miércoles, 29 de mayo de 2013

El Masón y su Trabajo


La dedicación a los trabajos simbólicos que se realizan en la Logia, así como la asistencia puntual a los mismos representa el aspecto mas significativo de actividad masónica cotidiana que corresponde a cada miembro de una comunidad francmasónica.
No cabe conceder calidad masónica como miembro activo de la Francmasonería y de sus Logias a quien limita su compromiso al abono mas o menos regular de las obligaciones que el Taller haya fijado para sus miembros con el tesoro de la Logia, eludiendo y justificando con ello la primera obligación de un masón: su presencia activa en las tenidas de Taller del que se hizo miembro de forma libre y voluntaria.
Esto no solo lo preconizan los Reglamentos de nuestra Augusta Orden, sino que lo dictamina y exige la correspondencia fraternal que debe presidir la convivencia en el taller.
El pretender hacerse acreedor a recibir sin estar dispuesto a dar nada a cambio es algo que en la vida profana es poco admisible. Tampoco tiene cabida en nuestra Orden quien aspire a adjudicarse la condición de masón y lo que implica el honor de tal nominación, quien tenga la osadía de pretender alcanzar tal merito, sin mostrar en que medida esta dispuesto a corresponder a ello con su dedicación y a involucrarse en su compromiso. El francmasón en primer lugar debe estar siempre dispuesto a dar y a darse a los demás.
Es una actitud moral a la que está obligado, y que debe hacer ostensible con desprendimiento y generosidad. Dispuesto a donar a la Orden en un caso su tiempo, en otro legarle su inteligencia, los medios materiales necesarios para su estructura y estabilidad, o para auxiliar a en la forma que fuere menester a sus hermanos.
Tiene que esforzarse por todos los medios en atender las cuotas libremente estimadas por el Taller que a todos igualan. Al hacerlo, debe ser consciente de sus posibilidades, con prudencia y respeto para las obligaciones que le son propias, pero sin caer en comportamientos ostentosos respeto de sus hermanos, o acogerse con dolo a la generosidad de estos para rehuir permanentemente sus obligaciones.
Una vez atestiguada su conducta, será cuando a cada uno en su condición le quepa esperar, conforme a su aptitud, el premio o salario correspondiente, siempre que su ansiedad no le degrade a tener como incentivo único de su estancia en la Orden, el especular con lo puede o debe recibir, pues lo más posible es tal conducta se sienta defraudada ante la compensación recibida. Compensación por otra parte, que ante caso tal, seria siempre excesiva.
Quien realmente se comporta como masón, debe preocuparse únicamente de lo que puede y debe aportar a la Fraternidad. Es indigno de ser acogido en el seno de la masonería el que plantea su existencia en la misma en función de lo que se cree acreedor. En lo que se refiere al salario o al resultado de sus esfuerzos, la recepción de este, sea por mérito personal o como obra realizada, debe quedar exclusivamente al juicio de sus Hermanos, y a la sabiduría del Taller o la Orden juzguen en cada caso.
El masón debe especialmente ocuparse en cumplir su deber y de proveer a la Institución del tributo de su actividad y de sus talentos individuales, pues en esto especialmente consiste su trabajo. Muy singularmente es el caso de aprendices y compañeros, que con modestia, reserva y humildad deben labrar con dedicación y esfuerzo el camino del conocimiento que les habrá de conducir al magisterio. Solo el despliegue y desarrollo de las cualidades y capacidades que puedan aportar y la muestra de sus esfuerzos habrá de determinar la valía de su eficiencia en la labor constructora.
Sólo desde la generosidad de darse a sus hermanos, al Taller y a la Orden es como se acerca el masón a la magistratura y a la plenitud masónica, y por ende al reconocimiento y respeto de la comunidad masónica. Es también con honestidad, respeto a la verdad, la ética, el ejemplo personal, la dignidad y la lealtad, como desde la magistratura se debe profesar el magisterio.
Por el contrario, quien en la masonería se esfuerza únicamente en sacar algún beneficio, ya sea en el orden económico, social o material, quedará para siempre moralmente en estado de aprendiz más allá del mandil que se ciña. Y desde luego, mas pronto que tarde terminaran por ser puestas descarnadamente ante sus hermanos sus miserias morales y difícilmente conseguirá hacer efectivo lo que busca incesantemente, especialmente si se trata de ventajas y provecho personales.
La Francmasonería de forma ineludible, antes de poder recibir reconocimiento se precisa haber aprendido a dar lo mejor de uno mismo y de la forma más desinteresada. Sino la francmasonería como tal dejaría de ser una escuela de perfección del hombre, pasando a ser cualquier otra organización de mayor o menor entidad propia al mundo profano.
La actividad de un masón en Logia debe estar asistida por los ideales elevados y las sublimes finalidades de la Orden, haciéndonos dignos caballeros masones, obreros laboriosos e integrantes fieles de la vanguardia comprometida en la conquista de horizontes de progreso, de libertad, de la igualdad y de la fraternidad, con la única pretensión de que todo ello como amalgama de valores redunde en el bien de la humanidad.
Los trabajos masónicos deben tener por fin esencial encender esa llama de entusiasmo humanitario y constructor, que caracteriza al verdadero masón a través del conocimiento de los ideales y propósitos de la Institución y de los valores que invocaron de siempre cada uno de los masones que dejaron eterna su huella en la Orden.
Por esto es necesario que los trabajos se hagan con fidelidad al ritual y con fervor vocacional. El masón debe identificarse del carácter de la Orden, y la primera condición para ello será una constante observancia ritual. Esto comporta el conocimiento del mismo, el cultivo de las lecturas masónicas y una especial dedicación a la formación. Como consecuencia de esa gestación de conocimientos, devendrá el cumplimiento de los diversos deberes en Logia, entre los cuales destaca la asidua asistencia a las tenidas, cuya ausencia solo será justificable por motivos profanos de rigurosa entidad.
La actividad masónica se vera cuestionada si sus miembros faltan a ese deber esencial que es la asistencia a la Logia. Asimismo las ausencias quiebran la sociabilidad que debe impregnar la vida del Taller y enfrían la relación entre los hermanos que lo componen. También se hace preciso por una elemental norma de respeto fraternal que los miembros que asisten al taller estén presentes desde la apertura hasta el término de los trabajos, y que una vez finalizados estos asistan al ágape que corona los mismos.
Cuando se asume una actividad colectiva es necesario un método al que todos los que participan a la misma deben someterse so pena de que sean estériles los esfuerzos y mezquinos los resultados. Esta norma de conducta es la que representa simbólicamente la regla, según la cual debe guiarse y proceder cada masón. Regularidad, auxilio a los trabajos de mantenimiento del Taller, cumplimiento de los cometidos con lealtad y asumir cada tarea pendiente de realizar, conscientes de que lo que cada uno rehuya hacer recaerá sobre otro hermano.
Será así como los masones que componen una Logia serán realmente dignos depositarios de tan honroso nombre. Y será desde esa armonía como podrán cincelar la piedra bruta en la obra común de hacer fértil la actividad de la Logia y de la Fraternidad.

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