
Entrar en el mundo masónico es ante todo abandonar las costumbres heredadas de un mundo cada día más acelerado y confuso, en el cual el enfrentamiento y el espíritu de dominación caracterizan a las relaciones sociales y hasta familiares.
En el mundo masónico se elabora una voluntad de construir juntos. Es cierto que todo no está idílico, y que los hermanos llegan con su personalidad, insolencia, impaciencia, reflejo perfecto de la diversidad misma de la sociedad que nos muestra los rezagos atávicos de nuestra naturaleza humana. Pero la voluntad de domar a las diferencias para conocerse a sí mismo y entender mejor el mundo permite una labor armoniosa. Este camino hacia la verdad, la libertad de pensar y un libre albedrío absoluto, es una "iniciación" en el sentido en que sigue un camino antiguo basado sobre dos herramientas: el respeto a un rito y el trabajo sobre símbolos. El rito es un medio de conocimiento y reconocimiento en el espacio y el tiempo; es pedagógico en la medida en que permite transmitir un sistema de referencias y unos estímulos heredados de una larga tradición de experiencia y enseñanza; es fundamental ya que crea una memoria específica de un grupo y marcas de identidad.
Los símbolos no son más que un vehículo utilizado para desarrollar la imaginación, la intuición y la emoción. El trabajo sobre los símbolos ayuda a captar la polivalencia de las apariencias y los diversos significados de un discurso, de un texto, etc.
Trabajar sobre las herramientas de la masonería es reunir lo disperso: razón, intuición, imaginación, sin aceptar jamás las certidumbres, los dogmas, las ideas pre-concebidas o la uniformidad. Asociando trabajo en grupo, trabajo personalizado, pedagogía e introspección, la vía masónica conduce teóricamente a una transformación ontológica: a un hombre libre, abierto al mundo, tolerante hacia los demás, imaginativo y activo en la "vida de la comunidad".
Trabajar sobre las herramientas de la masonería es reunir lo disperso: razón, intuición, imaginación, sin aceptar jamás las certidumbres, los dogmas, las ideas pre-concebidas o la uniformidad. Asociando trabajo en grupo, trabajo personalizado, pedagogía e introspección, la vía masónica conduce teóricamente a una transformación ontológica: a un hombre libre, abierto al mundo, tolerante hacia los demás, imaginativo y activo en la "vida de la comunidad".
Los Hermanos trabajan en "logias" y en "talleres" donde se les ayuda a pasar de una etapa de instrucción (transmisión de datos e informaciones) a otra de formación más relacionada con la forma y el esfuerzo personal, para por fin llegar a un trabajo más personalizado, apertura sobre nuevos conocimientos y un largo recorrido personal. Eso es lo que se llama "iniciación".