sábado, 9 de enero de 2010

Carta remitida del pueblo de Miraflores a un sujeto residente en esta capital.


Mi estimado amigo. Nada hay estable en la naturaleza humana; todo se muda con la inconstancia de los hombres. Por esta causa los espíritus dotados de razón, e iluminados con la luz de la filosofía, se deben de apartar de aquellos sitios peligrosos, en donde la contrariedad de las pasiones inflaman más y más el fuego de la discordia. Yo que fui testigo de la proclamación de la libertad de mi patria, no bien había reparado que un voto general la colocó en el auge de su gloria, cuando mil genios díscolos manifiestan sus interesadas miras, murmuran de aquellos mismos a quienes poco antes habían tributado aclamación y aplauso; ansían los puestos y los mandos; y viendo la debilidad de la opinión, base en que debe estribar los más sólidos progresos, temeroso de una fuerte explosión de los tumultuosos ánimos, y deseoso de vivir en una tranquilidad inalterable, dejo a Lima y vengo a Miraflores.La naturaleza parece que ha derramado con una mano pródiga en este sitio sus gracias y favores, y enajenado en la contemplación de las obras del Creador, pasaba los momentos absorto en un éxtasis celeste: pero apenas gozo unos cortos días de esta aparente felicidad, cuando escucho noticias que angustian y afligen mi oprimido corazón. He sabido que el respetable ciudadano Tramarria(1) trata de pedir su pasaporte para transportarse a Guayaquil, porque un individuo del Congreso ha pedido que se lo asegure con un par de grillos. ¡Ay amigo! Yo no puedo desentenderme de una cosa tan escandalosa como esta. ¿Es aquesta la recompensa que se le da a un sujeto que se ha sacrificado por el bien de su patria, y que ha apurado los arbitrios para desaparecer de su suelo a todos los tiranos? ¿Puede ser sospechoso un hombre que en casi todo el tiempo de su cansada edad solo ha respirado patriotismo? Este procedimiento en nada ha sido opuesto al espíritu de liberalismo, antes por el contrario, él ha sido el instrumento secreto que ha minado el trono de la tiranía para colocar a la libertad usurpada tantos tiempos por los feroces mandatarios de la España. No pensaba prepararse la división libertadora cuando remitía cartas al general San Martín a Valparaíso, en las que comunicaba el miserable estado de la capital, y era uno de los órganos por el que se comunicaban los leales sentimientos de sus queridos compatriotas. Jurada por fin la independencia, el manejo tiránico de Monteagudo acongojaba su espíritu, y temeroso de que la infeliz y renaciente patria no fuese la víctima destinada al capricho de un bárbaro inflamado de la ambición y despotismo, busca los medios de derribarlo de la cumbre de la prosperidad, en donde lo había sublimado la loca fortuna, y conseguido su intento, se instala por esta separación el Soberano Congreso.(2)Estos son los servicios que ha hecho a sus compatriotas, y me parece ocioso hacer una exacta enumeración de todos ellos, porque son bien notorios. Yo no tengo más motivos que me obliguen a hablar en su favor sino la razón y la justicia, luego si por ser él un enemigo declarado de la tiranía y arbitrariedad se le quiere castigar, es un atentado que llenará de infamia al Soberano Congreso, pues a mí solo con pensarlo me horrorizo y me confundo. Un representante, padre de la Patria, debe estar desnudo de todas aquellas pasiones que solo devoran a los que ansían el mando y el poder, para esclavizar a sus compatriotas: no crea que envanecido con la parte de soberanía que tiene del mismo pueblo, puede facultarse para erigirse en un déspota árbitro de los destinos de la patria; porque entonces temerosa está de sus depravados designios, disolvería en el momento el pacto, quitándolo del cargo honroso que se le había confiado, de lo contrario no sería libre, sino una esclava abatida y despreciable que se dejaba subyugar: de los mismos a quienes podía escarmentar. Ya no estamos en aquellos tiempos de la obscuridad y barbarie, en los que el hombre ciego de sus derechos se dejaba esclavizar de cualquiera por la fuerza. Ya somos libres, sí; y entendemos bien lo que quiere decir esta palabra. Si el ciudadano traspasa la ley, castíguesele: pero castigarlo sin ser delincuente, es mucha arbitrariedad. ¡Infeliz Perú si todos sus representantes tuvieran unos mismos sentimientos! En breve serias el horroroso cuadro del despotismo más encarnizado, y más terrible todavía que el tiempo del dominio español: pero consuélanos la consideración de que hay espíritus privilegiados amantes de la humanidad y celosos de sus verdaderos intereses; quiera el cielo desaparezcan de entre nosotros genios tan perversos, para que no digamos como Cicerón a su amigo Attico: no hay ya tirano, pero subsiste la tiranía.(3)Amigo, todo tirano que no está en los primeros puestos es un enemigo opuesto de la sociedad, y cuando los consigue, entonces manifiesta todo el fondo de su negro carácter; y así no puedo menos que llorar tiernamente cuando recuerdo que permanecen en Lima en los primeros empleos muchos de aquellos que han dado pruebas de su antipatriotismo; que fueron instrumentos serviles y detestables de los Abascales, Pezuelas y Monteagudos, conformándose con todo sistema en la apariencia por sus siniestras miras, pareciéndose al Proteo de la fábula. Estos deben desterrarse; no confiar en ellos; pues cuando menos pensemos nos hallamos en la más lamentable situación. Estas reflexiones, amigo, consternan y entristecen mi espíritu, y debilitado con el rigor de la pesadumbre, ni aún tengo aliento para poder proseguir. ¡Ay! Pobres pueblos, siempre sois la víctima de la ambición… Pero, ¿por qué pensar de esta manera cuando los Padres de la Patria están trabajando por nuestro bien? ¡Quiera Dios se cumplan sus deseos! Y no seamos con el tiempo el objeto de la compasión y la miseria.
Dispense usted amigo si en esta he sido corto, que en otra ocasión seré más difuso, pero le encargo no deje de escribir por ningún motivo a su afectísimo amigo que lo estima.
(4)Patricio
(1) La alegada amenaza contra “el respetable ciudadano Tramarria” trajo una secuela. Reaccionó aquel anunciando en forma ostentosa que deseaba solicitar pasaporte para viajar a Guayaquil; a través de la Abeja Republicana, “Patricio” le expresó su solidaridad, presentando la amenaza como una maniobra de los enemigos de la libertad en sesión del Congreso Constituyente (2-XI-1822) díjose que era falsa la versión de la Abeja Republicana, e infundados los temores de Tramarria, y se acordó oficiar al gobierno para que identificara a “Patricio” y diese cuenta de la respectiva investigación. Sucedió la calma. Y parece que todo se olvidó, pues pronto (16-XI) acudió el propio Tramarria ante el Congreso, para informar sobre un donativo hecho al gobierno.

(2)Advierte el autor que al asumir la defensa de Tramarria lo hace según los dictados de “la razón y la justicia”: luego el Congreso, en cuyo seno fue amenazado aquel, estaba a punto de proceder contra “la razón y la justicia”, y por ello se llenaría de infamia. Cabe inferir que el objetivo no era la defensa azarosa de un ciudadano, sino enderezar la censura contra el Congreso. Tal intención, y los términos empleados para referirse a las presuntas pasiones de los representantes y a la figura política del cuerpo legislativo, son asomos de los entretelones.

(3)Se lamenta el autor de que muchos empleos altos estén confiados a personajes que no protagonizaron ninguna turbulencia durante el dominio español, y pide que se les destierre porque no son de fiar. Pero cabe recordar que se acusaba al ministro Monteagudo por sus procedimientos despóticos, y entre estos se cuenta el hecho de haber reducido a 600 los diez mil españoles que hubo en Lima hasta 1820 (a juzgar por las cifras que apunta Mariano Felipe Paz Soldán, pues debe presumirse que la población española era mucho menor).

(4)Es posible que este seudónimo haya sido usado por Francisco Javier Mariátegui.
La Abeja Republicana
Jueves 31 de octubre de 1,822
Imprenta de José M. Masías, calle de Santa Polonia