miércoles, 11 de septiembre de 2013

Masonería


La Masonería nació para perfeccionar al hombre y construir una nueva sociedad, más humanitaria, partiendo de las relaciones interpersonales en que la libertad y la justicia, la tolerancia y la fraternidad sean sus columnas fundamentales.
A través de un sistema de enseñanza multidimensional, la Masonería llama a todos los hombres de buena voluntad para que trabajen por una sociedad solidaria, en que se abran paso la justicia social sobre la miseria y el progreso sobre el atraso.
La Masonería no es experta en política ni en economía, pero es experta en moral, en esa suprema moral que hace incompatible el desarrollo del hombre con la injusticia social, con el desempleo, la intolerancia y la emigración.
Lennhoff sostiene que en el haber de la Masonería figuran “tremendas batallas ganadas en favor de la libertad de pensamiento y el quebranto de pesadísimas cadenas espirituales, con el resultado de que desde las angustias de la Edad Media, tan opresora de las almas, se pudieron abrir anchos y hermosos caminos de emancipación, y los inviolables derechos del hombre se consignaron en las Constituciones Políticas de los Estados” (Eugenio Lennhoff, “Los masones ante la historia”).
La doctrina social de la Masonería no es ciencia ni teoría social, sino una reflexión sobre la realidad económica, social y política, capaz de inspirar la acción de los masones en la construcción de una nueva sociedad.
La Masonería no tiene un programa económico o político, pero orienta a los suyos de acuerdo con las exigencias de la ciencia y los desafíos morales de nuestro tiempo a través de sus principios y su larga tradición.
Como la desigualdad no ha sido ni podría ser la meta de la Orden, la Masonería trabaja y llama a trabajar por suprimir los problemas hostiles que generan sistemas económicos insanos e injustos. El principio de la doctrina social de la Masonería, que evita la desigualdad y la violencia, conlleva una relación de justicia entre los hombres, y entre el hombre, la sociedad y el Estado para que su dignidad sea atendida y respetada.
Como moderna institución ética y docente, a la Masonería concurren hombres libres de prejuicios a recibir la enseñanza humanista que ella imparte a través de un sistema tradicional y simbólico, destinado, por medio del saber, a orientar su vida y perfeccionar la sociedad con valores e ideales humanitarios que sustenta y propaga con modernidad.
La Masonería procura aunar todas las voluntades para encontrar el camino sensato de la justicia y la tolerancia, para que la sociedad no sea ajena al hombre y a su ilusión. La Masonería busca la felicidad con esperanza e indica el camino de la espiritualidad.
La Masonería no es una institución inmóvil. Registra y palpita cada instante de la complejidad de la sociedad moderna que la rodea y como cámara permanente de reflexión imprime a su labor orientadora todo aquello que el hombre necesita para su acción benéfica, para que su fe no vacile y para que su espíritu nunca se debilite.
La Masonería vive en este mundo y no fuera de él, por lo que ningún acontecimiento de la sociedad puede dejarla indiferente, sobre todo cuando se afectan los derechos tradicionales del hombre.