A pesar de que la Masonería es una institución
de respetable antigüedad, y que de ella se han ocupado ampliamente historiadores,
filósofos y escritores existen en la actualidad una desorientación y
desconocimiento casi completos de lo que realmente es esta organización y de
cuales son sus finalidades y qué medios utiliza para lograrlas.
Masón significa constructor, o sea el que
fabrica a cal y canto un edifico; pero aunque antiguamente este título se les
aplicaba a los miembros de las asociaciones de constructores que dieron a
Europa sus mejores edificios de la Edad Media y del Renacimiento, actualmente
hemos de entenderlo en su acepción figurada, diciendo que el masón es un
constructor del templo simbólico de la ciencia y de la virtud, que edifica su
propia personalidad.
En otras palabras, un masón es un individuo
que trabaja en perfeccionarse y en evolucionar, tanto en sus conocimientos como
en su comportamiento moral, y para ello sigue los caminos que le indica la
antigua asociación que se nombra Masonería o, más correctamente,
Francmasonería.
Correlativamente, la Institución Francmasónica
tiene como finalidad principal la de constituirse como orientadora e inspiradora
de quienes buscan y anhelan este perfeccionamiento, para lo cual va desgranando
una a una sus enseñanzas, en dosis graduadas y de acuerdo con el adelanto de
cada uno de sus miembros. A través del estudio razonado y crítico de la
filosofía moral se obtiene un mejor conocimiento de las virtudes y del modo de
practicarlas.
Pero, entonces, ¿cabe decir que la
Masonería es una escuela?.
Desde luego que no, si entendemos por escuela
un lugar donde se imparten clases sobre materias específicas, basándose en
libros de texto, y se capacita a los alumnos para desempeñar un trabajo que les
permita ganarse el sustento. La Masonería es algo más que eso. En primer lugar,
su filosofía educativa es totalmente distinta a la de cualquier escuela, puesto
que en vez de exigir el aprendizaje de una serie de postulados y principios,
estimula la exposición libre, la discusión ilustrada y el desarrollo de la
imaginación y del pensamiento original, como medio para conseguir que cada cual
llegue por su estudio independiente y su meditación profunda, a sus propias
conclusiones lógicas y a la afirmación de sus convicciones. Por tanto, usa
ampliamente del símbolo y de la alegoría, pero no ofrece de ellos ninguna
explicación fija y dogmática, sino que deja en libertad al iniciado para que
ejercite sus propias facultades deductivas e inductivas para descifrarlos y
aprender, por sí mismo, las lecciones que encierran.
Se hace necesario preguntar qué utilidad tiene
esto.
La historia nos enseña que de la Masonería han
salido, en todos los tiempos, hombres de gran visión, acrisolado altruismo e
inagotable energía, que han dado a la humanidad sus más grandes impulsos de
progreso. Para descubrir estos nuevos caminos, necesitaron nutrirse de la duda
filosófica, no de la certeza dogmática, precisaron examinar lo que no es
típico, en vez de conformarse con lo usual y corriente. Tuvieron que desechar
los cartabones, los textos consagrados y los manuales establecidos,
decidiéndose a recorrer sendas supuestamente prohibidas para el pensamiento y
aportando las soluciones a los problemas irresueltos. Para esto, dispusieron de
una maravillosa facultad: la imaginación creadora.
La Masonería ha sido, a través de los tiempos,
una de las pocas instituciones que se han percatado de la importante función
que tiene esta imaginación creadora en la evolución de la humanidad, y ha
descubierto y aplicado un método sencillo y eficaz para desarrollarla. Por eso
ha sido y seguirá siendo el semillero de nuevas ideas, el portaestandarte de
las vanguardias y la escuela en que se forman los hombres que viven y piensan entre
el hoy y el mañana… los precursores de la humanidad.
Pero no solamente a esto se limita la
Masonería. No se conforma con ver que cada miembro se cultive y perfeccione a
sí mismo, sino que trata de desarrollar en todos y cada uno de ellos el firme
sentimiento de fraternidad y abnegación, encauzando cuidadosamente todos sus
esfuerzos hacia los nobles fines de justicia y progreso material y espiritual
de toda la humanidad.
Dejaría la Masonería de ser universal en sus
finalidades si se mostrara partidaria de algún “ismo”, o enemiga de alguna
religión. En su seno se admiten a hombres de todas las religiones y
se respetan las creencias de cada uno y su forma personal de rendir culto a
Dios. Por lo mismo, están proscritas las discusiones sobre los méritos
relativos de tal o cual forma de culto, como no sea para reconocer que todas
ellas representan modalidades del sentimiento de veneración del hombre hacia
esa Entidad Suprema a quien se llama con distinto nombre. La Masonería resume
todas esas apelaciones en un común denominador y le llama “Gran Arquitecto del
Universo”, sin establecer ningún culto especial para adorarle, pues considera
que todos son buenos cuando nacen de los anhelos puros del hombre. En resumen,
la Masonería no es una religión, ni discute los principios de ninguna religión,
sino por el contrario, las respeta a todas.
La Masonería es más que un club filosófico o
una escuela de moral. Es una libre asociación de hombres de todas las
condiciones económicas, y de todos los grados de cultura, a quienes los une el
deseo de alcanzar un desarrollo y una evolución más alta en su personalidad
interna, un dominio más perfecto de sí mismos, una afirmación de sus
convicciones, una agudización más sutil de sus facultades intelectuales y un acendrado
espíritu de abnegado servicio hacia sus semejantes. Dentro de la Masonería
encuentran estos hombres un ambiente de libertad, de respeto mutuo, orden,
seriedad, estudio y fraternidad.
La Masonería contiene una filosofía educativa
propia, basada en el estudio imaginativo y profundo de símbolos y alegorías,
que persigue como finalidad el desarrollo del pensamiento propio, original,
lógico y constructivo, con el resultado de que cada masón palpa pronto los
frutos de este perfeccionamiento personal al notar que se ensancha
extraordinariamente su manera de ver la vida, se despiertan aptitudes dormidas,
y surgen perspectivas de mejoramiento.