lunes, 25 de abril de 2011

FE, ESPERANZA, CARIDAD


Necesitamos de la fe, pero no de la fe ciega e irreflexiva que se impone sobre la razón, sino de la fe en nosotros mismos, para servir al proyecto del Gran Arquitecto del Universo.
Esa fe es la única entidad que se ha forjado a través de las edades, con sus manos y su cerebro, todo el progreso y felicidad de que disfrutamos hoy.
Está preparado para ellos, los hombres, la felicidad y el bienestar, la consigna es que tengamos fe en nosotros mismos, en los hombres que nos rodean y en el esfuerzo de cada uno de ellos.
La esperanza es la seguridad y confianza, que ha de prevalecer la verdad contra el error, la justicia contra la iniquidad, el bien contra el mal, el amor contra el odio y la felicidad contra la tribulación.
El masón solo debe tener esperanza en el resultado de su propio esfuerzo, su esperanza es resultante de su fe, nada debe esperar de lo sobrenatural menos de una providencia.
Esa providencia complaciente que haga por nosotros lo que nuestra falta de fe no nos permite hacer, nuestra esperanza no es producto de una ilusión, es Luz en nosotros mismos.
La esperanza no es el lastre de nuestra debilidad y de nuestra pobreza, la esperanza, es el motor potente de nuestra energía, es la que nos mueve a hacer las cosas.
Pero entonces, ¿Qué es la caridad?, A la luz de nuestra doctrina, la caridad brilla y se enaltece, la caridad nos eleva a la verdadera virtud.
Sabemos desde nuestros primeros pasos en la vida masónica, que no hay virtud donde no hay lucha, o dicho de otra manera, si no existe voluntad para dirigir nuestros instintos, nunca podremos dominar nuestro destino.
El objetivo de dirigir nuestro destino es con el fin de crear en nuestro propio ser la belleza y armonía que nos ligará a la Suprema Armonía.
El concepto vulgar de la caridad no es una verdadera virtud, presupone siempre un superior frente a un inferior y la idea de superioridad engendra un sentimiento de soberbia.
Esa soberbia es incompatible con el amor en plenitud de acción constructiva, la soberbia debe ser ajena al masón, no debe existir entre nosotros.
La consigna es entonces que el masón debe tener fe en sus ideales, tener fe en si mismo para no ser explotado, ningún poder será capaz de esclavizar al masón, esa es su fe.
“La esperanza decreta mi dicha”, así lo entiende el masón, entiende también que su cuerpo es el mecanismo que le permite disfrutar de la alegría, de la belleza y del bienestar de la vida.
Nadie más que el masón puede y debe cuidar de si mismo, para aspirar a cuidar de su familia, con los mismos atributos y dones de todos los seres humanos, sus hermanos.
La caridad verdadera no es otra cosa que el amor a la humanidad, que traducido es solo la exigencia de amar a todos nuestros semejantes como a nosotros mismos.
Para realizar la redención humana, hay que sentir los dolores de todos los hombres, entender el sufrimiento de todos los esclavizados, sufrir el hambre de quienes la tienen, como si fuera nuestro propio dolor, nuestro propio sufrimiento y nuestra propia hambre.
Fe en los ideales, esperanza en realizarlos, por amor a la humanidad, cuando eso se cumpla, nuestro trabajo estará completo.
R:.H:. Julio Torres