“El guerrero tolteca no es aquel que acude al campo
de batalla para luchar contra los otros, sino que es aquel que con la flor y el
canto como armas, lucha contra su propio pequeño yo, para lograr trascenderlo y
así lograr la reintegración con el Espíritu.” (Filosofía del Guerrero Tolteca)
Así pues para los toltecas “ésta no es nuestra
verdadera casa”, sólo es un paso a la “vida eterna”…
¿Acaso de verdad se vive
en la Tierra? No para siempre en la Tierra: sólo un poco aquí. Aunque sea jade,
se quiebra; Aunque sea oro, se rompe; Aunque sea plumaje de quetzal, se
desgarra. No para siempre en la Tierra: sólo un poco aquí. (Fragmento de narración antigua tolteca)
En dicha civilización la experiencia de los hombres era
verdaderamente espiritual y en la Tierra sólo se estaba trabajando el plano
humano. Para aquellos hombres todo era pasajero e intrascendental frente a la
prioridad de “aprender” para decantar el espíritu y liberar la partícula divina
que habita en todos nosotros y llegar desarrollados a la vida eterna. Sus enseñanzas han trascendido en el tiempo y cobran relevancia cuando se expresan los cuatro acuerdo, modus vivendi enseñado de generación en generación antigua que marcaron el rumbo de su desarrollo.
La Filosofía Tolteca se basa en Cuatro Acuerdos:
1. Honrar la palabra. Ser impecable con las
palabras. Sabemos por experiencia personal cuán doloroso puede llegar a ser un
encuentro con las palabras de los padres, amigos, conocidos e inclusive de
cualquier desconocido. Sabemos también como es ese agradable sabor de boca
cuando alguien nos palabrea, nos mima con el lenguaje y nos hace sentir bien.
La palabra es poder. Los Toltecas sabían que la palabra no es solamente un
flatus vocis del que hablaban los latinos, un simple aire que sale de los
pulmones y se los lleva el aire. No. La palabra es poder y como tal puede
golpear o puede bendecir. Lo mejor de todo, y como siempre, es nuestro libre
albedrío. La capacidad de decidir que palabras vamos a usar nos hace maestros
de nuestra propia facultad linguística. Nos hace amos o esclavos de lo que
callamos o decimos, respectivamente. Nuestro deber está entonces en saber honrar la palabra, es decir lo que decimos
tiene que calzar con lo que hacemos.
2.No tomes nada personal. El trabajo interno con el
egoísmo Esta regla de vida facilita enormemente el estado psíquico de paz
mental. Si bien es cierto que lo que más importa somos nosotros mismos, todos
llevamos el gen del egoísmo como huella atavica de nuestra condición humana, de
nuestra supervivencia, es también cierto que todo lo que nos sucede se lo hace
en nuestra mente para otros. "uno no muere para si mismo, muere para los
demás". Somos los co-creadores de nuestra vida y ella se hace primero en
nuestra pantalla mental. Por tal motivo todo lo que hagamos y las respuestas
que recibamos las vamos a canalizar como si fueran para afuera. La verdad es
que al tomarnos las cosas de forma personal estamos abriendo una herida difícil
de sanar. En la vida no hay que tomarse nada como si hubiera sido hecho a
propósito para hacernos sentir bien o mal.
3.No hagas suposiciones. Una de las formas más
fáciles de errar es creer saber lo que la otra persona está pensando. Nadie
puede meterse en nuestra mente y "escuchar" lo que estamos pensando.
Nadie puede meterse en nuestras conexiones nerviosas y entender una respuesta
si previamente no se ha explicado el contexto. Es nuestra responsabilidad por
salud mental y espiritual pedir información acerca de algo que no entendemos,
algo que no ha quedado claro o alguna instrucción que no podemos realizar. Es
nuestra responsabilidad hacer saber a los otros lo que queremos honrando
nuestra palabra.
4.Has siempre lo mejor que puedas. Darse con integridad. El
"darse totalmente" no es algo común, requiere de paciencia y más que
nada de altruísmo, es el opuesto del egoísmo. Hacer lo mejor que se puede hacer
significa que en cada acción hecha dejemos nuestra firma de responsabilidad. El
trabajo desarrollado aunque con arduo esfuerzo desplegado sería mucho mejor
hacerlo a conciencia de haberlo hecho al máximo con la satisfacción del deber
cumplido y con la tranquilidad de haber hecho lo que mejor que se podía hacer.
*La cultura tolteca es una cultura que
habitó el Altiplano Central de México durante el siglo X cuyos principales
centros ceremoniales fueron: Huapalcalco en Tulancingo y la ciudad de
Tollan-Xicocotitlan, localizada en lo que actualmente se conoce como Tula de
Allende (estado de Hidalgo, México). Esta ciudad es célebre por sus singulares
estatuas de guerreros de piedra llamadas atlantes. Existe controversia en
determinar si fueron los predecesores de la cultura azteca.