La Masonería podría definirse como una Escuela de formación del
ciudadano. La práctica del método masónico y la defensa y práctica de los
ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad abren la puerta a un modelo
particular de desarrollo y crecimiento personal, por el que el individuo
adquiere progresivamente aptitudes y actitudes que le acercan al ciudadano
ideal.
La Masonería basa su método en tres vías inseparables una de otra: La
vivencia de experiencias dramatizadas, la especulación simbólica y el debate
social. Las dos primeras tienen como objetivo la aprehensión (asimilación) por
parte de quien se acerca a ella de los valores y virtudes que propone la
institución, la tercera completa y busca el mejoramiento mutuo mediante el
intercambio de opiniones.
Al hablar de vivencia de experiencias dramatizadas nos referimos a
aquello que se conoce comúnmente como práctica ritual, y especialmente a los
rituales de iniciación y aumentos de salario.
Se trata de un elemento que aporta teatralidad al método masónico, pero
una teatralidad desprovista de toda la intención sacralizadora o dogmatizante
que se atribuye a los rituales religiosos, al contrario, el masón es plenamente
consciente de la inocuidad metafísica de sus actos y por ello el ritual
masónico posee una gran analogía con el método poético.
El ritual pone en movimiento los principales elementos simbólicos que
sirven como guía de los objetivos de aprendizaje en cada uno de los tres
grados.
El ritual se compone de una serie de gestos, movimientos y palabras
ordenados según un protocolo establecido y es practicado en todas las reuniones
masónicas ya sean ordinarias o extraordinarias (iniciaciones, aumentos de
salario, etc…).
En referencia a la iniciación y aumentos de salario, merece la pena
apuntar que el hecho de compartir una experiencia cuyas sensaciones es difícil
expresar vehicula el sentimiento de pertenencia al grupo y fortalece los lazos
de fraternidad, del mismo modo que sucede a aquellas personas que comparten vivencias
con un componente emocional, como un partido de fútbol o un viaje.
Además, en el caso de la masonería, la iniciación ritual supone el primer
paso hacia la capacidad de abstracción
que requiere el uso de símbolos como característica fundamental del
método masónico.
Como es comúnmente conocido la masonería se basa en la tradición antigua
de los gremios de constructores medievales. Éstos utilizaban sus útiles de
trabajo como soporte simbólico para explicar y transmitir las enseñanzas
morales que hicieran de los obreros, personas que dignificaran al gremio con su
actitud.
La masonería especulativa adoptó las herramientas de los masones
operativos como parte fundamental de su repertorio simbólico junto a otros
elementos de procedencias diversas.
Cada uno de los elementos simbólicos representa una virtud o cualidad
moral que el masón deberá descubrir por si mismo a través de la especulación
simbólica, es decir, reflexionando sobre las características de cada uno de
ellos y extrapolándolas al plano de las cualidades personales.
Esas reflexiones se plasman por escrito en lo que simbólicamente
denominamos Plancha de Arquitectura, a la que se da lectura en asamblea y tras
la cual se abre un turno de palabra para que quien lo desee pueda aportar su
propia interpretación sobre el símbolo a tratar.
El ejercicio de reflexión simbólica ayuda al masón a adquirir la
capacidad de ver más allá de la primera impresión y ser consciente de que todo
puede conllevar un aprendizaje implícito si sabemos descubrirlo. Por ello, el
masón no se queda en la superficie de las cuestiones sino que profundiza para
buscar su causa o sentido último y de esta manera comprender mejor el mundo que
le rodea.
Las Planchas de Arquitectura no tratan solamente sobre especulación
acerca de los símbolos. Estas Planchas pueden tratar también sobre un tema de
tipo social de interés general con la intención de exponer el punto de vista
del ponente y activar un debate sobre el tema tratado.
Los debates generados se desarrollan con unas pautas muy concretas, que
permiten un intercambio de ideas en armonía y fluidez. Entre estas pautas
podemos destacar: la prohibición a las alusiones a otros miembros para evitar
confrontaciones personales, el respeto absoluto al turno de palabra sin ningún
tipo de interrupción y la limitación a tres turnos de palabra como máximo por
persona.
La finalidad de estos debates no es sino el enriquecimiento mutuo de
todos los presentes a través del intercambio de puntos de vista, lo que
propicia el sentido crítico y el criterio propio. El mero hecho de escuchar,
conocer y respetar puntos de vista distintos, o incluso en ocasiones opuestos,
hace de los masones personas especialmente tolerantes con las opiniones ajenas,
pero también beligerantes con aquellas ideas u actitudes que denigren en algún
modo la integridad física o moral de personas o colectivos.