
Un cuento judío lo expresa así:
Se cuenta que en el cementerio del pueblo, en la lápida (matzeva) de un judío local estaba escrito así:
"Decidí que iba a hacer todo para cambiar al mundo, pero...no lo logré.
Entonces, decidí que iba a hacer todo para cambiar a mi país, pero...no lo logré.
Entonces, decidí que iba a hacer todo para cambiar a mi ciudad, pero...no lo logré.
Entonces, decidí que iba a hacer todo para cambiar a mi vecindario, pero...no lo logré.
Entonces, pensé que iba a hacer todo para cambiar a mi familia, pero...no lo logré.
Finalmente, decidí que iba a hacer todo para ¡cambiarme a mi mismo!
Y fue ahí que me di cuenta que si hubiera comenzado por eso, por cambiarme a mi mismo, quizás SI hubiera podido cambiar a mi familia, a mi vecindario, a mi ciudad, a mi país y al mundo.
No importa si esa lápida existe o no, pero el contenido sigue válido, dijo el Rabino, y significa que si queremos mejorar lo que nos rodea, debemos comenzar a cambiarnos, a mejorarnos, a enriquecernos espiritualmente a nosotros mismo.”
El mundo es como somos nosotros; si queremos cambiar el mundo, primero debemos cambiar nosotros mismos.