miércoles, 6 de mayo de 2015

Las Fuerzas Morales*

*Las Fuerzas Morales - Capítulo 6. 
Firmeza, dignidad, deber. 
I. De la firmeza.
Rectilíneo debe ser el servicio de un ideal. Quien ha concebido un arquetipo de verdad o de belleza, de virtud o de justicia, sólo puede acercársele resistiendo mil asechanzas que le desvían. La vida ascendente exige una vigilancia de todas las horas; el favor y la intriga conspiran contra la dignidad de la juventud, apartándola de sus ideales mediante fáciles prebendas. Toda concesión, en el orden moral, produce una invalidez; todo renunciamiento es un suicidio.
Avergüénzate, joven, de torcer tu camino cediendo a tentaciones indignas. Si eres artesano evita enlodazarte recibiendo cosa alguna que no sea compensación de tus méritos; si eres poeta, no manches la túnica de tu musa cantando en la mesa donde se embriagan los cortesanos; si eres sembrador, no pidas la protección de ningún amo y espera la espiga lustrosa que al encantamiento de tus manos rompe el vientre de la tierra; si eres sabio, no mientas; si eres maestro, no engañes. Pensador o filósofo, no tuerzas tu doctrina ante los poderosos que la pagarían sobradamente: por tu propia grandeza debes medir tu responsabilidad y ante la estirpe entera tendrás que rendir cuenta de tus palabras. Sea cual fuere tu habitual menester -hormiga, ruiseñor o león-, trabaja, canta o ruge con entereza y sin desvío: vibre en ti una partícula de tu pueblo.
No imites al siervo que se envilece para aumentar la ración de su escudilla. Desprecia al corruptor y compadece al corrompido. Desafía, si es necesario, el encono y la maledicencia de ambos, pues nunca podrán afectar lo más seguramente tuyo de ti: tu personalidad. Ninguna turba de domésticos puede torcer a un hombre libre. Es como si una piara diese en gruñir contra el chorro de una fuente dulce y fresca: el agua seguiría brotando sin oír y, al fin, los mismos gruñentes acabarían por abrevar en ella.
Algo necesita cada hombre de los demás: respeto. Debe conquistarlo con su conducta. No es respetable el que obra contra el sentir de la propia conciencia; todos respetan al que sabe jugar su destino sobre la carta única de su dignidad.
La firmeza es acero en la palabra y diamante en la conducta. La palabra es sonora cuando es clara; todos la oyen si la pasión la caldea y a todos contagia si inspira confianza. La autoridad moral es su eco, la multiplica. Más vale decir una palabra transparente que murmurar mil enmarañadas. Los que tienen una fe o una ideología desdeñan a los retóricos y a los sofistas; nunca se construyeron templos con filigranas, ni se ganaron batallas con fuegos artificiales.
Cuando es imposible hablar con dignidad, sólo es lícito callar. Decir a medias lo que se cree, disfrazar las ideas, corromperlas con reticencias, hacer concesiones a la mentira hostil, es una manera hipócrita de traicionar el propio ideal. Las palabras ambiguas se enfrían al ir de los labios que las pronuncian a los oídos que las escuchan; no engañan al adversario que en ellas desprecia la cobardía, ni alientan al amigo que descubre la defección.
De la palabra debe pasar la firmeza a la conducta. No se cansaban los estoicos de recordar el gesto firme del senador Helvidio Prisco. Pidióle un día Vespasiano que no fuera al Senado, para que su austera palabra no perturbara sus planes.
-Está en vuestras manos quitarme el cargo, pero mientras sea senador no faltaré al Senado.
-Si vais -repuso el emperador-, será para callar vuestra opinión.
-No me pidáis opinión y callaré.
-Pero si estáis presente no puedo dejar de pedírosla.
-Y yo no puedo dejar de decir lo que creo justo.
-Pero si lo decís os haré morir ...
-Los dos haremos lo que está en nuestra conciencia y depende de nosotros. Yo diré la verdad y el pueblo os despreciará. Vos me haréis morir y yo sufriré la muerte sin quejarme. ¿Acaso os he dicho que soy inmortal? ...
Graba este ejemplo en tu memoria, artesano, poeta, sembrador o filósofo. Probable es que no puedas imitarlo en grado heroico, pero no lo olvides en tu habitual escenario. Haz de él un mandamiento de tu credo. Piensa que el porvenir de tu pueblo está en el temple moral de sus componentes.
El que duda de sus fuerzas morales está vencido. Manos que tiemblan no pueden plasmar una forma, apartar un obstáculo, izar un estandarte. La confianza en las fuerzas morales debe ser integral para actuar con eficacia. La vida es lucha incesante para los caracteres firmes, pues los intereses creados reclaman complicidad en la rutina común. No puede resistir quien teme ceder.
Firme es el hombre que sabe corregir sus juicios reflexionando sobre la experiencia propia o la ajena; voluble el que sigue las últimas opiniones que escucha, o acepta por temor las que otros le imponen. Firmeza es virilidad lúcida, distinta de la ciega testarudez; tan grande es la excelencia del que sabe querer porque ha pensado, como pequeña la miseria del que se obstina en mantener decisiones no pensadas.
La firmeza puesta al servicio de una causa justa alcanza al heroísmo cuando contra ella se adunan los domesticados y los serviles. En toda lucha por un ideal se tropieza con adversarios y se levantan enemigos; el hombre firme no los escucha ni se detiene a contarlos. Sigue su ruta, irreductible en su fe, imperturbable en su acción. Quien marcha hacia una luz no puede ver lo que ocurre en la sombra.
Nada deben los pueblos a los que anteponen el inmediato provecho individual al triunfo de finalidades sociales, más remotas cuanto más altas; todo lo esperan de jóvenes capaces de renunciar a bienes, honores, vida, antes que traicionar la esperanza puesta en cada nueva generación.

R:.H:. José Ingenieros 

Cada una de las lecciones, de las máximas que el autor redacta y transmite en las Fuerzas Morales*, son un grito desesperado de un hombre visionario, que intenta despertar, no en la mente, sino en el espíritu de sus contemporáneos, el ánimus de la perfección, la conciencia de nuestro propio poder como seres perfectibles. Esta obra de singular energía, examina los vicios y las virtudes de la personalidad, y no con aquellos, sino con estas, las Fuerzas Morales, José Ingenieros nos insta a cambiar la historia, que tienta la disgregación latinoamericana. Las Fuerzas Morales es un libro vigente hoy en dia y es un excelente antídoto contra la indiferencia, que nos enseña a volar y generar ideales.