sábado, 26 de julio de 2014

El Método Masónico


La Masonería podría definirse como una Escuela de formación del ciudadano. La práctica del método masónico y la defensa y práctica de los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad abren la puerta a un modelo particular de desarrollo y crecimiento personal, por el que el individuo adquiere progresivamente aptitudes y actitudes que le acercan al ciudadano ideal.
La Masonería basa su método en tres vías inseparables una de otra: La vivencia de experiencias dramatizadas, la especulación simbólica y el debate social. Las dos primeras tienen como objetivo la aprehensión (asimilación) por parte de quien se acerca a ella de los valores y virtudes que propone la institución, la tercera completa y busca el mejoramiento mutuo mediante el intercambio de opiniones.
Al hablar de vivencia de experiencias dramatizadas nos referimos a aquello que se conoce comúnmente como práctica ritual, y especialmente a los rituales de iniciación y aumentos de salario.
Se trata de un elemento que aporta teatralidad al método masónico, pero una teatralidad desprovista de toda la intención sacralizadora o dogmatizante que se atribuye a los rituales religiosos, al contrario, el masón es plenamente consciente de la inocuidad metafísica de sus actos y por ello el ritual masónico posee una gran analogía con el método poético.
El ritual pone en movimiento los principales elementos simbólicos que sirven como guía de los objetivos de aprendizaje en cada uno de los tres grados.
El ritual se compone de una serie de gestos, movimientos y palabras ordenados según un protocolo establecido y es practicado en todas las reuniones masónicas ya sean ordinarias o extraordinarias (iniciaciones, aumentos de salario, etc…).
En referencia a la iniciación y aumentos de salario, merece la pena apuntar que el hecho de compartir una experiencia cuyas sensaciones es difícil expresar vehicula el sentimiento de pertenencia al grupo y fortalece los lazos de fraternidad, del mismo modo que sucede a aquellas personas que comparten vivencias con un componente emocional, como un partido de fútbol o un viaje.
Además, en el caso de la masonería, la iniciación ritual supone el primer paso hacia la capacidad de abstracción  que requiere el uso de símbolos como característica fundamental del método masónico.
Como es comúnmente conocido la masonería se basa en la tradición antigua de los gremios de constructores medievales. Éstos utilizaban sus útiles de trabajo como soporte simbólico para explicar y transmitir las enseñanzas morales que hicieran de los obreros, personas que dignificaran al gremio con su actitud.
La masonería especulativa adoptó las herramientas de los masones operativos como parte fundamental de su repertorio simbólico junto a otros elementos de procedencias diversas.
Cada uno de los elementos simbólicos representa una virtud o cualidad moral que el masón deberá descubrir por si mismo a través de la especulación simbólica, es decir, reflexionando sobre las características de cada uno de ellos y extrapolándolas al plano de las cualidades personales.
Esas reflexiones se plasman por escrito en lo que simbólicamente denominamos Plancha de Arquitectura, a la que se da lectura en asamblea y tras la cual se abre un turno de palabra para que quien lo desee pueda aportar su propia interpretación sobre el símbolo a tratar.
El ejercicio de reflexión simbólica ayuda al masón a adquirir la capacidad de ver más allá de la primera impresión y ser consciente de que todo puede conllevar un aprendizaje implícito si sabemos descubrirlo. Por ello, el masón no se queda en la superficie de las cuestiones sino que profundiza para buscar su causa o sentido último y de esta manera comprender mejor el mundo que le rodea.
Las Planchas de Arquitectura no tratan solamente sobre especulación acerca de los símbolos. Estas Planchas pueden tratar también sobre un tema de tipo social de interés general con la intención de exponer el punto de vista del ponente y activar un debate sobre el tema tratado.
Los debates generados se desarrollan con unas pautas muy concretas, que permiten un intercambio de ideas en armonía y fluidez. Entre estas pautas podemos destacar: la prohibición a las alusiones a otros miembros para evitar confrontaciones personales, el respeto absoluto al turno de palabra sin ningún tipo de interrupción y la limitación a tres turnos de palabra como máximo por persona.
La finalidad de estos debates no es sino el enriquecimiento mutuo de todos los presentes a través del intercambio de puntos de vista, lo que propicia el sentido crítico y el criterio propio. El mero hecho de escuchar, conocer y respetar puntos de vista distintos, o incluso en ocasiones opuestos, hace de los masones personas especialmente tolerantes con las opiniones ajenas, pero también beligerantes con aquellas ideas u actitudes que denigren en algún modo la integridad física o moral de personas o colectivos.