*Las Fuerzas Morales - Capítulo 6.
Firmeza, dignidad,
deber.
I. De la firmeza.
Rectilíneo
debe ser el servicio de un ideal. Quien ha concebido un arquetipo de verdad o
de belleza, de virtud o de justicia, sólo puede acercársele resistiendo mil
asechanzas que le desvían. La vida ascendente exige una vigilancia de todas las
horas; el favor y la intriga conspiran contra la dignidad de la juventud,
apartándola de sus ideales mediante fáciles prebendas. Toda concesión, en el
orden moral, produce una invalidez; todo renunciamiento es un suicidio.
Avergüénzate,
joven, de torcer tu camino cediendo a tentaciones indignas. Si eres artesano
evita enlodazarte recibiendo cosa alguna que no sea compensación de tus
méritos; si eres poeta, no manches la túnica de tu musa cantando en la mesa
donde se embriagan los cortesanos; si eres sembrador, no pidas la protección de
ningún amo y espera la espiga lustrosa que al encantamiento de tus manos rompe
el vientre de la tierra; si eres sabio, no mientas; si eres maestro, no
engañes. Pensador o filósofo, no tuerzas tu doctrina ante los poderosos que la pagarían
sobradamente: por tu propia grandeza debes medir tu responsabilidad y ante la
estirpe entera tendrás que rendir cuenta de tus palabras. Sea cual fuere tu
habitual menester -hormiga, ruiseñor o león-, trabaja, canta o ruge con
entereza y sin desvío: vibre en ti una partícula de tu pueblo.
No imites al
siervo que se envilece para aumentar la ración de su escudilla. Desprecia al
corruptor y compadece al corrompido. Desafía, si es necesario, el encono y la
maledicencia de ambos, pues nunca podrán afectar lo más seguramente tuyo de ti:
tu personalidad. Ninguna turba de domésticos puede torcer a un hombre libre. Es
como si una piara diese en gruñir contra el chorro de una fuente dulce y
fresca: el agua seguiría brotando sin oír y, al fin, los mismos gruñentes
acabarían por abrevar en ella.
Algo necesita
cada hombre de los demás: respeto. Debe conquistarlo con su conducta. No es
respetable el que obra contra el sentir de la propia conciencia; todos respetan
al que sabe jugar su destino sobre la carta única de su dignidad.
La firmeza
es acero en la palabra y diamante en la conducta. La palabra es sonora cuando
es clara; todos la oyen si la pasión la caldea y a todos contagia si inspira
confianza. La autoridad moral es su eco, la multiplica. Más vale decir una
palabra transparente que murmurar mil enmarañadas. Los que tienen una fe o una
ideología desdeñan a los retóricos y a los sofistas; nunca se construyeron
templos con filigranas, ni se ganaron batallas con fuegos artificiales.
Cuando es
imposible hablar con dignidad, sólo es lícito callar. Decir a medias lo que se
cree, disfrazar las ideas, corromperlas con reticencias, hacer concesiones a la
mentira hostil, es una manera hipócrita de traicionar el propio ideal. Las
palabras ambiguas se enfrían al ir de los labios que las pronuncian a los oídos
que las escuchan; no engañan al adversario que en ellas desprecia la cobardía,
ni alientan al amigo que descubre la defección.
De la palabra
debe pasar la firmeza a la conducta. No se cansaban los estoicos de recordar el
gesto firme del senador Helvidio Prisco. Pidióle un día Vespasiano que no fuera
al Senado, para que su austera palabra no perturbara sus planes.
-Está en
vuestras manos quitarme el cargo, pero mientras sea senador no faltaré al
Senado.
-Si vais -repuso
el emperador-, será para callar vuestra opinión.
-No me pidáis
opinión y callaré.
-Pero si estáis
presente no puedo dejar de pedírosla.
-Y yo no puedo
dejar de decir lo que creo justo.
-Pero si lo
decís os haré morir ...
-Los dos haremos
lo que está en nuestra conciencia y depende de nosotros. Yo diré la verdad y el
pueblo os despreciará. Vos me haréis morir y yo sufriré la muerte sin quejarme.
¿Acaso os he dicho que soy inmortal? ...
Graba este
ejemplo en tu memoria, artesano, poeta, sembrador o filósofo. Probable es que
no puedas imitarlo en grado heroico, pero no lo olvides en tu habitual
escenario. Haz de él un mandamiento de tu credo. Piensa que el porvenir de tu
pueblo está en el temple moral de sus componentes.
El que duda
de sus fuerzas morales está vencido. Manos que tiemblan no pueden plasmar una
forma, apartar un obstáculo, izar un estandarte. La confianza en las fuerzas
morales debe ser integral para actuar con eficacia. La vida es lucha incesante
para los caracteres firmes, pues los intereses creados reclaman complicidad en
la rutina común. No puede resistir quien teme ceder.
Firme es el
hombre que sabe corregir sus juicios reflexionando sobre la experiencia propia
o la ajena; voluble el que sigue las últimas opiniones que escucha, o acepta
por temor las que otros le imponen. Firmeza es virilidad lúcida, distinta de la
ciega testarudez; tan grande es la excelencia del que sabe querer porque ha
pensado, como pequeña la miseria del que se obstina en mantener decisiones no
pensadas.
La firmeza
puesta al servicio de una causa justa alcanza al heroísmo cuando contra ella se
adunan los domesticados y los serviles. En toda lucha por un ideal se tropieza
con adversarios y se levantan enemigos; el hombre firme no los escucha ni se
detiene a contarlos. Sigue su ruta, irreductible en su fe, imperturbable en su
acción. Quien marcha hacia una luz no puede ver lo que ocurre en la sombra.
Nada deben los
pueblos a los que anteponen el inmediato provecho individual al triunfo de
finalidades sociales, más remotas cuanto más altas; todo lo esperan de jóvenes
capaces de renunciar a bienes, honores, vida, antes que traicionar la esperanza
puesta en cada nueva generación.
R:.H:. José Ingenieros
Cada una de las lecciones, de las
máximas que el autor redacta y transmite en las Fuerzas Morales*, son un grito
desesperado de un hombre visionario, que intenta despertar, no en la mente,
sino en el espíritu de sus contemporáneos, el ánimus de la perfección, la
conciencia de nuestro propio poder como seres perfectibles. Esta obra de
singular energía, examina los vicios y las virtudes de la personalidad, y no
con aquellos, sino con estas, las Fuerzas Morales, José Ingenieros nos insta a
cambiar la historia, que tienta la disgregación latinoamericana. Las Fuerzas
Morales es un libro vigente hoy en dia y es un excelente
antídoto contra la indiferencia, que nos enseña a volar y generar ideales.