lunes, 13 de agosto de 2012

NO PRETENDAS CAMBIAR A OTRO


Nos resulta difícil admitir a los otros tal como ellos son; siempre tratamos de corregirlos, de hacerlos como somos nosotros. Pero, ¿con qué derecho pretendemos anular su personalidad, hacerlos de distinta forma de como los hizo Dios?
Por otra parte, si nosotros pretendemos cambiarlos, para que sean como nosotros, es porque subconscientemente estamos convencidos de que nosotros somos como hay que ser, que nuestra forma de ser es la mejor de todas; por eso quisiéramos que los demás fueran como nosotros. Y tener ese convencimiento es evidentemente un orgullo desmedido.
Cada uno tiene su personalidad y todos debemos respetar la personalidad de los demás; reconocer que ellos tienen derecho a ser distintos de nosotros y a pensar que la forma de ser de ellos es mejor que la nuestra.
En conclusión: hay que aceptar a los demás tal como son y sin pretender cambiarlos a nuestro gusto.
Hay una gran diferencia, y extraordinariamente significativa, en­tre intentar cambiar al otro y ayudarle a cambiar. Cuando ayudas a alguien le ayudas a ser él mismo; cuando intentas cambiar a alguien, in­tentas cambiarlo de acuerdo con tus ideas.
En realidad, es violento intentar cambiar al otro de acuerdo con algún ideal. Es una agresión, un intento de destruir al otro. No es amor ni es compasión.
Es lo más difícil del mundo —ayudar a los demás a ser ellos mismos— porque va contra tu ego. A tu ego le gustaría que los demás fuesen imitadores tuyos. Te gustaría que todo el mundo te imitase; te gustaría convertirte en el arquetipo y que todo el mundo fuese como tú. Entonces tu ego estaría muy, muy satisfecho. Te crees el original y los demás tienen que copiarte. Te conviertes en el cen­tro y todo el mundo que debe girar a tu alrededor se vuelve falso. No, al ego no le convence. Quieres cambiar a los demás con arreglo a tus ideas. Pero ¿quién eres tú para cambiar a nadie ? No te hagas responsable de eso. No trates de cambiar el mundo con arreglo a tus ideas. No lo lograrás.