miércoles, 30 de julio de 2014

El sueño de ser masón o el anhelo de lo desconocido


La Masonería es una de las más antiguas sociedades iniciáticas del mundo.
Esotéricamente, inculca sus enseñanzas a sus miembros a través del Simbolismo, practicado a través del ceremonial.
Exotéricamente, es una extraordinaria asociación sustentada en principios morales que hace de personas libres y buenas, seres humanos útiles y provechosos a su familia, a su comunidad, a su nación y al mundo.
Desde el punto de vista esotérico (en su proyección interna), la Masonería es la Orden Iniciática más importante de Occidente. Busca hacer de seres humanos libres de telarañas morales, culturales, sociales, etc. y de modo de vivir honesto y bueno, personas capaces de trabajar por su constante superación en todos los aspectos, a través de una moral laica basada en el Simbolismo, como requisito indispensable para convertirse en agentes transformadores de su entorno familiar, social, comunitario y nacional. En este sentido, los Francmasones nos consideramos constructores del Templo dedicado al perfeccionamiento moral de la humanidad, cimentado en los históricos principios de Libertad, Fraternidad e Igualdad.
Desde el punto de vista exotérico (en su proyección externa o social), la Francmasonería es una organización discreta, no secreta, que cree posible el progreso individual y colectivo basado en el respeto, la democracia, la justicia y la solidaridad entre los seres humanos. Por ello, como organización de la Sociedad Civil, es una institución establecida sobre bases humanitarias y científicas que lucha por el bienestar y el progreso de sus miembros y de la comunidad en general.
Yo diría que el candidato ideal a formar parte de la Logia masónica es aquella persona  que ha vivido diversas experiencias de las cuales ha llegado a una conclusión importante: nada o casi nada satisface una especie de vacío que ni la religión, la vida social, el trabajo por el trabajo o la vida familiar incluso pueden llenar.
Es un sentimiento de desasosiego permanente que solamente es ahuyentado por temporales vivencias, pero que de todas formas vuelve. Esa sensación se repite una y otra vez.
Hay una sospecha de que la vida tal como la ofrece la sociedad contemporánea no entrega el equilibrio, la armonía interior y de hecho, no explica los elementos constitutivos del ser humano: más bien, los menoscaba.
Se habla de fe y de esperanza desde una perspectiva plana, sin ningún tipo de análisis que pase cierto nivel o cuerpo de esquemas que permita la correlación individual con el orden social o universal.
Diría que el candidato ideal es aquella persona cuya formación moral es sólida y no le permite vivir en el cinismo o en el utilitarismo.
También, que es una persona aislada en medio de gente capaz de hacer casi cualquier cosa por el lucro económico, por el envanecimiento egoísta de cualquier tipo. Una persona con cierta decepción social con el sueño de encontrar en algún escenario desconocido una nueva forma de hacer las cosas en el que realmente se cultiven los valores humanos.
El candidato ideal debería ya haber hecho una exploración personal de las creencias religiosas y haber encontrado en ellas múltiples baches de información que no permiten el análisis de las evidentes fisuras que ofrecen las doctrinas dogmáticas. Hay que creer o no creer, pero se no permiten interpretaciones personales.
Debería haber entendido que el mundo de la política es muchos casos una ciénaga peligrosa y ante la cual hay dos opciones: arriesgar incluso la vida, o la moral...
Un buen candidato a la Masonería debería ya haber pasado por algún tipo de desolación muy profunda, por la soledad del espíritu, del frío lunar de la indiferencia social...
En fin, para mi el mejor candidato es aquel que llega con profundas cicatrices hechas por la misma vida, o incluso con alguna que otra herida todavía sin sanar... Aquella persona que se ha atrevido a vivir, que ha reunido experiencias que le han dejado ver con claridad que hay una oportunidad para lograr la regeneración por el amor , de continuar en este mundo pero con otra visión, con la sospecha de que hay "algo más" que "esto".
El candidato verdadero a la Masonería es aquel que sufre de una especie de asfixia espiritual que debe superar. No veo cómo alguien pueda progresar en una buena Logia masónica si no se enfrenta a cuestionamientos de todo tipo en su ciclo vital y que en cualquier momento o edad logre comprender que debe trascender...