Para la mayoría de nosotros, toda nuestra vida se basa en el esfuerzo, en
algún acto de la voluntad. No podemos concebir una acción sin esfuerzo, nuestra
vida se basa en eso, cada momento y cada oportunidad hasta llegar al Éxito que
buscamos.
Nuestra vida social, económica y la vida llamada “espiritual” es una
serie de esfuerzos que siempre culminan en un cierto resultado y creemos que el
esfuerzo es esencial, es necesario… Pero…por qué esforzarnos.
¿Por qué hacemos esfuerzos?
Tenemos una idea acerca de la meta hacia la cual constantemente nos
esforzamos y ese forcejeo ha llegado a ser parte de nuestra vida y quizás sin
saberlo llegamos al Éxito si nuestro esfuerzo es verdadero y con mucha
templanza.
Si queremos transformarnos, producir un cambio radical en nosotros mismos
hacemos un tremendo esfuerzo para eliminar nuestros viejos hábitos, para
resistir las influencias habituales del ambiente, y los demás. Estamos
acostumbrados a esta serie de esfuerzos para encontrar o lograr algo, hasta
para vivir y tener Éxito siempre que nos esforzamos.
Y aunque al principio nos cuesta entender que el propio esfuerzo lleva
implícita la palabra recompensa, y sólo pensamos en el significado de esta
última en base a unos resultados medibles, en cuanto unas serie de Éxitos
reconocibles exteriormente, una vez que vamos madurando y desarrollando lo que
llevamos dentro, entendemos una serie de cosas que antes no éramos capaces de
visualizar aunque nos las explicasen, y esta frase explica muy bien uno de esos
conceptos tan importantes para la vida.
Cada uno de nosotros sabe mejor que nadie que aquellas cuestiones y
aspectos relevantes y valiosos de la vida no se consiguen sin que medie una
buena dosis de entrega, sacrificio y esfuerzo personal por parte de los
protagonistas. Generalmente lo que es fácil de alcanzar, lo que no supone en
ningún caso una renuncia o una privación, ni conlleva empeño alguno, suele ser
algo efímero y poco valioso en lo que se refiere al enriquecimiento que nos
corresponde como ser humano.
Es cierto, que también nos encontramos con personas a las que la vida les
ha venido muy facilitada, todo
han sido facilidades, nunca han pasado penurias ni privaciones, no conocen lo
que supone ganarse un puesto de trabajo, porque se lo han regalado, ni han
pasado por aprietos o apuros. Tampoco se han visto obligados a abandonar su
ciudad o localidad natal para tener que buscar mejor suerte en un lugar o
lugares diferentes; su denominador común ha sido la opulencia y la abundancia. Puedo
asegurar sin temor a equivocarme, que nada hay tan reparador y reconfortante como tener la oportunidad
de presenciar el resultado obtenido tras la dedicación, la constancia y la
abnegación. La satisfacción que produce poder contemplar todo aquello que has
conseguido por tí mismo, sin la ayuda de nadie, eleva tu autoestima, te
ennoblece y dignifica.
El sacrificio y el esfuerzo se consagran así como los mejores aliados e
imprescindibles acompañantes en esta senda, a veces tortuosa, a veces
agradable, llamada vida. Sólo cuando
hacemos uso de estos dos elementos en impecable armonía, disponemos de la
autoridad moral necesaria para sopesar en su justa medida las dificultades y
controversias que nos encontramos a lo largo de nuestra existencia; como
consecuencia de su superación, o por haber puesto todos los medios necesarios
para sobrepasarlos. Si, por el contrario, decidimos no portarlos en nuestra
mochila, el mundo podrá resultarnos en algunos momentos más fácil, menos
comprometido y tremendamente bonito, pero, a largo plazo, estrepitosamente
vacío.
El Esfuerzo debe impulsarte cada vez más hacia tu Éxito, tu deberás descubrir como desarrolla tu interior.