La Masonería procura inculcar en sus adeptos el amor a la verdad, el
estudio de la moral universal, de las ciencias y de las artes. Tiende a
extinguir los odios de raza, los antagonismos de nacionalidad, de opiniones, de
creencias e intereses, uniendo a todos los hombres en bien de la humanidad.
Impulsa a sus miembros a transformarse en elementos útiles para la sociedad.
Enseña mediante sus grados y ritos que no son de un siglo, tampoco se
establecieron de una vez para siempre, sino que fueron apareciendo en épocas
diferentes como pensamientos e ideas que gradualmente se desarrollaron y se
unieron por una atracción natural y progresista de la civilización. Claro que
la Masonería consiste en algo más que conferir grados, en la exacta repetición
de las lecturas de cada grado, y en el familiar conocimiento de las fórmulas y
palabras que se usan en la apertura y en la clausura de sus trabajos.
La misión principal de la Masonería es enseñar la ley de evolución y del
progreso, el hombre hacia la perfección. No es posible hallar una verdadera
interpretación de la Masonería si no se relaciona su sistema estrechamente con
el proceso evolutivo de la humanidad. Todo en ella gira en torno de un progreso
gradual de la oscuridad a la luz y todo lo que la luz trae aparejado.
La finalidad de sus grados consiste en presentar al masón objetivos de
evolución en vida, no para el mundo de las ideas, sino para concretarlos en la
Tierra, por lo cual debe esforzarse a implementar. El camino evolutivo, en el
cual se funda la Masonería, es, desde todo punto de vista, práctico y útil.
Significa, para el que recorre un progreso en capacidad mental, conocimientos,
visión, sabiduría y fuerza espiritual que lo comprometen a volcarlos en bien de
la humanidad.
La Masonería ofrece ayuda y guía para que nos volvamos cada día más
conscientes de que nada puede detener el impulso que motiva el progreso humano
en su peregrinaje de la oscuridad a la luz, de la irrealidad a la realidad, y
de lo perecedero a lo imperecedero. Es un despropósito ser masón y no
preocuparse por estos temas, que son individuales y a la vez colectivos.
Procura demostrarnos, en fin, que seremos esclavos de nosotros mismos y
susceptibles a circunstancias limitadoras solo hasta que tomemos conciencia de
que el hombre es un fin en sí mismo, no el medio para los fines de otros, y que
la búsqueda del propio interés racional y de nuestra felicidad es el más alto
propósito en la vida.
La posesión de antiguos secretos que excitan la curiosidad de los hombres
y atraen de una manera irresistible a sus templos no le bastaría para afianzar
perpetuidad y vitalidad perenne. La Masonería se desarrolla en los siglos
porque sus fines son más nobles y elevados que la simple conmemoración de sus
misterios secretos, porque requiere que ellos se conviertan en norma de vida de
sus adeptos y que estas normas se cumplan a cabalidad. De lo contrario, ¿para
qué sostener algo que no se practica?
En fin, la Masonería es una institución universal, esencialmente ética,
filosófica, iniciática y progresista. Ella tiene por principio la libertad
absoluta de conciencia y la fraternidad humana. Constituye el centro de unión
para los hombres de espíritu libre de todas las nacionalidades y credos. Como
institución docente formativa tiene por objeto el perfeccionamiento del hombre
y de la humanidad. Promueve entre sus adeptos la búsqueda incesante de la
verdad, el conocimiento de sí mismo y del hombre en el medio en que vive y
convive, promueve el estudio de la moral universal, de las ciencias y las artes
para alcanzar la fraternidad universal del género humano.
R:.H:.Christian Gadea Saguier