domingo, 9 de octubre de 2011

La búsqueda interna de la Masonería

Hay momentos de la vida en que parecemos haber perdido el rumbo que nos habíamos propuesto por diversas circunstancias que podrían haber sido evitables si hubiéramos tenido cierto aviso. Entonces buscamos a tientas la clave para salir del laberinto en el cual nos metimos.
Quizá la primera, y una de las más importantes preguntas, que el hombre debe hacerse es: ¿Qué es lo único que realmente tengo o poseo?, y si su interrogarse es profunda y sincera verá que lo único que posee, y es por eso su posesión más valiosa, es su vida, el acto de vivir. Del hecho de poseer la vida se desprenden todas sus otras presuntas posesiones: su órgano de acción y discernimiento llamado mente, sus sentimientos, etc., pues es esa primaria posesión llamada Vida, la que le permite poseer y eventualmente usar y disfrutar de todas sus otras presuntas posesiones. Esta sencilla pregunta, si se encuentra realizada con profunda verdad y conciencia y su simple y necesaria respuesta, llevan a quien así hizo su pregunta a una muy profunda e íntima revalorización del hecho y acto de vivir: es en realidad nuestra única y por consiguiente más valorada posesión.
Si eventualmente nos hemos interrogado de ese modo y hemos llegado a la anterior conclusión, quizá otra pregunta se presente ante nosotros: ¿y cuál es el deseo, el real anhelo que guía, que dirige el uso de esta preciada posesión? y acá las respuestas serán múltiples, de acuerdo al grado de inquietud, búsqueda y sinceridad de cada uno. Para algunos serán determinados bienes materiales, determinada posición social, el logro de algún récord, hazaña o marca en alguna actividad artística, científica o deportiva, de acuerdo a las diversas actividades en que vemos se divide el múltiple accionar humano. Una lógica, e importante, consecuencia se deriva de cualquiera de las mil distintas respuestas que hayamos podido obtener de la pregunta anterior: cualquiera sea el anhelo que guíe a mi vida, mi único y más preciado bien, si este anhelo es a la vez profundo y sincero, buscaré siempre a una persona más diestra, más hábil, más sabia que yo, para poderme capacitar en el oficio, arte, deporte o ciencia que constituyan mi anhelo.
El fin de la Masonería es la transformación del hombre en un mejor ser humano, para que se constituya en un ciudadano útil en la construcción de un mundo mejor. No se contenta, por supuesto, con el progreso de un grupo, de una raza, de una nación; quiere la dicha de todos los hombres y de allí su presencia y proyección mundial.