miércoles, 29 de septiembre de 2010

Reseña de nuestro Hermano Santiago Ramón y Cajal


Santiago Ramón y Cajal (Petilla de Aragón, Navarra, 1852 - Madrid, 1934) fue un médico español, especializado en histología y anátomo-patología microscópica. Obtuvo el Premio Nobel de Medicina en 1906 por descubrir los mecanismos que gobiernan la morfología y los procesos conectivos de las células nerviosas, una nueva y revolucionaria teoría que empezó a ser llamada la «doctrina de la neurona», basada en que el tejido cerebral está compuesto por células individuales.
Tras finalizar sus estudios de medicina en la universidad de Zaragoza, ingresó en la Sanidad militar y fue enviado a la guerra de Cuba, lo que supuso para él una experiencia imborrable, no tanto desde el punto de vista profesional como personal.
Su inquietud y libre pensamiento es lo que le lleva a sintonizar con la Masonería poco después de su regreso de Cuba. De hecho, en 1877 ingresa, con tan sólo 25 años, en la Respetable Logia Caballeros de la Noche, Nº 68, de la obediencia del Grande Oriente Lusitano Unido, que trabajó en estos valles de 1869 a 1886, siendo un encomiable ejemplo de vida masónica, con el objetivo claro en su vida de perfeccionar al hombre a través del estudio de las ciencias, las artes y la moral universal y practicando las virtudes y fraternidad humanas, con una visión de la sociedad filantrópica, filosófica y progresista que enriqueció su vida y la de quienes lo rodearon.Ramón y Cajal es un claro exponente universalizante y fraternal para con todos los pueblos, al modo masónico, en su trabajo Ramón y Cajal no busca el reconocimiento personal, sino ser conducido a una explicación racional y positiva del hombre y de la naturaleza evolutiva que nos rodea.Para Ramón y Cajal todo era importante dentro del proceso de investigación, como lo explica en su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias, en 1897, que se publicaría después bajo el título "Los Tónicos de la Voluntad".En esta tesis, Ramón y Cajal apuesta por el avance de la ciencia, calificando de ciencia muerta aquella que permanece inmóvil en los libros, frente a la ciencia viva y dinámica, en constante flujo, que se aprende con la investigación y que implica los avances de la Humanidad.Así pues, hasta su muerte, en el Madrid de 1934, Santiago Ramón y Cajal hizo de su vida y su trabajo una constante masónica, abanderando de todos aquellos conceptos que le permitieron su evolución científica y personal.

“18 semblanzas Masónicas”,
Gustavo Vidal Manzares