Los hombres de todos los tiempos y de todos los pueblos veneran la amistad como el más grande valor social y moral. Sin embargo, vemos que en nuestros días, para referirse a la amistad, el hombre casi siempre se proyecta al pasado buscando ejemplos o enseñanzas. Pareciera que hoy los seres humanos no tienen referenciales a los que remitirse. Tal como señala irónicamente Schopenhauer, “la verdadera amistad es una de esas cosas acerca de las cuales no se sabe si son ficticias o si existen en algún lugar”.
Un análisis etimológico de los conceptos “amigo” y “amistad” en distintos idiomas muestra su estrecho vínculo con las palabras que designan parentesco, camaradería y amor. Tanto en el francés (amitié), como en el italiano (amicizia) y el castellano (amigo), su raíz se remonta al “amicus” latino, que, como la palabra “amor”, proviene del verbo “amare”.
La antigua palabra eslava “droubcha” significaba proximidad, camaradería. En ruso, “drugol” (amigo) es simultáneamente “drugol” (otro) y “dorogol” (querido). Este “drug” deriva de un presunto verbo germano antiguo que significa sostener, producir.
La palabra alemana “freundschaft” designaba en el pasado no sólo la amistad propiamente dicha, sino también el amor, el lazo de sangre, la casa común, el origen común. Y en el vocablo inglés “friend” encontramos la raíz germana “fri”, que significa amparar, preocuparse.
Se afirma que “si queremos ver el corazón de un amigo, enfermemos”. Quien es nuestro amigo cuando estamos bien y nos vuelve la espalda en épocas de enfermedad o infortunio, es un cobarde. Es de gran importancia, cuando un amigo enfrenta una desgracia, quedarse a su lado, visitarlo y llevarle lo que necesite. El samurái, por ejemplo, no debía nunca, en tanto viviese, dejarse separar de aquellos de quienes es deudo espiritualmente. Éste es un patrón para evaluar los sentimientos verdaderos de un hombre.
Decía Epicteto que “el infortunio pone a prueba a los amigos y descubre a los enemigos”. A diferencia de la afinidad condicionada por los lazos de sangre o de camaradería, en la que las personas están ligadas por su pertenencia a una misma colectividad, por lazos de solidaridad grupal, la amistad es individual y selectiva, y está basada en la simpatía mutua.
Según Meng-Tsé, discípulo de Confucio, “el hombre sabio y virtuoso de una aldea traba amistad espontáneamente con los demás hombres sabios y virtuosos de su aldea; el hombre sabio y virtuoso de un reino no debe esforzarse para conseguir la amistad de los demás hombres sabios y virtuosos de su reino; el hombre sabio y virtuoso de un Imperio se hace amigo de una manera natural con los demás hombres sabios y virtuosos del Imperio. Al hombre sabio y virtuoso no le basta trabar amistad con todos los hombres sabios y virtuosos del Imperio entero, y por ello examina y estudia las acciones de los antiguos sabios, recita sus versos y explica sus doctrinas. Procura conocer todos los acontecimientos del siglo en que vivieron y, de este modo, llega a conocerlos íntimamente y traba con ellos la más sublime amistad”.
A diferencia del compañerismo superficial, la amistad es una relación profunda e íntima, que presupone no solo la ayuda mutua, sino también una afinidad interior, sinceridad, confianza y cariño. Montaigne llegará a decir: “en la amistad de la que yo hablo, las almas se mezclan y confunden una en otra con una mezcla tan universal que borran y no vuelven a encontrar la costura que las ha unido”.
Dentro del ámbito humanístico, el estudio de la amistad ocupa un lugar mucho más destacado en la filosofía antigua que en la moderna y contemporánea. Griegos y romanos, en raro ejemplo de contacto con la vida, supieron sondear el corazón humano y adelantar profundas lecciones de experiencia personal, entretejidas con la Historia y la leyenda, que guardan vibrantes modelos de amistad.
Para los griegos, en general, el afecto benévolo comprende tanto el amor como la amistad; ambas cosas son, para ellos, la philía. Pitágoras expresó su pensamiento en la máxima que presidía su escuela: Koino ta ton Philon (comunidad de bienes entre amigos).
La amistad entre los griegos se representaba como una doncella con la mano izquierda sobre el pecho apretando con la derecha un olmo, resquebrajado por el rayo, a cuyo tronco se enroscaba una vid; el olmo herido significaba la adversidad, y la vid cargada de racimos, el consuelo de la amistad.
Ya entre los romanos, la amistad era representada por una doncella vestida de blanca túnica, que sostenía en su mano derecha dos corazones unidos, señalando con la mano izquierda su pecho descubierto, en el que estaba escrito: De cerca y de lejos; en la frente podía leerse: En invierno y en verano, y en el albo pliegue del manto: En la vida y en la muerte.
Aristóteles se cuestiona si la amistad existe entre los semejantes o entre los opuestos, ya que según conceptos presocráticos, lo semejante llama a lo semejante, pero también por el juego de opuestos se genera el movimiento. Hay un elemento fundamental para este filósofo y es que la amistad existe únicamente cuando puede haber correspondencia en el afecto. No es posible la amistad con Dios ni con los objetos inanimados.
Se desprende de las palabras de Aristóteles que reconoce tres tipos de amistad: la que se funda en la utilidad, la que se funda en lo agradable y la que se funda en el bien.
Aquel cuya amistad se funda en lo agradable no ama con el amor que se funda en el bien, como tampoco aquel cuya amistad se funda en la utilidad. Estos tres diferentes tipos de amistad no son idénticos, pero tampoco son totalmente distintos.
La amistad fundada en lo agradable o la que se funda en lo útil son tipos de amistad que dependen de algo, o sea, de si producen placer o utilidad. En cambio, la amistad de los virtuosos incluye, además de lo agradable y lo útil, el bien. La amistad entre los sinceros, fundada en la virtud y el bien, es naturalmente la más segura, la más perseverante, y su forma, la más delicada. Ésta es la amistad que nace de los mejores, en tanto que la amistad de los vulgares dependerá de la utilidad o del placer.
Un análisis etimológico de los conceptos “amigo” y “amistad” en distintos idiomas muestra su estrecho vínculo con las palabras que designan parentesco, camaradería y amor. Tanto en el francés (amitié), como en el italiano (amicizia) y el castellano (amigo), su raíz se remonta al “amicus” latino, que, como la palabra “amor”, proviene del verbo “amare”.
La antigua palabra eslava “droubcha” significaba proximidad, camaradería. En ruso, “drugol” (amigo) es simultáneamente “drugol” (otro) y “dorogol” (querido). Este “drug” deriva de un presunto verbo germano antiguo que significa sostener, producir.
La palabra alemana “freundschaft” designaba en el pasado no sólo la amistad propiamente dicha, sino también el amor, el lazo de sangre, la casa común, el origen común. Y en el vocablo inglés “friend” encontramos la raíz germana “fri”, que significa amparar, preocuparse.
Se afirma que “si queremos ver el corazón de un amigo, enfermemos”. Quien es nuestro amigo cuando estamos bien y nos vuelve la espalda en épocas de enfermedad o infortunio, es un cobarde. Es de gran importancia, cuando un amigo enfrenta una desgracia, quedarse a su lado, visitarlo y llevarle lo que necesite. El samurái, por ejemplo, no debía nunca, en tanto viviese, dejarse separar de aquellos de quienes es deudo espiritualmente. Éste es un patrón para evaluar los sentimientos verdaderos de un hombre.
Decía Epicteto que “el infortunio pone a prueba a los amigos y descubre a los enemigos”. A diferencia de la afinidad condicionada por los lazos de sangre o de camaradería, en la que las personas están ligadas por su pertenencia a una misma colectividad, por lazos de solidaridad grupal, la amistad es individual y selectiva, y está basada en la simpatía mutua.
Según Meng-Tsé, discípulo de Confucio, “el hombre sabio y virtuoso de una aldea traba amistad espontáneamente con los demás hombres sabios y virtuosos de su aldea; el hombre sabio y virtuoso de un reino no debe esforzarse para conseguir la amistad de los demás hombres sabios y virtuosos de su reino; el hombre sabio y virtuoso de un Imperio se hace amigo de una manera natural con los demás hombres sabios y virtuosos del Imperio. Al hombre sabio y virtuoso no le basta trabar amistad con todos los hombres sabios y virtuosos del Imperio entero, y por ello examina y estudia las acciones de los antiguos sabios, recita sus versos y explica sus doctrinas. Procura conocer todos los acontecimientos del siglo en que vivieron y, de este modo, llega a conocerlos íntimamente y traba con ellos la más sublime amistad”.
A diferencia del compañerismo superficial, la amistad es una relación profunda e íntima, que presupone no solo la ayuda mutua, sino también una afinidad interior, sinceridad, confianza y cariño. Montaigne llegará a decir: “en la amistad de la que yo hablo, las almas se mezclan y confunden una en otra con una mezcla tan universal que borran y no vuelven a encontrar la costura que las ha unido”.
Dentro del ámbito humanístico, el estudio de la amistad ocupa un lugar mucho más destacado en la filosofía antigua que en la moderna y contemporánea. Griegos y romanos, en raro ejemplo de contacto con la vida, supieron sondear el corazón humano y adelantar profundas lecciones de experiencia personal, entretejidas con la Historia y la leyenda, que guardan vibrantes modelos de amistad.
Para los griegos, en general, el afecto benévolo comprende tanto el amor como la amistad; ambas cosas son, para ellos, la philía. Pitágoras expresó su pensamiento en la máxima que presidía su escuela: Koino ta ton Philon (comunidad de bienes entre amigos).
La amistad entre los griegos se representaba como una doncella con la mano izquierda sobre el pecho apretando con la derecha un olmo, resquebrajado por el rayo, a cuyo tronco se enroscaba una vid; el olmo herido significaba la adversidad, y la vid cargada de racimos, el consuelo de la amistad.
Ya entre los romanos, la amistad era representada por una doncella vestida de blanca túnica, que sostenía en su mano derecha dos corazones unidos, señalando con la mano izquierda su pecho descubierto, en el que estaba escrito: De cerca y de lejos; en la frente podía leerse: En invierno y en verano, y en el albo pliegue del manto: En la vida y en la muerte.
Aristóteles se cuestiona si la amistad existe entre los semejantes o entre los opuestos, ya que según conceptos presocráticos, lo semejante llama a lo semejante, pero también por el juego de opuestos se genera el movimiento. Hay un elemento fundamental para este filósofo y es que la amistad existe únicamente cuando puede haber correspondencia en el afecto. No es posible la amistad con Dios ni con los objetos inanimados.
Se desprende de las palabras de Aristóteles que reconoce tres tipos de amistad: la que se funda en la utilidad, la que se funda en lo agradable y la que se funda en el bien.
Aquel cuya amistad se funda en lo agradable no ama con el amor que se funda en el bien, como tampoco aquel cuya amistad se funda en la utilidad. Estos tres diferentes tipos de amistad no son idénticos, pero tampoco son totalmente distintos.
La amistad fundada en lo agradable o la que se funda en lo útil son tipos de amistad que dependen de algo, o sea, de si producen placer o utilidad. En cambio, la amistad de los virtuosos incluye, además de lo agradable y lo útil, el bien. La amistad entre los sinceros, fundada en la virtud y el bien, es naturalmente la más segura, la más perseverante, y su forma, la más delicada. Ésta es la amistad que nace de los mejores, en tanto que la amistad de los vulgares dependerá de la utilidad o del placer.
Cicerón define la amistad como “un sumo consenso en las cosas divinas y humanas, con amor y benevolencia. Fuera de la sabiduría, no concedieron los dioses otro don más excelso a los mortales”.
Las excelencias de la amistad son, para Cicerón, ser hija de la virtud, fruto sabroso de las cosas prósperas, fortaleza en la adversidad, fruición y descanso del ánimo. Por la amistad se hallan presentes los ausentes, los necesitados se hacen ricos y los débiles poderosos. Ella destierra odios y discordias y conquista la voluntad de los hombres.
Para amigos son buenos los firmes, estables y constantes. El falso amigo se delata cuando en la prosperidad desprecia al amigo o lo abandona en la adversidad, mas al que en ambas circunstancias permanece inalterable, se le debe tener por hombre de una especie muy rara y casi divina.
Hay que anteponer la amistad a cualquier conveniencia de la vida, porque ninguna otro cosa hay más conforme a la Naturaleza ni que aproveche tanto en la fortuna y en la adversidad.
Solamente entre los hombres de bien cabe la amistad. La amistad supera el parentesco, pues este dura aun sin amor, pero la amistad no, pues si falta el amor, perece.
La gran ventana que trae consigo la amistad es hacer concebir valor y confianza ante todo lo que pueda acaecer.
La amistad es hija más de la Naturaleza que de la necesidad, más de la natural tendencia a amar que del cálculo de utilidades que pueda acarrear. Como regla general de la amistad hay que tener en cuenta que, tanto lo que se pida a los amigos como lo que por ellos se haga, debe ser honesto.
La amistad entre los buenos es constante y casi necesaria, ya que surge de una fuente indicada por la Naturaleza. El verdadero fundamento de la constancia y solidez de la amistad es la fidelidad. Sin constancia no hay fidelidad. Los caracteres dobles y solapados no pueden ser fieles.
Es necesaria también cierta suavidad de trato y costumbres. La amistad franca y apacible debe ser indulgente e inclinada a toda cortesía y afabilidad. El rostro de la amistad no debe ser hosco ni severo. Según Confucio, “hay tres clases de amigos útiles y tres clases de amigos perjudiciales. Deben considerarse como amigos útiles los que son veraces y sinceros, los que son fieles y honestos, y los que son inteligentes y cultos; contrariamente, resultan perniciosos los amigos que son hipócritas y embusteros, los que son aduladores y viciosos y los que son necios y charlatanes”.
Después de reflexionar sobre las enseñanzas de Aristóteles, Cicerón y otros autores citados, podemos concluir que la verdadera amistad es factible solo entre los semejantes, ya que entre los opuestos esta relación estaría más bien dirigida por la conveniencia, la dependencia, la utilidad, lo agradable. Obviamente, cuando nos referimos a semejantes u opuestos no lo estamos haciendo desde el punto de vista de las diferencias de color, ni de sexo, ni raza, ni nacionalidad, ni condición social, sino en relación con las virtudes, escala de valores, conciencia, etc.
Las excelencias de la amistad son, para Cicerón, ser hija de la virtud, fruto sabroso de las cosas prósperas, fortaleza en la adversidad, fruición y descanso del ánimo. Por la amistad se hallan presentes los ausentes, los necesitados se hacen ricos y los débiles poderosos. Ella destierra odios y discordias y conquista la voluntad de los hombres.
Para amigos son buenos los firmes, estables y constantes. El falso amigo se delata cuando en la prosperidad desprecia al amigo o lo abandona en la adversidad, mas al que en ambas circunstancias permanece inalterable, se le debe tener por hombre de una especie muy rara y casi divina.
Hay que anteponer la amistad a cualquier conveniencia de la vida, porque ninguna otro cosa hay más conforme a la Naturaleza ni que aproveche tanto en la fortuna y en la adversidad.
Solamente entre los hombres de bien cabe la amistad. La amistad supera el parentesco, pues este dura aun sin amor, pero la amistad no, pues si falta el amor, perece.
La gran ventana que trae consigo la amistad es hacer concebir valor y confianza ante todo lo que pueda acaecer.
La amistad es hija más de la Naturaleza que de la necesidad, más de la natural tendencia a amar que del cálculo de utilidades que pueda acarrear. Como regla general de la amistad hay que tener en cuenta que, tanto lo que se pida a los amigos como lo que por ellos se haga, debe ser honesto.
La amistad entre los buenos es constante y casi necesaria, ya que surge de una fuente indicada por la Naturaleza. El verdadero fundamento de la constancia y solidez de la amistad es la fidelidad. Sin constancia no hay fidelidad. Los caracteres dobles y solapados no pueden ser fieles.
Es necesaria también cierta suavidad de trato y costumbres. La amistad franca y apacible debe ser indulgente e inclinada a toda cortesía y afabilidad. El rostro de la amistad no debe ser hosco ni severo. Según Confucio, “hay tres clases de amigos útiles y tres clases de amigos perjudiciales. Deben considerarse como amigos útiles los que son veraces y sinceros, los que son fieles y honestos, y los que son inteligentes y cultos; contrariamente, resultan perniciosos los amigos que son hipócritas y embusteros, los que son aduladores y viciosos y los que son necios y charlatanes”.
Después de reflexionar sobre las enseñanzas de Aristóteles, Cicerón y otros autores citados, podemos concluir que la verdadera amistad es factible solo entre los semejantes, ya que entre los opuestos esta relación estaría más bien dirigida por la conveniencia, la dependencia, la utilidad, lo agradable. Obviamente, cuando nos referimos a semejantes u opuestos no lo estamos haciendo desde el punto de vista de las diferencias de color, ni de sexo, ni raza, ni nacionalidad, ni condición social, sino en relación con las virtudes, escala de valores, conciencia, etc.