Dentro
de los grandes apartados de los fundamentos psico-sociales del comportamiento estan las actitudes. ¿Qué son, cómo son y quizá lo más
importante, cómo se cambia? Entre actitudes y comportamientos aparentemente hay
una estrecha relación, la primera cuestión a definir ¿qué es una actitud?, la
primera aproximación es la posición que tiene una persona favorable o
desfavorable con respecto a un objeto social el cual puede ser una persona, un
grupo, una ideología, un producto, un partido político, un equipo de
baloncesto… cualquier objeto que aparece en nuestro universo social podríamos
decir que sobre cualquiera de ellos podemos tener una actitud. Una posición que
puede ser más o menos positiva, más o menos favorable. Es una especia de
predisposición a actuar; si contamos con una actitud favorable probablemente
desarrollaremos conductas que son favorables hacia ese objeto y en cambio, si
tenemos una actitud desfavorable probablemente desarrollaremos actitudes
desfavorables.
Las personas utilizan constantemente el término "actitud" para
referirse a cosas como el estado de ánimo que una persona suele manifestar o
como su manera de tomarse las cosas. La definición con la que trabaja la
psicología social es la siguiente: "Conjunto de creencias y de
sentimientos que nos predisponen a comportarnos de una determinada manera
frente a un determinado objeto". A partir de esta definición surge la
llamada concepción tridimensional de las actitudes:
La dimensión cognitiva hace referencia al conjunto de creencias del
individuo. Es la información que el individuo tiene sobre el objeto, lo que
sabe o cree saber sobre él, su manera de representarlo y las categorías en las
que lo incluye. Para influir en esta dimensión es necesario aportar
conocimientos nuevos al individuo. Sin embargo, existe un problema de
causalidad circular entre actitud e información. Por un lado, la información
que recibimos influye en nuestra actitud, pero a su vez, nuestra actitud influye
en la forma en que recibimos información, por ejemplo, al ignorar o tergiversar
la información que recibimos para que encaje mejor con nuestras creencias ya
establecidas.
La dimensión afectiva hace referencia al conjunto de sentimientos del
individuo. Se entiende como un continuo bipolar equidistante entre sentimientos
negativos y positivos. Es decir, los sentimientos no se clasifican en sólo dos
categorías (negativos o positivos), sino que se miden en una escala que es más
negativa en un extremo y más positiva en el otro, en cuyo centro se halla la
neutralidad. Para influir en esta dimensión hay que intentar aumentar o
disminuir la valoración personal negativa o positiva que mantiene el individuo
hacia un determinado objeto.
La dimensión conductual hace referencia a la predisposición a desarrollar
una determinada conducta. Para influir en esta dimensión se requiere aplicar un
programa de refuerzos y sanciones. De hecho, los propios refuerzos y sanciones
que recibimos en nuestra vida diaria influyen en nuestra actitud.