Una vieja sentencia que figuraba en el frontis del templo de Apolo en el Oráculo de Delfos de la Antigua Grecia, decía, "Conócete a ti mismo". Esta frase era repetida constantemente por Sócrates, aquel filósofo que se dedicaba a interrogar a los sofistas, personajes de su época que afirmaban poseer muchos conocimientos y que, luego de dialogar con aquel buscador de la verdad, eran obligados a reconocer su ignorancia.
Conócete a ti mismo, decía, y de esta suerte confrontaba a sus jóvenes discípulos, con su realidad interior haciéndoles sentir la necesidad de abandonar ese mundo de opiniones en el que estaban sumidos y los encaminaba en la búsqueda de la verdadera sabiduría, aquella que subyace en el fondo de cada uno. Fue tanta la fuerza y convicción con que Sócrates argumentaba que poco a poco sus seguidores se fueron convirtiendo en auténticos filósofos, es decir investigadores de las cosas auténticas y verdaderas. Y así, al crecer su fama se fue incrementando el número de quienes le rodeaban, la mayor porte de ellos, jóvenes, logrando así en su amada Atenas, una gradual toma de conciencia de su propia realidad.
Muchos le imitaron en la costumbre de preguntar a los demás, llegando a cuestionar muchas cosas que la gente hacía sin tener real conocimiento de porque las hacía. Naturalmente esta situación fue muy mal recibida por ciertas personas que no les convenía que jóvenes tan lúcidos promoviesen en la ciudad, este tipo de pláticas porque les hacía perder predicamento e influencia social, que se basaba en la ignorancia popular.
Por eso fue que decidieron acusar a Sócrates (de corromper a la juventud y de impiedad). Estos cargos, falsos como Platón lo demuestra, en su Apología, motivaron la condena a muerte del filósofo ante jueces sobre el sentido y la razón de la existencia, como un fin luminoso del camino que le señala a dónde debe mirar quien busca verdaderas respuestas.
Conócete a ti mismo: es el reclamo y la respuesta para el que tiene los oídos y los ojos del alma despiertos. Más allá del espacio y del tiempo, esta sencilla frase tiene, tal validez inmortal que después de más de dos mil quinientos años no ha perdido un ápice de su vigencia.
Sí, hoy, al inicio del Tercer Milenio, con el vertiginoso avance de la cibernética y las comunicaciones, con las computadoras y los satélites. En la época de la globalización de la información, cada vez son más los jóvenes que buscan la verdad, cada vez son más los que preguntan a los adultos sin encontrar respuestas, no se trata de mayor o menor información que puede brindar un aparato de televisión o un ordenador. Es algo más profundo y trascendente, que no se absuelve con una (actualización de datos). No. Ningún instrumento de nuestra avanzada tecnología puede ayudarnos en tan esencial inquietud. No es cuestión de avance científico. Es cuestión de humanidad.
El reclamo de Sócrates sigue llamando a todo aquel que quiere ser dueño de su destino.
Porque es esencial para tu propia realización como persona y como ser humano.
Conócete a ti mismo, decía, y de esta suerte confrontaba a sus jóvenes discípulos, con su realidad interior haciéndoles sentir la necesidad de abandonar ese mundo de opiniones en el que estaban sumidos y los encaminaba en la búsqueda de la verdadera sabiduría, aquella que subyace en el fondo de cada uno. Fue tanta la fuerza y convicción con que Sócrates argumentaba que poco a poco sus seguidores se fueron convirtiendo en auténticos filósofos, es decir investigadores de las cosas auténticas y verdaderas. Y así, al crecer su fama se fue incrementando el número de quienes le rodeaban, la mayor porte de ellos, jóvenes, logrando así en su amada Atenas, una gradual toma de conciencia de su propia realidad.
Muchos le imitaron en la costumbre de preguntar a los demás, llegando a cuestionar muchas cosas que la gente hacía sin tener real conocimiento de porque las hacía. Naturalmente esta situación fue muy mal recibida por ciertas personas que no les convenía que jóvenes tan lúcidos promoviesen en la ciudad, este tipo de pláticas porque les hacía perder predicamento e influencia social, que se basaba en la ignorancia popular.
Por eso fue que decidieron acusar a Sócrates (de corromper a la juventud y de impiedad). Estos cargos, falsos como Platón lo demuestra, en su Apología, motivaron la condena a muerte del filósofo ante jueces sobre el sentido y la razón de la existencia, como un fin luminoso del camino que le señala a dónde debe mirar quien busca verdaderas respuestas.
Conócete a ti mismo: es el reclamo y la respuesta para el que tiene los oídos y los ojos del alma despiertos. Más allá del espacio y del tiempo, esta sencilla frase tiene, tal validez inmortal que después de más de dos mil quinientos años no ha perdido un ápice de su vigencia.
Sí, hoy, al inicio del Tercer Milenio, con el vertiginoso avance de la cibernética y las comunicaciones, con las computadoras y los satélites. En la época de la globalización de la información, cada vez son más los jóvenes que buscan la verdad, cada vez son más los que preguntan a los adultos sin encontrar respuestas, no se trata de mayor o menor información que puede brindar un aparato de televisión o un ordenador. Es algo más profundo y trascendente, que no se absuelve con una (actualización de datos). No. Ningún instrumento de nuestra avanzada tecnología puede ayudarnos en tan esencial inquietud. No es cuestión de avance científico. Es cuestión de humanidad.
El reclamo de Sócrates sigue llamando a todo aquel que quiere ser dueño de su destino.
Porque es esencial para tu propia realización como persona y como ser humano.