En forma cotidiana usamos las palabras lealtad y fidelidad tal cual sí fueran sinónimos, pero no es así. La diferencia entre ambas radica en que la lealtad tiene como origen o basamento la razón, mientras que la fidelidad se origina basándose en el sentimiento. Desde luego, la Lealtad no riñe con la fidelidad, y su efecto es más benéfico cuando se complementan.
La Lealtad es uno de los valores más importantes para la sana y provechosa vida social en la que nos desenvolvemos día con día. La lealtad es un producto de la razón, y por ende de la inteligencia, se deriva de la observancia de las leyes y normas, las cuales no son su objetivo, sino el medio para llevarla a cabo.
Siendo la Lealtad un producto del razonamiento, intervienen en ella, otros aspectos humanos; por ejemplo la Libertad, siendo innegable que no podemos forzar a nadie a ser leal, solo se da, cuando por su libre elección consiente en serlo; habiendo tomado esta decisión, debe intervenir su Voluntad para cumplir, cuando estos elementos se han conjugado, nace la Responsabilidad, que es la parte trascendental en la sociedad.
La responsabilidad, o mejor dicho, la otra cara de la Lealtad, interactúa consigo misma, es decir, en primer lugar; con la familia, con la comunidad, y proyectándose con la nación, si planteamos dos planos o niveles superiores, serían, la Humanidad y la Divinidad.
La Lealtad se considera un valor social, podemos resumirla como la expresión del cumplimiento de una responsabilidad ante los hombres y ante Dios, libremente aceptada, para la correcta y más provechosa vida del genero humano.
La Lealtad debe estar siempre vigente; no podemos ser leal unas veces sí y otras no; no podemos limitar a nuestros intereses el quantum de lealtad debemos cumplir, se es leal o no se es. La lealtad practicada como modo de vida constante trae consigo mismo una gran satisfacción, y se acompaña del sentimiento de orgullo y dignidad, sobre todo cuando se está consciente de que nuestras acciones están de acuerdo con los contenidos de las leyes, reglas y normas.
El ser leal tiene como paga el aprecio y la valorización de nuestra familia, de nuestras amistades, en nuestro trabajo, en todas partes. En cambio cuando somos desleales recibimos como salario la reprobación, la marginación y nos hacemos merecedores de la duda o la sospecha. Ya que la deslealtad está estrechamente relacionada con la traición, tan aborrecible y repugnante como uno de los mayores crímenes. La magnitud de la traición puede ser grande o pequeña, pero todas merecen el desprecio y condena general, pues lacera los valores que amalgaman la convivencia social.
La humanidad a través de la historia nos brinda muchos ejemplos, en todos los pueblos y en todas las culturas de uno de los valores más apreciados, la Lealtad, del mismo modo la historia nos presenta en un equilibrio casi a la par a hombres y grupos que la han traicionado. Está en nosotros cargar el fiel de la balanza, practicando el desarrollo de nuestras virtudes, y haciendo pozos profundos a los vicios, hagamos hombres libres y de buenas costumbres, más útiles a sí mismos y a la humanidad.
Es cuanto.
Hermano Pedro
La Lealtad es uno de los valores más importantes para la sana y provechosa vida social en la que nos desenvolvemos día con día. La lealtad es un producto de la razón, y por ende de la inteligencia, se deriva de la observancia de las leyes y normas, las cuales no son su objetivo, sino el medio para llevarla a cabo.
Siendo la Lealtad un producto del razonamiento, intervienen en ella, otros aspectos humanos; por ejemplo la Libertad, siendo innegable que no podemos forzar a nadie a ser leal, solo se da, cuando por su libre elección consiente en serlo; habiendo tomado esta decisión, debe intervenir su Voluntad para cumplir, cuando estos elementos se han conjugado, nace la Responsabilidad, que es la parte trascendental en la sociedad.
La responsabilidad, o mejor dicho, la otra cara de la Lealtad, interactúa consigo misma, es decir, en primer lugar; con la familia, con la comunidad, y proyectándose con la nación, si planteamos dos planos o niveles superiores, serían, la Humanidad y la Divinidad.
La Lealtad se considera un valor social, podemos resumirla como la expresión del cumplimiento de una responsabilidad ante los hombres y ante Dios, libremente aceptada, para la correcta y más provechosa vida del genero humano.
La Lealtad debe estar siempre vigente; no podemos ser leal unas veces sí y otras no; no podemos limitar a nuestros intereses el quantum de lealtad debemos cumplir, se es leal o no se es. La lealtad practicada como modo de vida constante trae consigo mismo una gran satisfacción, y se acompaña del sentimiento de orgullo y dignidad, sobre todo cuando se está consciente de que nuestras acciones están de acuerdo con los contenidos de las leyes, reglas y normas.
El ser leal tiene como paga el aprecio y la valorización de nuestra familia, de nuestras amistades, en nuestro trabajo, en todas partes. En cambio cuando somos desleales recibimos como salario la reprobación, la marginación y nos hacemos merecedores de la duda o la sospecha. Ya que la deslealtad está estrechamente relacionada con la traición, tan aborrecible y repugnante como uno de los mayores crímenes. La magnitud de la traición puede ser grande o pequeña, pero todas merecen el desprecio y condena general, pues lacera los valores que amalgaman la convivencia social.
La humanidad a través de la historia nos brinda muchos ejemplos, en todos los pueblos y en todas las culturas de uno de los valores más apreciados, la Lealtad, del mismo modo la historia nos presenta en un equilibrio casi a la par a hombres y grupos que la han traicionado. Está en nosotros cargar el fiel de la balanza, practicando el desarrollo de nuestras virtudes, y haciendo pozos profundos a los vicios, hagamos hombres libres y de buenas costumbres, más útiles a sí mismos y a la humanidad.
Es cuanto.
Hermano Pedro