punto, que el UNO es la fuente de todo. Todo existe a partir de un punto común
al que llamamos Gran Arquitecto de Universo. El empleo de la plomada nos
recuerda en todo momento que estamos unidos al origen, al Creador, pues su
presencia, representada por la gravedad que atrae el peso de la plomada,
siempre está presente. Es solo cuestión nuestra aprender a verlo y recuerda
siempre que pienses que el Gran Arquitecto no está ahí que el maestro siempre está
en silencio durante las pruebas y nuestra prueba es justamente la vida en la
cual podemos aprender y perfeccionarnos.
No os quepa duda: la plomada es un instrumento
perfecto, y como es así, también tiene la autoridad de denunciar a todo lo que
se sale de la perfección. Como bien dice Herrera Michel; “al igual que en la
construcción de un muro, la plomada no interviene al principio del trabajo sino
cuando ya va adelantado y se usa para ir verificando si posee la rectitud
correcta, con el fin de corregir las desviaciones o errores que pudieren
haberse presentado en el avance de la obra.”
Es así que en todo nuestro camino hacia la perfección
hemos de hacer uso de la plomada para ver nuestras desviaciones y corregir los
errores que tengamos durante el proceso. No llega el caminar y el aprender,
sino que hay que hacerlo de modo correcto y solo verificando con una
herramienta sagrada, que obedece a una ley Natural inmutable, se puede tener la
certeza del veredicto que esta arroje.
Es así que la plomada se convierte en nuestra
herramienta personal, en nuestra consciencia propia que permite que distingamos
el bien del mal sin que nadie deba venir a decirnos lo que está bien y lo que
está mal. Representa el conocimiento activo que surge de nuestro centro, del
punto de convergencia y cuyos radios, al modo de las perpendiculares que
comentamos en el ejemplo de la Tierra, se irradian hacia nuestro exterior en
todas direcciones porque, lo recordamos una vez más, y serán pocas, de nada
sirve todo lo que aprendamos si no lo transmitimos a los que nos siguen en el
camino.
http://iluminando.org/2017/08/11/herramientas-masonicas-5-de-8-la-plomada/