El masón se da pronto cuenta
de que no hay sino una sola Logia Masónica, la del Cosmos, y una sola
Hermandad la de los hermanos masones, sin distinción de ritos masónicos, grados
ni jerarquías, la compuesta por todos cuantos existen y se mueven en cualquiera
de los planos de la Masonería, sin regularidades masónicas o no..
Sabe, además, que el mítico Templo de Salomón es realmente el Solar del ser Humano: - Sol - interno- Yo Superior-, el Rey del Universo interior, manifestándose a través de los constructores primordiales.
Se percata de que su voto de hermandad y fraternidad es universal, y que minerales, plantas, animales y hombres, todos están incluidos en el verdadero hacer Masónico.
Su deber como constructor mayor con todos los reinos de la Naturaleza a su hacer, terminar la Gran Obra, lo distingue como el artífice creador solar que preferirá morir antes que faltar a ésta su gran obligación.
Ha consagrado su vida, ante el altar de su purificada conciencia, y se halla deseoso por servir a los inferiores por medio de los poderes recibidos de una superior jerarquía.
El masón místico, al adquirir ojos para ver más allá del ritual escrito, reconoce la unidad masónica, expresada a través de la diversidad de las formas.
El verdadero masón de la más profunda masonería ha dejado para siempre de lado la adoración de su personalidad.
Con su poderosa penetración, percibe que todas las formas existentes y su posición frente a los asuntos materiales carecen de importancia para él, comparadas con la vida que se está gestando dentro de sí mismo.
Todo el que permite que las apariencias o manifestaciones mundanas lo aparten de las tareas que a sí mismo se ha asignado en el ejercicio de la vida masónica, es un fracasado, porque la masonería es una ciencia abstracta cuya meta final es el desarrollo armónico del Ser.
La prosperidad material no es una medida para el engrandecimiento de su Ser.
El verdadero masón se da cuenta de que, detrás de esas diversas formas, hay una, vinculada al Principio de Eternidad: el resplandor de la creación en todas las cosas vivientes.
Es esta Vida la que él considera cuando mide el valer del hermano.
Es a esta Vida a la que él apela para reconocer la Unidad espiritual.
Comprende que el descubrimiento de esta chispa de Dios es lo que hace a él un miembro consciente de la Gran Logia Cósmica.
Sobre todo, deberá llegar a comprender que esa divina chispa brilla solar tan resplandeciente en el cuerpo de un enemigo como en el del Hermano más querido.
El verdadero masón ha aprendido a ser eminentemente impersonal en pensamiento, en acción y en deseo.
Sabe, además, que el mítico Templo de Salomón es realmente el Solar del ser Humano: - Sol - interno- Yo Superior-, el Rey del Universo interior, manifestándose a través de los constructores primordiales.
Se percata de que su voto de hermandad y fraternidad es universal, y que minerales, plantas, animales y hombres, todos están incluidos en el verdadero hacer Masónico.
Su deber como constructor mayor con todos los reinos de la Naturaleza a su hacer, terminar la Gran Obra, lo distingue como el artífice creador solar que preferirá morir antes que faltar a ésta su gran obligación.
Ha consagrado su vida, ante el altar de su purificada conciencia, y se halla deseoso por servir a los inferiores por medio de los poderes recibidos de una superior jerarquía.
El masón místico, al adquirir ojos para ver más allá del ritual escrito, reconoce la unidad masónica, expresada a través de la diversidad de las formas.
El verdadero masón de la más profunda masonería ha dejado para siempre de lado la adoración de su personalidad.
Con su poderosa penetración, percibe que todas las formas existentes y su posición frente a los asuntos materiales carecen de importancia para él, comparadas con la vida que se está gestando dentro de sí mismo.
Todo el que permite que las apariencias o manifestaciones mundanas lo aparten de las tareas que a sí mismo se ha asignado en el ejercicio de la vida masónica, es un fracasado, porque la masonería es una ciencia abstracta cuya meta final es el desarrollo armónico del Ser.
La prosperidad material no es una medida para el engrandecimiento de su Ser.
El verdadero masón se da cuenta de que, detrás de esas diversas formas, hay una, vinculada al Principio de Eternidad: el resplandor de la creación en todas las cosas vivientes.
Es esta Vida la que él considera cuando mide el valer del hermano.
Es a esta Vida a la que él apela para reconocer la Unidad espiritual.
Comprende que el descubrimiento de esta chispa de Dios es lo que hace a él un miembro consciente de la Gran Logia Cósmica.
Sobre todo, deberá llegar a comprender que esa divina chispa brilla solar tan resplandeciente en el cuerpo de un enemigo como en el del Hermano más querido.
El verdadero masón ha aprendido a ser eminentemente impersonal en pensamiento, en acción y en deseo.
R:.H:. Emilio Raúl Ruiz
Figuerola.